Bienvenidos un sábado más a la sección de los amantes del cómic, bienvenidos al cómic recomendado de la semana.
Dejadme empezar como si esto fuese un confesionario: la relación con mi padre no siempre ha sido todo lo buena que cabría esperar. Ha pasado por sus altibajos, como todas las relaciones. Pero siempre deberé reconocer que, si no hubiese sido por él, jamás habría descubierto Blueberry y mi percepción del cómic no habría cambiado como cambió.
Lo normal en mi época era iniciarse en el mundo del cómic leyendo superhéroes, mortadelos, pitufos y don mikis. Al margen de su mayor o menor calidad, todos tienen una cosa en común: un universo constante, un marco donde sus historias transcurren con un principio y un final y sin que haya una evolución, un desarrollo de personajes que les lleve a crecer y con eso a ser más humanos. Sí, incluso en los superhéroes, donde todo cambia para seguir igual o por lo menos para reiniciarse y perpetuar el ciclo. De ahí el enorme impacto que me causó Blueberry. Porque Blueberry es cambio, personajes que crecen, que toman decisiones moralmente discutibles y que siguen viviendo con ellas.
Mike Steve Donovan, señorito sureño, desertor confederado que acaba por unirse a las filas de la Unión por una simple cuestión de supervivencia y que cambia su apellido por Blueberry (arándanos en inglés) nace en las páginas de la revista Pilote en 1963. Su guionista, Jean-Michel Charlier, es el editor de la revista junto a René Goscinny.
Enamorado del paisaje americano tras una visita a Nevada, Charlier decide que quiere hacer un western. Su primera opción es el dibujante Jijé, creador del western Jerry Spring, pero este le recomienda a un discípulo suyo que dibuja muy bien caballos. Se trata de un joven Jean Giraud, posteriormente conocido como Moebius. Juntos crearan una serie que es historia del cómic.
Y es que, por primera vez, Charlier plantea la posibilidad de que el continuará que presidía las páginas del semanario Pilote y que debía incitar al lector a comprar la revista una semana tras otra, se traspase al formato álbum. De esta forma, las primeras cuatro historias largas del personaje se continúan una tras otra, formando un ciclo donde los personajes cambian y evolucionan, sufren, aman, viven y mueren. Esa característica se continuará en todos los álbumes de Blueberry, llegando el personaje a un punto de no retorno como no se había visto antes en la historieta franco-belga y cuyo máximo heredero es Thorgal, el personaje creado por Jean Van Hamme y Grzegorz Rosinski.
Jean-Michel Charlier no disimula que su western es el western de las películas de Hollywood. De hecho algunos de sus personajes no pueden ser, en principio, más estereotipados. Y digo en principio porque Charlier, un inmenso guionista, siempre se las arregla para ir más allá, como en el caso del protagonista de la serie, que pasa de anti-héroe amoral con tendencia a la bravuconería a defensor de los indios hasta sus últimas consecuencias. Esos paisajes que enamoraron a Charlier fueron perfectamente representados por Giraud, quien dotó a Blueberry del rostro de un joven Jean Paul Belmondo y dibujó caballos, vaqueros, indios, mesetas, diligencias y todo lo que se le puso por delante de tal forma que su dibujo se queda grabado en la memoria como el ejemplo de lo que debe ser un cómic del oeste. No es un Giraud experimental ni con las pretensiones que tendría su alter ego en años posteriores. Giraud sabe que su trabajo es más artesano, que debe entregar dos páginas a la semana y que debe ser efectivo y resolutivo, ceñirse al guión y contar una historia pero aun así se nota el gran artista que es.
Personalmente, siempre he preferido a Giraud que a Moebius, incluso cuando el dibujante se ocupó en solitario de Blueberry tras la muerte de Charlier.
Blueberry Integral 2
Y tras estos párrafos que tienen como objetivo que quede patente mi amor por la serie y, si es posible, que alguien me haga caso y la descubra, toca hablar del integral que nos ocupa y que es el cómic de la semana. Blueberry Integral 2, editado por Norma Editorial, contiene tres aventuras del personaje editadas en el mismo orden en que aparecieron en la revista Pilote y con el color original. Las dos primeras, El jinete perdido y La pista de los navajos, cierran el ciclo iniciado en el tomo anterior, conocido como el ciclo de Ford Navajo. Sin embargo, el tomo resulta ideal para iniciarse en el personaje gracias a la última aventura, El hombre de la estrella de plata. Se trata de lo que hoy en día conocemos como un one-shot, un número único, autoconclusivo, que además muestra un dibujo de Giraud mucho más maduro y evolucionado.
En El hombre de la estrella de plata, Blueberry abandona temporalmente el fuerte donde presta servicios como teniente para ser el sheriff del pequeño pueblo fronterizo de Silver Creek, un pueblo asolado por una banda de forajidos en el que nuestro protagonista deberá poner orden con la ayuda de un niño, una maestra y el que se convertirá en su compañero de aventuras a lo largo de la serie por expresa petición de Jean Giraud, el borracho Jim McClure. Como ya he dicho, tópicos cinematográficos por doquier pero escritos y dibujados de tal manera que parecen totalmente nuevos.
Poco más que añadir. Mi amigo Mario Losada me repite constantemente que la gente nos lee y tiene en cuenta nuestras opiniones. A veces no se si creerlo o si lo suyo es un optimismo injustificado pero si es así, si de verdad alguien puede comprar un cómic por lo que yo escriba o deje de escribir, este es sin duda el artículo que debe servir a ese objetivo. Porque estoy convencido de que todos los que alguna vez se asoman a las páginas de Blueberry ya no pueden abandonarlas. Porque Blueberry es una de las más grandes series del cómic y creo que es de lectura obligada. Y porque Blueberry es muy, muy bueno. Un saludo. Sed felices.
Una pasada Blueberry
Un poco machista en El hombre de la estrella de plata y otras historias, pero menos mal que siempre se disculpa
Dejando la forma de ser de un personaje que vivio en determinada epoca y se le ambientadba en otra aun mas heteropatriarcal, Blueberry siempre ha sido una gran novela de aventuras y gran critica sobre las matanzas y persecucion racial contra los nativos americanos
Un saludo
Encantado de leerle otra vez
“Heteropatriarcal”. Solo faltaba asfixiar el western con la correción política.