La novela Cien Años de Soledad es la obra cumbre de Gabriel García Márquez y referente fundamental de la literatura latinoamericana. La serie de Netflix, aun pagando el precio de cierto temor a despegarse de la letra original, sale airosa en adaptar lo que hasta hace poco parecía imposible.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. Con esa frase se abre una de las obras capitales de la literatura latinoamericana y también la serie que acomete la ciclópea tarea de adaptarla. Y es que, aun cuando sus obras hayan sido varias veces llevadas a la pantalla, ni Cien Años de Soledad fue una de ellas ni Gabriel García Márquez era alguien que buscara escribir con ojo fílmico. Es por ello que el anuncio de que Netflix rodaría una serie basada en la misma despertó tanto ansiedades como temores. El resultado no es perfecto, pero sí un gran alivio…
Un Desafío Mayúsculo
Recuerdo haber leído Cien Años de Soledad hace unos cuarenta años mientras cumplía vigilia en la clínica en que estaba internado mi padre y no lo he vuelto a leer desde entonces. Había pensado en hacerlo de frente al estreno de esta serie, sobre todo para repasar el complejo árbol genealógico de los Buendía, pero los tiempos se me vinieron encima y finalmente no lo hice, lo cual quizás haya sido mejor para poderla apreciar por su valor intrínseco y no tanto por la comparación.
Aun así, descubrí con sorpresa que recordaba más de lo que creía y en la medida que la trama se iba desarrollando me venían a la memoria las imágenes que, como siempre ocurre al leer una novela, yo mismo me había hecho mientras leía. Algunas se parecen mucho y otras son algo diferentes, pero cuesta saber hasta qué punto eso no es producto de la diferencia de percepción que genera haber leído algo de adolescente y rememorarlo cuatro décadas después.
Sin embargo y por muy distorsionados que pudieran estar mis recuerdos, me alcanzaron para encontrarle a la serie una gran fidelidad al material de origen, por momentos diría hasta exagerada y quizás pecando de cobardía, pero es entendible a la luz del carácter de obra fundamental e icónica que el mismo tiene. Ya para empezar, hay un relato en off que acompaña toda esta primera temporada y por momentos se vuelve algo cargoso, pero que busca, según lo entiendo, producir una sensación semejante a la de leer el libro ya que las frases de García Márquez están reproducidas de forma textual.
Recordemos que Cien Años de Soledad es una novela mayormente narrada en tercera persona y con márgenes mínimos para el diálogo, algo que, obviamente, iba a diferir al volverse la historia audiovisual. El relato en off apunta justamente a recrear esa sensación y evidencia de parte de los responsables de la serie un temor reverencial a salirse de la letra escrita.
Esta primera temporada consta de ocho episodios que recorren la mitad de la novela o quizás algo menos: es difícil decirlo porque hay un ordenamiento distinto al darle un eje cronológico a lo que en el libro son historias que van y vienen en el tiempo.
Cinco son dirigidos por Alex García López, quien ha tenido a su cargo episodios de Daredevil, The Witcher, Fear the Walking Dead o Star Wars: The Acolyte entre otras (todas series de las que pueden leer nuestros análisis pinchando en los respectivos links), y el hecho de que sea argentino y nacido en Buenos Aires pareciera cerrar un círculo ya que fue allí donde por primera vez se publicó la celebrada novela. Los otros tres capítulos están dirigidos por la colombiana Laura Mora, cuya película Los Reyes del Mundo se alzó en 2022 con la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián.
Volver a Macondo
La historia comienza a mediados del siglo XIX con el amor prohibido entre José Arcadio Buendía (Marco Antonio González) y Úrsula Iguarán (Susana Morales), sobre quienes, por ser primos hermanos, la madre de ella anuncia espantosas calamidades que incluyen el nacimiento de hijos deformes y con cola de cerdo, así como terribles desgracias para la comunidad.
En virtud de ello, Úrsula teme a tener relaciones con José Arcadio y la situación toca su punto álgido cuando un lugareño llamado Prudencio Aguilar (Helbert Sepúlveda Escobar), resentido por haber perdido una riña de gallos, se mofa de él diciendo que su gallo podría satisfacer mejor a su esposa. El asesinato de este por parte de José Arcadio hace que la pareja deba marcharse en busca de nuevos horizontes, pero no están solos en su peregrinar y hay unos cuantos que los siguen.
La idea de él es encontrar el mar y establecerse en la costa, pero por muy convencido que esté de lograrlo, no hay rastro del mismo sino solo una interminable ciénaga en la cual dan todo el tiempo vueltas en círculos. Cambio de planes: José Arcadio anuncia al resto que se instalarán allí y la población que fundarán, por un sueño que tuvo, se llamará Macondo.
A partir de ello, dan lugar a una comunidad prácticamente utópica en la cual nadie decide por los demás y las casas son construidas y dispuestas de tal modo de tener todas la misma cantidad de agua y luz. Y a pesar de los temores, Úrsula da luz a tres niños que, contra el supuesto destino que según su madre le acompañaría donde fuera, lucen perfectamente humanos y sin la temida cola de cerdo.
Todo ello mientras José Arcadio (de adulto Diego Vásquez) se entrega cada vez más a su fascinación por la ciencia, sobre todo tras trabar amistad con Melquíades (Moreno Borja), el líder de un grupo de gitanos que visita cada tanto Macondo con las últimas “novedades” del mundo exterior como el imán, la brújula, el astrolabio y… el hielo.
El primero de los niños, al igual que su padre, recibe el nombre José Arcadio (García Márquez se burla de la regla no escrita de no repetir nombres en una misma novela, lo cual termina siendo más realista), el segundo es Aureliano y la tercera Amaranta. Es fundamentalmente Aureliano (de niño Jerónimo Barón y de adulto Claudio Cataño), quien va tomando lugar cada vez más decisivo en una comunidad cuya historia termina siendo un compendio de la de Colombia y donde los ideales igualitarios del principio acaban corrompidos por los mismos vicios de toda sociedad y especialmente por la política.
A Macondo llegará primero el corregidor Moscote (Jairo Camargo), luego la Iglesia y por último la “democracia”, cuyo carácter fraudulento dará lugar a un enfrentamiento entre liberales y conservadores que acabará con carácter de guerra abierta en la que Aureliano tomará partido y asumirá liderazgo.
Pero, claro, esto es realismo mágico y todo ocurre en un contexto en el que las personas levitan, mueren más de una vez o sufren una peste que no les deja dormir. Los mitos y fantasías están tan imbricados en la realidad que son parte de la misma y termina siendo irrelevante que sean ciertos o no: lo importante, diría Lévi-Strauss, es que la sociedad crea en ellos.
Prueba Superada
La adaptación es soberbia en los aspectos técnicos y visuales. La recreación de Macondo (recordemos que se edificó un pueblo completo) es absolutamente increíble como también la fotografía que, a cargo de Paulo Pérez y María Sarasvati, logra muy bien suplir la poesía que, aun en prosa, destila el texto original (justamente por ello es que me parece innecesario insistir tanto en el relato en off).
La prueba, convengamos, era difícil. Más que prueba, era un desafío con todas las letras y hay que reconocer el mérito de haber sabido llevar adelante una adaptación allí donde parecía imposible y de manera tan respetuosa, pues si se puede acusar de algo a la serie es, por el contrario, de no haber tenido algo más de audacia en despegarse de la novela.
Pero a la vez hay una gran valentía en respetar un tono original que hoy sería visto como incorrecto. Entre las muchas atrocidades que me ha tocado leer a propósito de esta serie, me he encontrado con supuestos críticos quejándose de que la misma glorifica la pederastia, un tema sobre el cual ya produce pereza regresar, al igual que repetir hasta el hartazgo que en las sociedades más tradicionales ese tipo de prácticas eran habituales.
Es absurdo, por lo tanto, hablar de glorificación. No sé en qué momento pueda haberse instalado, irónicamente desde un supuesto progresismo, la idea de que el arte debe ser un compendio de moral ejemplificadora, una visión muy parecida a la de los regímenes más autoritarios, funestos y censores que ha conocido la humanidad. Eran los reyes medievales, por ejemplo, quienes obligaban a sus bufones o trovadores a entronizar la moral vigente en sus creaciones.
De lo que se trata es de darle realismo a la ficción y es perfectamente lógico entonces que la historia presente no solo pederastia, sino también incesto, asesinato y violación, todos puntos que corrían el riesgo de ser borrados por Netflix y, sin embargo, allí están.
Ojo: no es que no haya alguna concesión y apelo a la memoria de los lectores por el tiempo que hace que leí la novela pero, hasta donde recuerdo, el matrimonio entre Aureliano y Remedios Moscote (Cristal Aparicio), la hija del corregidor, se producía con ella todavía siendo niña y sin haber llegado a la pubertad, mientras que aquí hay un compromiso de esperar a que le llegue la primera sangre menstrual para que él la pueda tomar como esposa.
Lo mismo me pareció con respecto a Úrsula, a quien recuerdo como mujer tenaz y capaz de sobreponerse a todas las adversidades, pero no sé si tan empoderada como aquí la vemos. Lo que sí es cierto, y allí se respeta la letra de García Márquez, es que las mujeres de la historia son en general más realistas y pragmáticas que los hombres, habitualmente más soñadores (como José Arcadio) o idealistas (como su hijo Aureliano).
Las actuaciones están en general a la altura de la propuesta, destacándose especialmente Marleyda Soto en el papel de la Úrsula mayor, como también Nicole Montenegro y Laura Grueso dando vida respectivamente a las versiones infantil y adulta de Rebeca, la misteriosa niña huérfana a quienes los Buendía terminan criando como una hija más y que teniendo, entre otras cosas, la desagradable costumbre de comer tierra, adquiere un papel central en la peste del insomnio.
Tengo mis reservas con Aureliano, pero no porque Claudio Cataño no entregue un buen trabajo, sino por la construcción del personaje mismo, pues creo no haberlo imaginado con un perfil tan introspectivo en la novela y se repite todo el tiempo en una permanente mueca de susto con ojos bien abiertos. Ya sé que es el efecto buscado, pero repito y a riesgo de equivocarme, que no es así como lo recuerdo o lo había imaginado.
La serie, además, no se permite concesiones en cuanto a la violencia y a veces bordea lo gore con momentos realmente impactantes como los que tienen que ver con la batalla entre conservadores y liberales. Y lo mismo ocurre con las escenas que involucran a animales, que pueden llegar a herir sensibilidades: en algunas, como la del burro, se puede advertir fácilmente que se ha usado tecnología digital, pero la riña de gallos se ve bastante real y no digo que la hayan recreado para el rodaje, pero no sería raro que hubieran filmado una en algún ambiente rural o marginal.
Hay quienes se han quejado del acento de los personajes, que no encajaría con el colombiano caribeño. No puedo opinar allí por mi falta de conocimiento, pero sí puedo decir por mis orígenes familiares que el acento italiano del maestro de música Pietro Crespi se oye sumamente impostado y lo raro es que el actor que lo interpreta (Ruggero Pasquarelli) es justamente italiano, aunque criado en Argentina y estimo que desde muy temprano porque no se advierte ni pizca de su origen cuando habla español. Y lo que sí me pareció un gran detalle de humor es que cuando se pronuncia en la serie el apellido Buendía, se lo hace con la misma entonación que si se estuviera saludando…
Balance de Temporada
Ha sido 2024 un buen año en adaptaciones a la pantalla de la literatura latinoamericana, pues se estrenaron tres series basadas en títulos icónicos, tales los casos de Pedro Páramo (también en Netflix) y Como Agua para Chocolate (en Max) además de, por supuesto, Cien Años de Soledad, la que nos ocupa.
El desafío era realmente grande. No solo por la particular estructura narrativa de la novela, sino también por el peso que la misma ha adquirido ya para esta altura en la cultura masiva, un referente tan alto que alcanza la dimensión de intocable.
El propio García Márquez, de hecho, no autorizó en vida que fuera adaptada. Lo más cercano fue Eréndira, película de 1983 para la cual él mismo escribió el guion y cuyos personajes fueron justamente presentados en Cien Años de Soledad (de hecho tanto la cándida Eréndira como su abuela desalmada aparecen en esta serie), pero habían tenido en el medio su propia novela de título kilométrico en 1972 y la película se basaba fundamentalmente en la misma (sería bueno que quienes acusan a García Márquez de glorificar la pederastia o la prostitución infantil le echaran ojo).
Ignoro de qué forma se consiguió finalmente obtener los derechos, pero los hijos del Gabo aparecen como productores ejecutivos, lo cual habla a las claras de que se llegó a algún acuerdo con los herederos legales.
Amén de ello, Netflix ha superado las expectativas con una serie que dista de ser perfecta y por momentos, como he dicho, peca de cobardía al no atreverse a despegar lo suficiente, pero que por otra parte capta muy bien el espíritu de la novela en sus simbolismos y en su sentido final, pues Cien Años de Soledad es en definitiva una historia sobre la muerte y, como su título lo indica, sobre la soledad: Melquíades ha regresado del mundo de los muertos precisamente porque se sentía solo.
Por suerte, la serie ha sido un éxito y la segunda temporada ya está confirmada, la cual, se supone, dará por cerrada la novela, pues hasta aquí han pasado tres generaciones de Buendía y son siete. Además, según se anuncia, llegará antes de lo que podríamos haber previsto, estando su estreno programado para junio.
Queda por determinar si la propuesta puede llegar por igual a quien jamás haya leído la novela original o siquiera algo de García Márquez y creo, en ese sentido, que la serie es lo suficientemente autónoma para ser entendida más allá de guiños o referencias para los lectores del Gabo, incluso algunos relacionados con su vida privada o con declaraciones que él mismo hiciera en vida y que aquí aparecen en boca de sus personajes.
Y si bien es cierto que para un primerizo puede hacerse difícil entrar en el particular y fascinante mundo que el Gabo plasma en su novela, también lo es (y allí puede estar lo mejor) que, como el imán de Melquíades, la misma pueda atraerlo a su lectura. Ojalá así sea…
En unos meses más, nos reencontramos en Macondo para analizar la segunda temporada. Hasta entonces y sean felices…
Muy buena reseña de Rodolfo Del Bene.
Bastante bien esta adaptación de unos de los mejores libros que he leído en toda mi vida. Aunque tengo que decir que esa lectura fue hace como 25 años hehe…
En varias ocasiones había querido releer el libro, pero nunca lo hice, y en este caso resultó a favor, ya que si lo hubiera vuelto a leer en tiempos más recientes solo me la hubiera pasado comparado el libro con la serie todo el rato.
En general me ha parecido bastante fiel a lo que recuerdo haber leído y sin meterle algún tipo de censura.
Visualmente es espectacular, el trabajo de fotografía, los escenarios y vestuarios, están para sacarse el sombrero, además de lo bien que está recreado la sensación de “paso del tiempo” tanto en los personajes como en el mismo Macondo.
Lo único que sí sentí es que narrativamente me pareció mucho más pausada que en el libro. Como lo recuerdo, García Márquez le imprimía un ritmo bastante dinámico a la novela, en cambio, aquí en la serie había muchos momentos que sentía que tenían que apretarle el acelerador. Ahora, no es que esto sea un defecto de la serie per se, igual ya será mera cuestión de gustos, además de que los lenguajes literarios y cinematográficos son distintos. Aun así, me hubiera gustado tener un ritmo más ágil en la serie.
Y lo del narrador off tampoco me convenció, no sé bien si se deba al tono de voz que decidieron emplear o que me pareció demasiado redundante o muy impostado y falto de fuerza (o una combinación de todo eso), pero definitivamente esa narración sentía que algo faltaba para que funcionara de mejor forma.
Por lo demás, 8 capítulos muy buenos y que disfruté bastante, además del enorme gusto que me dio ver en los créditos que prácticamente toda la producción es puro talento colombiano y latinoamericano (claro, entendiéndose que es una producción de una empresa tan estadounidense como Netflix).
Espero con gusto una segunda temporada, porque todavía hay muuuucho que contar.
Saludos desde el “realismo mágico” de México 👋👋
Hola Javier: muchas gracias por comentar y veo que prácticamente coincidimos, no solo en la apreciación general sobre la serie sino en las vivencias relacionadas con la lectura del libro, el tiempo transcurrido y el hecho de que no haberlo releído termine finalmente siendo una ventaja y no un problema.
Es posible lo que dices del ritmo más pausado. En mi caso, hace todavía más tiempo que leí el libro, pero también me parece recordar que las cosas discurrían con mayor agilidad y esa es la razón por la cual (a pesar de lo poco que García Márquez usa los diálogos) me había hecho la imagen de personajes más verborrágicos. De allí que me sorprendiera tanto el aire algo introspectivo y parco de algunos de ellos, muy especialmente de Aureliano. También creo recordar que Melquíades tenía un papel mayor. Pero bueno, coincidimos en que ha sido una muy buena adaptación y más aún considerando lo difícil de la apuesta.
Un saludo y gracias por el aporte!
Gracias por responder el comentario Rodolfo. Esperemos en un futuro cercano leer tu reseña de la segunda temporada 😊