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“La Edad Perdida” de Le Gris y Poli: el apocalipsis medieval del año 1000

Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.

Hoy volvemos con otra edición de Yermo Ediciones en español. En este caso hablamos del primer tomo de “La Edad Perdida”, cómic del guionista Jerome Le Gris y de Didier Poli en el dibujo. Este primer tomo se recopila bajo el nombre “El fuerte de las Landas” y tiene 56 páginas. Vale 17 euros.

La Edad Perdida

La Edad Perdida es una historia postapocalíptica. Aunque no parte del siglo XX, que es lo más común en el género, sino en la Edad Media: justo en el inicio del año 1000 el fuego cayó sobre la Tierra y arrasó toda la civilización, convirtiendo a la Humanidad en un grupo de seres apiñados en cuevas, apenas centrados en sobrevivir a duras penas y olvidando poco a poco los avances civilizatorios hasta ese momento, hasta el punto de olvidar cómo la agricultura o la escritura.

A partir de ahí veremos los inicios de peleas y disputas entre varios pequeños grupos, entre ellos el de la protagonista, con un secreto del pasado presuntamente olvidado de fondo. Desde el principio La Edad Perdida transmite la desesperanza y la rutina a través de los colores marrón claro, gris y amarillento del cielo, con la soledad que transmiten los escenarios y la melancolía de las panorámicas. Se ha perdido mucho, y la mayoría de lo perdido se ha ignorado.

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La propia historia vuelve sobre el eterno tema del fin del mundo no como una explosión del planeta o extinción completa. Otra vez el Apocalipsis es una forma de reducir el número de seres humanos, de recluirlo a integrarse en tribus y a transladarlo a una vida brutal, corta y, claro, difícil. Aquí desde la destrucción de la civilización del medievo el ser humano ha llegado al punto de crear algo parecido a las federaciones de tribus o a acuerdos más o menos establecidos entre éstas.

Hay algo parecido a una institución rudimentaria de resolución de conflictos (no de forma democrática ni nada por el estilo, claro) pero lo que hace avanzar la trama y que no estemos ante un cómic de costumbrismo postapocalíptico es, como hemos dicho, un conocimiento del pasado que se creía perdido. Los protagonistas se encontrarán que su limitado y pequeñísimo mundo cambia de manera radical debido a la existencia de ese recordatorio del mundo perdido civilizado. Y que, como es de esperar, el conflicto que viene tras el descubrimiento es profundamente violento y arrasador de toda su rutina y expectativas.

La Edad Perdida no escatima en violencia cuando es necesaria pero sin muchos bailes y coreografía. Es decir, las escenas son rápidas, contundentes, claras y con escasez de épica. Siguen la estela de Las Tierras de Arrán, quizás con más suciedad y aún más realismo. Es decir, nada de peleas en inferioridad sin bajas o heridas que las vendamos y a esperar que seguro que va bien. Todo va en el mismo sentido de transmitir la sensación de constante peligro, inferioridad y amenaza que está sobrevolando constantemente las cabezas de los protagonistas.

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También se prescinde de grandes explicaciones, ni siquiera en las partes clásicas de “la gran revelación” de toda historia. Se va mucho al grano sin muchos rodeos, lo cual va en sintonía de una historia ambientada en una época a la que se ha dado la marcha atrás para despojar de casi todo avance técnico o civilizatorio. En La Edad Perdida no sufrimos el síndrome Bendis y cada viñeta tiene su sentido a la hora de hacer avanzar la trama, no encontrando prácticamente nada de relleno o de ir estirando el chicle.

Podemos decir que el final de este primer tomo es un claro intento de dejarnos con ganas de más, abriendo el mundo que nos presentan desde el principio. Lo visto hasta ahora tiene acción, tiene intriga, un ritmo bien medido y está dibujo con un estilo que, insistimos, concuerda perfectamente con el ambiente y con lo que se trata de transmitir. No hay cosas particularmente nuevas pero hay buen oficio y los clichés no son muy acentuados ni estropean la experiencia de leer el cómic.

En resumen, primer tomo prometedor y resultón, que sin ser realmente algo nivel Tierras de Arrán sí es entretenido sin grandes alardes ni grandes fallos evidentes.

Sed felices.

Raúl Sánchez
Raúl Sánchez
Arriba es abajo, y negro es blanco. Respiro regularmente. Mi supervivencia de momento parece relativamente segura, por lo que un sentimiento de considerable satisfacción invade mi cuerpo con sobrepeso. Espero que tal regularidad respiratoria se mantenga cuando duerma esta noche. Si esto no pasa tienen vds. mi permiso para vender mis órganos a carnicerías de Ulan Bator.
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