El Ministerio del tiempo, tras mucho tiempo de espera y un muy buen primer capítulo, continúa con su buena racha en la tercera temporada, y debido a que Fernando no puede hacer el análisis de éste capítulo, yo he sido la que ha tomado el relevo.
Este análisis tiene spoilers.
En “Tiempo de espías” podemos observar una vez más como el presupuesto de Netflix ha influído en la calidad de la serie en lo que a efectos especiales o ambientación se refiere. No sólo porque ya podemos ver tiroteos bastante bien hechos, en los que la sangre sale a tiempo del cuerpo, sino sobre todo en pequeños detalles respecto a la fotografía o la calidad de la imagen. No hablemos ya de lo sorprendida que me he quedado con el hecho de que la serie hiciese algo nunca antes visto salvo en la intro, y es una más que decente animación acompañando a la explicación de la operación “Mincemeat”.
La inversión de Netflix y el subidón de calidad cinematográfica se agradece, sobre todo cuando se han visto (y se verán, no lo dudéis) intentos descarados de copia a la serie con peor calidad argumentativa pero con diferencia de millones de dólares en su presupuesto. Sí, hablo de “Timeless”, de la NBC.
Por otra parte, la serie se mantiene en su línea con sus españolísimos diálogos y continuas alusiones tanto a la Historia de España como a sus costumbres. Yo no soy especialmente del gusto de las series españolas, pero creo que uno de los puntos fuertes de ésta es lo arropado que te hacen sentir en el caso español, cosa que no sé si conseguirán hacer en otros países, aunque tengo esperanzas puestas en que así sea. Y es que no lo olvidéis, El Ministerio del Tiempo, una de las mejores series del momento, siempre está andando por la cuerda floja.
Una de las cosas que por lo menos yo he echado más en falta en éste capítulo, que es algo que sé que no le pasa a todo el mundo, es al personaje de Julián, cuya despedida de la serie fue forzada y bastante chapucera, sobre todo por las tramas abiertas que se dejan respecto a Amelia en las anteriores temporadas. Tampoco se podía hacer mucho, teniendo en cuenta cómo Rodolfo Sancho dejó en la estacada a todo el equipo. En cualquier caso, Pacino, personaje cliché número uno, toma su relevo, y una vez más vuelve con su más que ya desgastada gracia haciendo referencias que sólo él, entre los protagonistas, conoce. Ojo, a mí las referencias me hacen ilusión, pero no estaría mal que buscasen otro recurso para introducirlas. Por otra parte no le han dedicado el tiempo que le pusieron en el anterior capítulo (menos mal), demostrándonos una vez más cómo un personaje con su lado oscuro es probable que al final deje Konoha, pero finalmente vuelva al lado de la luz.
La historia de Lola Mendieta no ha conseguido hacer la mella que podría en el espectador, pero ha sido un buen punto para tocar, desarrollar y conocer un poco más al personaje de Salvador (que todo hay que decirlo, hay que ver qué fuerte es el hombre caray), junto con sus constantes contradicciones. Parece que el discurso filosófico de si el tiempo es el que es o podría no serlo va avanzando más capítulo a capítulo, y puede que el hecho de que William Martín cumpliese su papel (o no) aunque la historia cambiase parece que nos acerca un poco más a la respuesta que da la serie.
El papel de Aura Garrido como Amelia mantiene su línea, y me pregunto cómo variará o qué harán teniendo en cuenta que Aura ha dejado claro que su papel en esta temporada va a quedarse un poco aparte, y que probablemente falte unos cuantos capítulos. ¿Es la maldición de ésta serie? francamente, espero que no.
El Ministerio del tiempo consigue así mantenerse en su línea un capítulo más, en mi opinión mejor que el introductorio a pesar de sus muy logradas y bien avenidos guiños a Hitchcock. Como de costumbre, la serie mantiene su manejo del tiempo de manera chapucera y con más brechas que otra cosa, no sólo por los viajes en el tiempo, sino por cosas tales como que en el tiempo en el que William sale hacia la playa para morir con honor, a Alonso le da tiempo a vestirse con traje y corbata y el primero aún está saliendo. Aun así, estos fallos se suplen con el cariño que tiene la serie puesta, que no es poco, junto a unos diálogos hechos por y para españoles, una ambientación y rigor histórico impecable y unos personajes carismáticos que consiguen hacer de El Ministerio del tiempo la buena serie que es.