Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Vamos a hablar del cómic “Swing” de Linda Sejic, Matt Hawkins y Jenni Cheung publicado en España en agosto de 2020 por Panini. En este sacrosanto blog ya hemos hablado otras veces de películas sobre poliamor, sobre otros cómics del mismo universo que éste (Sunstone) y, en fin, nos hemos acercado tímidamente al tema del acto sexual de follar. Es lógico. La propia naturaleza del acto sexual lleva, incluso hoy, a ciertas cosas de las que poca gente habla honestamente. Hay una cantidad desproporcionada de complejos, sufrimientos y comportamientos rarísimos asociados a ausencia de relaciones sexuales, a incapacidad para disfrutar o a tanta gente emocionalmente adolescente en cuerpos de gente adulta físicamente.
El acto sexual de follar
Cuando hay algo de sinceridad y honestidad no siempre ha venido de gente muy sana o adulta precisamente. Por poner un ejemplo, Henry Miller podía seducirnos escribiendo de su vida de teórico golfo que gozaba de la vida pero a poco que nos pararamos a pensar en lo que leíamos era todo tremendamente triste. De las bravuconadas del escritor anglosajón más sobrevalorado de siempre, Hemingway, ni hablamos. Y de sus versiones españolas de euro los 20 kilos tampoco. Hay toda una serie de hombres para los cuales su forma de acceder al mercado sexual era ser un artista de éxito, para lo cual había que molar mucho, impresionar aunque fuera de modo sucio y escandalizar a las mentes pensantes de la época. El arte como herramienta para acceder a las vaginas. Otros eran guapos, otros estaban buenos, otros podían ser encantadores. Ellos eran artistas raritos, que intentaban hacer pasar por ser inteligentes, cualidad normalmente asociada a ganar muchísimo dinero o ser clase alta. Es posible que las mujeres, que tienen menos dificultades en el mercado sexual hasta el punto de tener por lo general que rechazar candidatos, cuando hablen desde el mundo del arte de estos temas sean más interesantes. O al menos no les motive tanto querer molar del modo que sea para tener una legión de groupies. Es una cuestión de incentivos, vaya.
En este caso los guionistas de Swing son una pareja y la dibujante una mujer. En este primer tomo veremos la historia de una universitaria oriental que se enamora de un chico guapo, intelectual y apasionado de su trabajo. Hay en este primer contacto de tonteo algo del enamoramiento de ella por ser él morboso: un intelectual que discute con pasión sobre escritores viejos con otros colegas. Los dos son guapos, los dos son sexys, los dos son inteligentes, los dos se lían y follan muchísimo. En palabras inmortales de Pedro, este cómic tampoco es de leer con una sola mano. Hay escenas pero juegan más con lo que no se ve que con lo que se ve, pero en general podemos decir que logra el objetivo de ser erótico sin caer en cosas muy burdas. Sí, se muestran penes y desnudos, sorpresa. Pero hay todo un universo de hentai, doujinshi y cómic erótico-festivo de casi lo que se quiera, desde cantantes de pop, políticos o superhéroes. Competir con el aquí y te pillo aquí te mato amateur que inunda internet a estas alturas es ridículo. Y la cosa no va por ahí.
La historia y el erotismo
Aquí Swing destaca al presentarnos la historia de esta pareja de un modo comprensible y psicológicamente cercano para la gente con nenes y relaciones largas. El enamoramiento previo, la caída en la rutina, la llegada de los niños y la ausencia de tiempo libre para cada uno. Y el cansancio. Y el agotamiento. Cosas que hay que dejar de elevar a los altares de los grandes problemas del universo y asumir que son cosas habituales. No tienes la energía con 40 años que tenías con 20, no pasa nada, no tienes ninguna enfermedad. Es normal que si llevas 20 años con alguien las cosas no sean tan fogosas como vuestro primer verano, no es que tengas un problema. Hay mucho de ilusión absurda y de adolescencia en creer que todo en la vida debe ser vibrante, novedoso y explosivo las 24 horas. Aunque bueno, las crisis de la madurez y la busqueda del sentido de las cosas llevan a conductas nuevas, divertidas y/o patéticas.
Es un clásico el del hombre que empieza a darle a la bici, que se hace runner o le da por querer implantarse pelo (apoyamos de modo entusiasta lo de mantenerse en forma para que no te pete la patata a los 50 años). Aquí tomamos partido y diremos que, por lo general, los hombres de mediana edad tienen bastante menos dignidad envejeciendo que las mujeres. Pero en Swing es ella la que tenía más interés sexual y es ella la que busca en internet cómo recuperar la pasión. En vez de encontrarse vídeos de Mandingo o de Blacked se encuentra información sobre el intercambio de parejas. Bueno, lo cierto es que lo del amor libre, el intercambio de parejas o lo poliamoroso tiene como poco décadas. Es decir, el creador de Wonder Woman ya estaba en estos mundos en el ambiente universitario de los años 40 estadounidense, por ejemplo. Lo de los últimos tiempos es un redescubrimiento y reinterpretación de algo más o menos viejo.
La historia de Swing no pretende caer en una parodia pornográfica de nada, con diálogos que son excusas para ir al grano. Se nos cuenta con mucha honestidad cosas como el fastidio de él cuando está jugando a su videojuego online favorito y viene ella con ganas de jarana o las muy naturales tentaciones que surgen de vez en cuando. Las primeras tentativas a ir a sitios de gente que hace intercambios generan conversaciones en la pareja que son de un natural divertidísimo. Y la evolución emocional de los protagonistas la lógica. Dentro de la intención erótica al respecto, claro.
La parte visual es realmente buena: los protagonistas son guapos, atractivos, delgados y demás etcéteras. Las escenas íntimas son más elegantes que sucias y a pesar de lo sórdido del club de intercambio de parejas no hay nada burdo. Como toda obra por el estilo se ha cuidado lo atractivos que son los dos o la amiga de ella, que lo son mucho. Aquí el desafío sería hacer una obra de este estilo pero con todo el mundo gordo, vestido del Alcampo, con poco pelo y muchas ojeras. Ah, y nada de comedia ni show patético, algo morboso. Ése es el desafío, ése. Lo cual nos lleva a otro tema: puede que el mundo swinger tenga que ver con gente con estudios universitarios, relativamente joven y desahogada económicamente. Es decir, que el comic puede que sea, dentro de lo que está hablando, creíble. Este tipo de cosas son, vaya, propias de gente con mucho tiempo, energías y atractivo.
Las asombrosas conclusiones
Swing es, por acabar, un buen primer tomo de una historia erótica creíble que no cae en cosas fáciles y burdas, dibujado con elegancia y que se toma el tiempo necesario para explicarnos el recorrido emocional de gente que se mete en este mundillo. Nos compraremos el segundo tomo, por supuesto, para leer mientras la niña se está durmiendo, hemos preparado la ropa para el día siguiente y hemos comprobado que no hay ropa para poner otra lavadora. Oh, no os agobiéis ni lloréis ni penséis que es un infierno en vida. No lo decimos con amargura. Poner orden en tu día a día y conseguir una rutina buena para unos cuantos es la felicidad. Además, para aventuras y riesgos siempre están los videojuegos, los cómics, los juegos de mesa y el cine.
Sed felices.
Gran artículo, jefe. Hay que añadir que a la mayoría de nosotros, es decir los que vestimos de Alcampo (aunque yo soy más de Sfera o Zara; es decir, de lo que me compra mi mujer) nos proponen hacer un intercambio y nos acojonamos vivos, por mucho que vacilemos ante el público. Nuestras anodinas vidas no caben en esos mundos erótico festivos. Somos, admitámoslo, del sábado sabadete de toda la vida. Por eso está bien que existan estos cómics. La evasión siempre es buena y una vez que hemos asumido que no treparemos por las paredes es bueno conocer otras cosas. Eso sí, comparar a Hemingway con Sánchez Drago me parece que es pasarse un pelo. Un abrazo.
O sea, que este cómic es como los libros de Corín Tellado pero para hombres… a ver yo creo que hay cosas más prácticas i directas para desahogarse, jajajj
Un saludo y sed felices!!