Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
En todas las bellas batallas interneteras sobre las mil y un películas, cómics o videojuegos sobre los que discutir al final sale. Sí. El de “lo adulto”. Es una lugar común identificar “lo adulto” con “algo serio, complejo, de calidad, no accesible a todos” y “lo infantil” con “cosas con risas tontas, simplón, para tontos”. Tanto es así que uno puede tirarse mucho tiempo leyendo comentarios en estos sentidos en, por ejemplo, este blog sin que la cosa se desvíe demasiado de ahí.
Al final habrá que ponerse de acuerdo en qué tipo de cosas son precisamente adultas, cuales adolescentes y cuales infantiles. Pero antes habrá que aclarar que el cine, los cómics, etc. pueden estar pensados para ser leídos o vistos por niños y ser malos, normales o buenos. Exactamente igual que para los adultos o adolescentes. Es decir, la calidad no tiene absolutamente nada que ver con el público al que va dirigido el producto que sea. A veces tampoco la complejidad. Es únicamente una cuestión de a quién queremos dirigirnos. Eso no dice nada bueno ni malo de nada por sí sólo.
Al contrario de lo que suele pensarse, los adultos no vivimos en un mundo en el que hay una oscuridad tal que haya que ir con linternas por la calle. También nos reímos con chistes malísimos y tenemos frases tontas. La mayor parte de nuestras acciones no tienen un flashback asociado de 30 minutos de nuestra infancia explicándolo. Tampoco hay pausas dramáticas de 30 segundos mientras una cámara gira alrededor de nuestra cabeza. Lo que caracteriza más la madurez o lo adulto es la conciencia progresiva de que no eres el centro del universo y de que hay muchas cosas más importantes que tú. Es una idea que de niño es impensable: es al revés, sólo existes tú y tu llanto para intentar conseguir cosas. Es una idea que de adolescente te asquea: tu dolor existencial desde que te dejó Lorena tras dos sesiones de daros el filetazo en el parque no lo ha tenido nadie en la Historia de la Humanidad. Ser adulto es ya pasar de que te cuiden a ti a cuidar, de hijos, sobrinos o padres tú. De que se preocupen por ti a preocuparte tú. Con su parte de dolor y miedo que ya te acompañará siempre, como le pasa a todo “cuidador”, pero también con alegrías que no conocías antes. Y asumir cosas que no dependen sólo de ti, afrontar demasiadas cosas de las que no tienes apenas control y apenas poder de decisión. Es decir, hay algunas posibilidades de que, por ejemplo, El Escuadrón Suicida, Thor o el 90% del cine de superhéroes quizás, puede, yo qué sé, encajen algo mal en “lo adulto”. Lo cual, insistimos, no tiene nada que ver con que sean buenas o malas películas por ello.
Y en todo este debate sobre la madurez o la inmadurez de las cosas, sobre si debemos hablar de “infantil” como sinónimo de cosas horribles, tenemos no hace tanto por los cines a Coco, de la que ya se habló en el blog. Hecha por Pixar. Distribuida por Disney. Película animada, claro. Con buenos muy buenos y malos muy malos, sin casi escala de grises, todo en hora y media, con muchísimos colorines durante casi toda la película, protagonizada por un niño, con canciones, con chistes malos. Todos los ingredientes para ser el Caos Reptante de las legiones de fans de Lo Oscuro y Lo Adulto.
Y, una vez vista, al acabar, nadie puede hacer como que no la ha visto. Ya no hablo de ver a la mitad de los adultos de una sala de cine llorando. Ya no hablo del entusiasmo generalizado de quienes la ven. Es que quien ha visto Coco no se olvidará jamás de ese niño cantando “Recuérdame” con la guitarra a esa anciana. Porque la película es infantil, pero está contando cosas tan complicadas para un niño como la muerte de un familiar, qué pasa con los que mueren o porqué la familia es el último refugio que nos queda ante lo caótico e indiferente del universo. Tenía todo para hacer algo tétrico-personalista al estilo Tim Burton, pero apostaron por el color, por un Más Allá lleno de colorido, de música, de fiesta, de honrar a México y a sus tradiciones. Hasta el punto que es fácil encontrar a muchos mexicanos agradeciendo el amor a México que hay en la película. Pero sólo con eso no habría sido lo que es.
Coco es una maravilla del cine porque habla de la relación del mundo de los vivos con el de los muertos en la cultura mexicana, pero también tiende un puente entre el cine infantil que es y el cine adulto que no esconde. Los niños más pequeños no entenderán el porqué el “Recuérdame” cantado de ese padre a su hija antes de irse es una de las cosas más bellas y tristes del cine de este siglo, pero los adultos lo saben. Lo saben de manera muy íntima. Ese saber es universal. Es el ser querido que murió y que nos marcó, el que nos dejó aquel recuerdo del que no queremos desembarazarnos. Pixar consigue sacar eso de dentro de adultos de todo el mundo que ya se lo han visto todo, que están atiborrados de cinismo y de costra. Y no lo hace mediante sensiblería barata ni trucos de artificio tramposos: es todo absolutamente honesto. El adulto ve ahí la persona que le cuidó, que ya no está. Y muchos hemos visto la película con el niño o niña que cuidamos ahora, que está destinado a ser el siguiente en negarse a olvidar cuando no estés tú.
Pixar no cuenta sólo un cuento mexicano ni sólo hace una película infantil: es una historia universal, que habla de algo tan terrible como la muerte del ser amado sin mentir pero sin traumatizar, con calificación para todos los públicos. Y no se regodea en una especie de nihilismo y depresión sin fin, no edulcora lo que no debería edulcorarse. Es una película que celebra la vida y entiende la muerte como algo natural que tiene que pasar. El final celebra la vida, acepta la muerte como una parte de ésta y como una parte necesaria de madurar, absolutamente opuesta a la fascinación morbosa de un adolescente o el simple miedo de un niño. Era complicadísimo juntar lo infantil con lo adulto. Esa temática con una película infantil. Hacerlo tan bien que guste a los nenes y entusiasme a los adultos que no olvidamos a nuestros seres queridos que ya no están. Con una dirección que es de un clásico que asusta/maravilla. Que hace todo esto en poco más de hora y media. No quiero volver a oír en la vida a nadie hablarme de que se necesitan tres horas para explicar una sola cosa en una película de modo profundo.
Después de no sabemos cuantas películas de superhéroes, hobbits, remakes de los ochenta y demás cine friki reivindicando la famosa madurez es una productora de películas infantiles la que nos da una lección. No es cine infantil, no es cine adulto. Es hacer las cosas bien. O espectacularmente bien y juntando las dos cosas. Aunque eso ya más adelante, cuando lleguemos a hacerlas simplemente bien.
Sed felices. Y no os perdáis Coco por nada.
Buenas, Raúl.
Acabo de ver Coco. Estoy muy de acuerdo con tu crítica. Creo que Coco es una maravilla cuyo único defecto es que Pixar nos tiene demasiado bien acostumbrados. Da la sensación de que toda la película está construida en torno a la archiconocida escena final de la película. Lo demás, siendo cine infantil de calidad, es algo insulso y, en algunos momentos, aburrido. Me recuerda a Up, cuyo inicio estaba muy por encima del resto de la película, pero esta era más consistente. Insisto, una película que todo el mundo debería ver, pero inferior a Wall-E, Del revés o Toy Story 3.
Me ha encantado la pelicula. Muy recomendable para los niños porque enseña valores de lealtad y sobre todo el hecho de que todo es posible si uno persigue sus sueños. Además el tocar la guitarra está muy cercano sobre todo a los adolescentes. Totalmente aconsejable.
Mi hijo a empezado a dar clases de guitarra. Ha sido una inspiracion .
Un saludo