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“Show me a hero” (HBO): lo político es personal

Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.

Antes de hablar de “Show me a hero” deberíamos hablar de David Simon. Éste se ha convertido en una celebridad entre otras cosas por estar detrás de lo que suele decirse que es una de las cumbres de las series de televisión: The Wire. El gran resúmen para quien no haya visto nada de The Wire podría ser que es una historia compleja contada para adultos. Es decir, nos cuentan que lo que hacen los personajes no depende de sus elecciones sino precisamente de todo el laberinto de reglas, normas y estructura económica. Y que quien se sale de las normas, escritas o no, tiende a ser aplastado. David Simon te trata como adulto y la serie no puede ser más creíble.

Los aplausos hacia The Wire vienen siempre por ahí: como es todo tan verosímil que muy posiblemente varios personajes puedan ser calcos de personas que han existido realmente. Es posible que haya sido así, ya que David Simon fue reportero de crónica negra en la ciudad de la serie, Baltimore. Pero no se ha limitado a vivir de The Wire. También ha hecho cosas que no duran decenas de capítulos y más contenidas. Como es el caso de “Show me a hero“, serie de 6 capítulos que puede verse en HBO también.

De qué va “Show me a hero”

En este caso “Show me a hero” trata de las andanzas de un político muy joven en una ciudad media del estado de Nueva York a finales de los 80. Un joven que se plantea aspirar a alcalde oponiéndose a una sentencia que obliga al ayuntamiento a hacer viviendas sociales para negros. Viviendas que estarán prácticamente con otras de blancos de clase media. Nuestro joven protagonista consigue la alcaldía para encontrarse que las sentencias hay que cumplirlas y que una vez en el poder los límites a lo que puede hacerse son mucho menores de lo que uno se piensa cuando está peleándose por llegar a él.

“Show me a hero” con seis únicos episodios consigue lo que “House of Cards” no consigue en decenas. Lo primero, hacernos creíbles los personajes principales y cómo se comportan, de nuevo en consonancia con lo que el sistema entero premia y castiga. La serie no pone redes de protección para los personajes, de tal modo que si alguno tiene que estrellarse lo hace si es lógico siguiendo la trama. Y la trama no cae en trampas facilonas y transcurre sin giros folletinescos argumentales.

Se ha hablado mucho del relato racial de la “Show me a hero”, ya que habla de los miedos de los blancos de clase media de ver sus barrios llenos de negros pobres. No vamos a encontrarnos, como era de esperar, un relato maniqueo de un conflicto así. David Simon muestra la vida de varias familias de negros para mostrarnos toda la variedad posible de gente que puede vivir en viviendas sociales: gente que trabaja sin parar para malvivir, traficantes, padres prematuros que se desentienden mucho de sus hijos y demás. En fin, no se pinta una estupidez rosa sobre el asunto. Aunque nadie debe engañarse: el enfoque es claramente a favor de la sentencia de creación de viviendas sociales y la mezcla de clases sociales. En ese sentido hay más enfásis en lo malvado y prejuicioso de los blancos de clase blanca que en la parte delincuente de los negros de clase baja.

Lo personal es político

La parte del conflicto racial y de clase en “Show me a hero” es más o menos correcta sin escondernos la razón que pueda tener la parte que aparece en el lado oscuro de la historia, los blancos de clase media. Reconozcamos que está claramente enfocada hacia donde está y le faltan unos cuantos matices para poder ser más honesta y verosímil. ¿Es ésto fruto de lo corta que es “Show me a hero”? Es posible. Si esta miniserie es algo a ver y recomendable es más bien por lo fantásticamente bien que refleja otro tema del que se suele hablar menos cuando se habla de ella. Y es el de la política y su parte personal.

Es más o menos normal hablar de política en terminos de grandes conspiraciones: la gente que no nos gusta tiene una red todopoderosa de medios de comunicación y esbirros a sueldo que promocionan sus ideas sin oposición. El Otro Partido, el que se les opone, son unos inocentes que no entienden la psicopatía de Los Malos. Otra modalidad de hablar de la política es hablar de ella como de juegos complejos de ideas poderosas y sibilinas, juegos de conspiraciones perfectamente orquestadas y jugadas maestras fruto de personajes de inteligencia reptiliana. Y porqué no. Hay que divertirse.

Pero, la verdad, conforme pasan los años el peso de lo personal en tantas cosas políticas se hace mayor y mayor. Las peleas entre políticos del mismo partido parecen cada vez menos ideológicas y más peleas de egos y de manías personales. Los periodistas de distintas ideologías que se defienden mutuamente no lo hacen por nada remotamente elevado sino que lo hacen por que son amigos desde siempre. Aquel gran proyecto con dinero público desbordando y llenando bolsillos privados resulta que beneficia a amigos. También aquel acuerdo tan beneficioso para el país viene, no nos engañemos, de que en esos dos de partidos que se odian resulta que hay dos que son del mismo equipo de fútbol, echan unas risas y de ahí para adelante. O, en otras, tapan mierdas de los dos partidos y hoy por mí y mañana por ti.

Que resulta que los políticos también comen

“Show me a hero” es excepcional es mostrar como pocas veces esta parte que otras series más teóricamente sesudas sobre política pasan de puntillas. El protagonista que tira de la amistad para pedir favores. La enemistad que se forma entre amigos que luego no pueden cumplir promesas de cargos públicos. El enfriamiento de la relación de pareja cuando las decisiones políticas se meten en el trabajo de la pareja. Cómo afecta en la esfera personal e íntima las enemistades, las fricciones y la soledad que trae la política. Y sobre todo la parte casi nunca mencionada del gran juego político: que es un oficio. Es decir, que son gente que vive de ello. Gente que si desaparece de la escena deja de cobrar sueldo. Y que se van con canas al paro sin experiencia en otra cosa que la política.

Se nos pasa demasiado a menudo que los políticos son personas que se llevan bien con unos, mal con otros y que resulta que comen. Y demasiadas veces esto, que damos por supuesto en los demás, explica más de la salida de determinadas leyes o campañas políticas que las grandes batallas ideológicas o las grandes conspiraciones mundiales. “Show me a hero” lo muestra con toda crudeza, desde varios angulos y con varias situaciones tanto de éxito (las menos) como de caída lenta hacia la irrelevancia. Irrelevancia que no es solo política: es económica y sentimental. Cómo se va quebrando el corazón del protagonista es no sólo verosímil sino que es perfectamente comprensible.

Lo político es personal. Prácticamente siempre. Lo contrario, que lo personal sea político, no es cierto tantas veces. La Transición Española es incomprensible sin tener en cuenta esto. Algunos odios/adhesiones entusiastas políticas en las redes sociales son incomprensibles sin tener en cuenta quién es amigo de quién (y quienes van haciendo amigos y quienes sólo enemigos). “Show me a hero” es en pocos episodios totalmente claro hablándonos de la importancia capital de las cosas estrictamente íntimas y sentimentales en cómo vamos cambiando el mundo en el que vivimos todos.

Sed felices.

Raúl Sánchez
Raúl Sánchez
Arriba es abajo, y negro es blanco. Respiro regularmente. Mi supervivencia de momento parece relativamente segura, por lo que un sentimiento de considerable satisfacción invade mi cuerpo con sobrepeso. Espero que tal regularidad respiratoria se mantenga cuando duerma esta noche. Si esto no pasa tienen vds. mi permiso para vender mis órganos a carnicerías de Ulan Bator.
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