InicioCineLa Bruja: cuánto daño ha hecho James Wan | RECOMENDACINE

La Bruja: cuánto daño ha hecho James Wan | RECOMENDACINE

En esta temporada en la que se acumulan estrenos de mal llamado cine de terror, en su mayoría entre la indecencia y la tomadura de pelo, viene bien echar una vista atrás, tirar de DVD o streaming y ver algo mejor que lo que nos ofrece la multisala de turno. Hoy, en esta sección de recomendaciones, es el turno de una de las mejores cintas de terror de los últimos años: La Bruja (The Witch, 2016).

Qué hace de La Bruja una buena alternativa a la fórmula Wan

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Si hacemos un repaso de los estrenos de terror del año pasado, encontramos pocas cintas de terror rescatables. Las buenas intenciones de Carnage Park, la claustrofóbica idea que evoluciona al ridículo de La autopsia de Jane Doe, la digna secuela que es Cloverfield Lane. Por lo demás, remakes innecesarios y secuelas aún más anodinas que sus predecesoras. La fórmula James Wan. Wan realizó una propuesta interesante, con ritmo, cierta coherencia y originalidad (y ese aire de serie B descarado) con Saw. Sólo la primera, no nos vamos a engañar. A partir de ahí, se ha dedicado a popularizar y sobreexplotar un subgénero en sí mismo: el jumpscare. Películas clónicas unidas por la construcción de set pieces de susto y risa de descarga, con estructura de programa de sketches, sucedidas a lo largo de metrajes excesivamente largos y protagonizadas por marionetas apersonales, vehículos del abuso de deus ex machina, a las que se esfuerza en llamar personajes. Y en ese panorama del terror por el terror mal entendido, lejos incluso del slasher y del sello Hooper, hay algunas películas que dan la sorpresa trabajando la ambientación, la construcción de personajes y la angustia en vez de la subida de volumen y el montaje acelerado. Entre esas propuestas está La Bruja.

La Bruja está en esa lista de terror moderno con cierto respeto por el corte clásico, lista que comparte con cintas como It Follows (de la que hablé hace tiempo en esta web cuando analizaba modas estéticas). Si hay que encasillarla en un género, sería el drama de terror psicológico. La Bruja tiene un tempo calmado, necesario para desarrollar a sus personajes hasta llevarlos a situaciones límite que hacen estallar todo lo que se ha planteado a lo largo de la cinta en vez de hacerles saltar tras el paseo de una sala secuencia. Sigue, por tanto, el esquema estructural de El exorcista. Es ante todo una película sobre la época que retrata, como si asumiera ser un drama histórico, pero se hace uso del terror para tratar temas tan delicados como la religión o la jerarquía familiar. La bruja, por tanto,  se sirve del terror para desarrollar sus ideas y personajes; no al revés. El terror existe porque los personajes tienen trasfondo. En ese sentido, se parece más al terror claustrofóbico de diseño de ambientes del que hacía gala El resplandor que a cualquier producción reciente.

Las dos lecturas de La Bruja: el buen terror no se conforma

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Todo lo que ocurre en La Bruja puede interpretarse de dos formas: la literal y la metafórica. La primera no deja mucho espacio para la duda, porque se limitaría a construir un buen relato de fantasía de terror. La segunda es mucho más interesante en cuanto a compatible con la primera y por tanto mucho mas compleja. Las apariciones de los personajes, sus reacciones a ellas y el desate violento final son parte de una cuidada representación de la época (no en vano el cartel de la película pone esta idea sobre el papel). Los animales y el bosque asustan a sus personajes porque, generación tras generación, han sido vehículo de proyección de sus miedos. Lo satánico, el miedo a lo desconocido, las posesiones y la misma presencia de la bruja son miedos y carencias pasadas por el filtro de la religión desfasada y la superstición desatada. La incapacidad del padre para proveer para su familia, de liderarla, de cazar. La sumisión desesperada de una madre que ha asumido el rechazo. La sexualidad en ebullición del hijo mayor, proyectada en sus fantasías y coartado en unas normas rígidas y castrantes. La hija mayor, oprimida por una jerarquía familiar y social patriarcal que hace uso de ella para liberar la rabia, la culpa y la impotencia de perder a un hijo.

El montaje paralelo hace el resto: la mayor parte de las veces, no somos testigos de lo que los personajes ven. Sólo de sus reacciones. Las escenas propiamente de terror representan los miedos irracionales de una sociedad condenada a usar estos principios inquebrantables como escudo ante sus propias carencias personales. Hay poco, si no nada, rechazable en La Bruja: un sólo jumpscare, unos arcos bien desarrollados, una fotografía y diseño de producción soberbios y asfixiantes, una música inquietante, actuaciones sinceras y una dirección efectiva y con dos lecturas simultáneas igualmente bien construidas. Es una película de terror moderno, ambientación histórica y corte clásico y una cita imprescindible para quien quiera disfrutar de una buena película. Cuando se estrenó, las distribuidoras la vendieron a través de trailers y carteles como otra película que te haría saltar en la butaca, otra película ligera de espectadores pasivos y sustos encadenados. Y por intentar encajar una película con verdaderos valores cinematográficos en la era del sobreexplotado estilo Wan, la película se estrelló en taquilla. Tendremos diez secuelas de Insidious antes de que llegue otra película como esta.

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