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Crítica de Misántropo (2023), un thriller policial con mirada analítica

Este viernes 2 de febrero se estrena en España Misántropo, la nueva película de Damián Szifrón que, tras el enorme éxito de su último trabajo Relatos salvajes (2014) y nueve años sin dirigir, regresa por lo alto con su primera incursión en la industria de Hollywood. El argentino nos ofrece un thriller policíaco tenso y expeditivo, con gran carga de crítica al mundo actual y al sistema estadounidense.

Trailer de Misántropo (2023) de Damián Szifrón

Eleanor Falcó (Shailene Woodley), una joven policía de bajo rango, es reclutada por el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) para investigar una masacre ejecutada por un solo hombre. 29 muertos y ni una sola pista.

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La película inicia de golpe con el hito desencadenante de la acción: una serie de asesinatos repentinos en la noche de Baltimore. Este arranque tan directo, que recuerda a otras películas como Jack Reacher (2012) de Christopher McQuarrie o El caballero oscuro (2008) de Christopher Nolan, ayuda a establecer el tono y captar el interés rápidamente, para en seguida conducir la atención a la protagonista de la película y su investigación policial.

Si bien Szifrón (guionista junto al novel Jonathan Wakeham) no inventa nada nuevo, Misántropo es una película cuidada en todos sus aspectos, con una gran atmósfera, en gran parte mérito de la fotografía de Javier Juliá, que ayuda a atrapar al espectador y no dejarlo huir de los recovecos de esa ciudad estadounidense; que por momentos recuerda a la perturbadora Gotham.

Una visión crítica de Estados Unidos 

La cinta en Estados Unidos tiene otro nombre: To Catch a Killer (atrapar a un asesino, en español). Es conciso y sintetiza la acción de la película. En cambio, en castellano se tradujo como Misántropo. Un cambio significativo que otorga mucha más profundidad al título y que cobra sentido con el transcurrir de la cinta. Porque la película va de eso: atrapar a un asesino. Pero tiene un componente sociopolítico muy grande, omnipresente todo el tiempo. Con excusa del transcurso de la acción policial principal, la cinta se permite mirar de soslayo problemas del mundo actual para establecer una visión crítica sobre el sistema y, más en concreto, sobre el gobierno de Estados Unidos.

Los agentes acuden a un vertedero siguiendo la pista de una prueba concluyente. Para ello tienen que escarbar en la basura, pero la labor es más difícil de lo que esperaban pues no hay separación de deshechos, no se recicla. “No hacemos eso. Creo que les dicen que separen la basura para crear conciencia o algo así”, explica un trabajador. Más adelante, en la secuencia del matadero, una sucesión de planos magistral basta para exponer la crueldad del proceso. Detalles que connotan una mirada crítica pretendida.

La actuación policial, principal fuente de acción de la película, también se pone en entredicho indirectamente: un telediario que se escucha fuera de campo, recibe llamadas anónimas de todo el que pueda aportar información para el caso. Alguien, enfurecido, compara los homicidios del investigado con los de la policía por mala praxis; la diferencia es abismal.

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Al poco de comenzar la película, Falcó y Lammark conversan en un coche. Ella pregunta si está casado. Ante la afirmativa del jefe, la policía responde: “¿Cuándo os casasteis?” (…) “Cuando nos lo permitieron”. Respuesta lapidaria y sucinta que alude directamente al sistema: hace poco más de diez años que se legalizó el matrimonio homosexual en el Estado de Maryland (territorio al que pertenece Baltimore, donde transcurre la película).

En una extensa secuencia final de diálogo, el asesino (Ralph Ineson) expone sus motivos a Falcó. Queda claro que Dean es un misántropo empedernido, más allá de eso es un monstruo; pero, por sus palabras, ¿la sociedad crea monstruos? o incluso ¿el Estado crea monstruos? Ciertamente la película insta a reflexionar sobre esta cuestión. Dean asesina por una razón: odia al mundo y, en cierta forma, el mundo le ha hecho odiarlo.

Este tercer acto, quizá demasiado discursivo y donde más flaquea la cinta, funciona aún así para concentrar una mirada crítica que, a través de matices, se venía perfilando a lo largo de la película.

La cultura del arma en Estados Unidos

Uno de los temas que sobrevuela omnipresente la película es la armamentística. La facilidad de adquirir armas de fuego en Estados Unidos. En una escena, los policías buscan información en una armería, y se muestra indirectamente a un hombre con su niño probando rifles. Una sutileza muy determinante, que sugiere timidamente el ámbito de la educación.

Las dos escenas de masacre injustificada, sobre todo la segunda, transmiten una violencia y frialdad en su ejecución escalofriantes; y logran la representación certera de un país corrompido desde los cimientos, en el que el pasado 2023 tuvieron lugar más de 600 mass shootings (tiroteos masivos). Hay dos películas maravillosas y muy duras que abordan este tema en concreto: Elephant (2003) de Gus Van SantTenemos que hablar de Kevin (2011) de Lynne Ramsay.

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La salud mental 

El personaje de Ben Mendelsohn, a cargo de la investigación, apunta al comienzo de la cinta que sería un error pensar que el asesino es un trastornado y tirar de ese hilo como pista. Expone la falacia de este argumento pues, a día de hoy quién no tiene algún trastorno mental: ansiedad, depresión… El comentario queda ahí, se pasa por alto, pero es significativo de los tiempos que vivimos, en que cada vez hay más conciencia sobre el trastorno mental y el campo de la psicología. Es importante la resignificación social de trastornado y la película es consciente.

Eleanor Falcó se sincera con su jefe a mitad de la película y, al borde de las lágrimas, muestra las cicatrices de sus antebrazos. En esta escena su personaje adquiere mayor profundidad y comprendemos parte de su pesar. La salud mental aflora de nuevo. Aunque nunca llegamos a conocer del todo la vida de la protagonista, se sugiere un pasado traumático y problemas mentales (diagnosticados con un cuestionable método psicológico que en la película se maneja con demasiada seguridad; el dibujo del árbol).

La cinta humaniza el problema mental en busca de una conciencia necesaria. Dibuja los dos extremos del espectro: en un lado el asesino frío e imperturbable y en otro la agente de policía sumida en la decadencia por sus traumas. Como decía Lammark al comienzo: “sería un error buscar a un trastornado”.

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Conclusión

Misántropo es un notable thriller policial con una dirección cuidada, actores precisos y una fotografía que eleva el conjunto; que, además, bajo las vestiduras esconde una gran crítica a los Estados Unidos y a las mecánicas del mundo actual en general. Es paradójico que el director sea argentino.

Una película para amantes del cine policíaco y de investigación con aristas que permiten una lectura un poco más profunda. Estoy seguro de que no decepcionará a casi nadie.

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Darío Serrano Gómez
Darío Serrano Gómez
Apasionado del cine en constante aprendizaje. Me gusta ver películas y escribir sobre ellas.
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