Bienvenidos, buscadores de diamantes fílmicos, creo que lo mejor para comenzar estas líneas es parafrasear a Roy Batty en aquella famosa escena de Blade Runner en el tejado: “Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais”. En los rincones más oscuros del sótano más polvoriento del mundo del séptimo arte hay un lugar especial para un tipo de películas que (casi siempre) es mejor dejar encerradas. En los setenta nació Troma Films que hizo de este cine de serie Z su bandera y tras ellos han crecido otros estudios que han seguido su estela: Como Asylum y otros cineastas que han hecho del cinema di merda (término acuñado tras muchas tardes de visionado de “obras maestras”) su forma de expresión o de tortura a quienes ven sus cintas. Quien firma estas líneas ha disfrutado de mucho de este arte incomprendido… siempre en compañía, pues creo que es la forma más divertida de ver estas joyas y me encuentro en una buena posición para descubriros muchas de ellas.
Finlandia es el hogar de grandes bandas de metal: Stratovarius, Nightwish o Lordi. Grandes nombres del motor han nacido allí: Kimi Raikkonnen, Juha Kankkunen o Tommi Makinen, pero lo que aquí nos ha traído ha sido otro nombre: Joonas Makkonen. Muchos no sabréis quien es este hombre (yo he tenido que buscarlo) y yo estoy aquí para hablaros de su opera prima (y única que le han dejado rodar… por suerte): Bunny, La cosa asesina.
En 2015 este cineasta decidió regalar al mundo su obra y creo que lo mejor es recurrir a la sinopsis de Filmaffinity para que os hagáis una idea de lo que os vais a encontrar en sus 90 minutos de metraje: “Un grupo de siete finlandeses se reúne para pasar un divertido fin de semana en una cabaña. Por una casualidad del destino, tres hombres extranjeros, que parecen ocultar un secreto, se unen al grupo. La fiesta en el bosque se convierte en un juego a vida o muerte cuando un extraño espécimen lanza un repentino ataque contra los ocupantes de la cabaña. La criatura, mitad hombre y mitad conejo, parece tener predilección por todo lo que recuerde a los genitales femeninos. ¡La criatura es Bunny the Killer Thing!”
Sí, habéis leído bien, es un ser mitad conejo mitad humano (con unos efectos prácticos que no tratan de ocultar su cutrez) que corre durante toda la cinta meando su “colita” en busca de lo que se explica en la sinopsis. Con un 3×2 en sangre y las formas más insólitas y depravadas de asesinar personajes, esta cinta es un intento de comedia gamberra y gore que nos divierte por escasos momentos. El punto fuerte de este film es su escasa duración pues si estuviésemos ante un producto de 120 minutos podríamos sufrir algún tipo de accidente autoinflingido. Seamos sinceros, quien decide ver esto (que no sé a quién han sobornado para poder rodarlo) sabe dónde se mete y no puede esperar un film de Fellini. A Bunny, la cosa asesina, hay que entrar con mente abierta y cerebro apagado para no ver los agujeros en este guion surrealista. Podríamos calificar esta cinta como comedia gore por que no veo ninguna manera seria de afrontar su historia y su villano. Ver a un hombre descaradamente disfrazado de conejo perseguir a sus víctimas mientras enarbola un pene que haría palidecer a Nacho Vidal no es que sea una idea merecedora de un Oscar.
Bunny (la cosa asesina) es el culmen de la degeneración de algo tan tierno y tan adorable como puede ser un achuchable conejito. Esta cinta es llevar un paso más lejos la idea de la “bestia del reino” de los Caballeros de la Mesa Cuadrada de los Monty Python. Eso sí, con un estilo más burdo y con menos humor que la propuesta de los ingleses.
Este slasher es únicamente recomendable para quienes disfruten del cine serie Z en estado puro, pues cualquier otro espectador podría sufrir un arrebato de furia durante el visionado y tratara de agredir a quien le haya traído semejante aberración a su casa. Creedme cuando os digo esto, pues algún componente del grupo con el que “disfruté” de esta cinta no cesaba de dedicarme miradas con varios tipos de emociones bien definidas: 30% de incredulidad, 20% sopor y 50% de ira. Más allá de unas risas entre amigos que disfruten de este tipo de cine, Bunny acaba perdiendo mucho de su “encanto” inicial al ver que no sabe explotar lo absurdo de la idea y al final acaba siendo una mera cinta de terror y gore. El hombre conejo bien dotado pierde fuelle y la gracia de la sorpresa inicial cae en saco roto y se ve lastrada por la falta de creatividad. Un poco más del estilo South Park hubiese convertido esta película en un mejor producto que hubiese trascendido más allá de las cloacas del cine Z.