Bienvenidos una vez más a las aventuras de Mando y el primo de Yoda. Tras unos capítulos un tanto anticlimáticos y sin avance alguno en la trama principal, nos sumimos de lleno en la sexta entrega de la serie en busca de respuestas.
Otra parada más en el camino…
Si bien ya veníamos comentando lo anecdótico –salvando detalles de background aquí y allá– de los últimos episodios, en esta nueva entrega nos topamos de nuevo con lo mismo: Mando tiene que hacer una parada porque necesita dinero y contacta con un viejo conocido. Este conocido se trata de Ranzar Malk, un antiguo compañero de andanzas del mandaloriano con el que ahora se vuelve a cruzar. Malk necesita un hombre más para la misión, pero si realmente quiere a Mando es más bien por su nave, ya que se encuentra fuera del radar del antiguo Imperio y de la Nueva República. La misión, aunque planteada como un simple rescate en un principio, se demuestra más peliaguda con el descubrimiento de que el individuo en cuestión no ha sido capturado, sino que lo detuvo la República y se encuentra en una prisión de alta seguridad.
A pesar de las reticencias de Mando, la garantía de que los guardias son droides y la recompensa terminan por convencerlo, a pesar de las cada vez más evidentes discordancias o tensiones con el resto del grupo. Un grupo interesante en el que destacan dos personas: Mayfeld y Xi’an. El primero es un antiguo francotirador del Imperio con dudosas intenciones y un peligroso estigma con no querer ser confundido por stormtrooper (famosos por su mala puntería). Y la más interesante de los dos, Xi’an, mujer con la que Mando compartió un pasado, uno que se da a entender que fue más allá de las misiones, dejando caer que quizás hubiesen intimado y ella pudiera haberle visto la cara.
Mando’s Eleven
Con esta premisa establecida, el capítulo se pone en marcha sin demasiados miramientos en un misión más digna de George Clooney en Ocean’s Eleven que de Star Wars. Durante el camino, la tensión se hace cada vez más evidente, teniendo lugar ya claras provocaciones a Mando y a los mandalorianos, bromeando incluso con la posibilidad de que sea un Gungan –ver a Jar Jar tras el casco no sé si sería un movimiento catastrófico o de pura genialidad, probablemente las dos–, pero su trifulca se ve interrumpida con la aparición del bebé Yoda, que lamentablemente tendrá una presencia más bien anecdótica en el resto del capítulo, rompiéndonos el corazón cuando se cae y escondiéndose de manera endiabladamente adorable del droide Zero.
En la nave-prisión, el grupo se pone manos a la obra en busca del prisionero, pasando a través de un variopinto grupo de presos entre los que podemos distinguir a un oficial del Imperio. Todavía escépticos y reticentes a la presencia de Mando, la cual consideran innecesaria, el resto del grupo le dejan enfrentarse solo un numeroso grupo de droides, una muestra más de que tarde o temprano esta tensión va a estallar. La pandilla antisistema termina llegando a la sala de control, donde se encuentran con un imprevisto: hay un oficial humano. Aquí apreciamos de nuevo la deriva del personaje de Mando, siendo la voz de la razón y de la compasión al tratar de evitar la muerte innecesaria del hombre, aunque de poco termina sirviendo ya que Xi’an lo asesina mientras el resto discute. Una muerte que no fue del todo en vano ya que consigue activar una llamada de emergencia a la Nueva República, lo que les pone en una contrarreloj.
Nunca te fíes de nadie
Tras los contratiempos, el grupo llega al final a la celda del objetivo y Mando es traicionado. El preso se encontraba en esa tesitura por culpa del mandaloriano y lo terminan dejando encerrado como venganza, planeando quedarse con su parte del botín, la nave y al bebé. Pero esta situación no dura demasiado y Mando no tarda en escaparse y vengarse entre luces rojas –como si de una película de terror se tratase– de todos y cada uno de los integrantes del grupo. Le da tiempo incluso tiempo de rescatar al moco verde que, tras las averiguaciones sobre el pasado del mandaloriano que hizo el droide Zero, se encontraba a punto de terminar con el bebé. Y, aunque es un alivio que no le haya pasado nada, creo que es una oportunidad perdida, pues la serie lleva acusando una pérdida de relevancia del bebé cincuentón y su conexión con la fuerza.
Sea como fuere, a Mando solo le queda una persona con la que lidiar y se trata del hermano de Xi’an. De nuevo, aquí tenemos una nueva muestra del código moral del mandaloriano al perdonarle la vida tanto a él como al resto de los del grupo. Mando regresa con Malk y le trae al objetivo. Haciendo honor al código, Ranzar no hace preguntas sobre lo que le ha pasado al resto y le da el botín, pero a la que este se marcha ordena que lo maten. Quizás siempre fue su objetivo y solo lo quería utilizar para esta misión, pues desde el primer momento sabemos que es consciente de las tensiones y problemas de Mando con el gremio, aunque quizás solo sea movido por la venganza por lo ocurrido al resto de sus compañeros. Es aquí cuando vemos el último as en la manga del protagonista cuando en un momento de despiste, le dejó el transmisor de ayuda del oficial muerto al hermano de Xi’an. Los X-Wings –conducidos por Dave Filoni, Rick Famuyiwa, y Deborah Chow, todos directores de la serie– no tardan en aparecer y eliminarlos.
Quedan dos capítulos…
A mi parecer, otro capítulo desaprovechado. Como ya dije en el anterior análisis, esta serie entretiene casi sin querer y rara vez se me hace larga o tediosa verla. El tedio llega por otro lado y viene de la mano de la intrascendencia. No logro entender del todo la progresión que ha seguido la serie en estos tres últimos episodios, pues una dinámica de aventuras episódicas sería comprensible en una serie de 22 capítulos, no en una de 8. El problema de tomar tangentes en una serie de tan corta duración es que la urgencia del objetivo y el sentido del mismo se diluyen muy deprisa, causando desconexión de la trama y del propósito.
Quizás parte del problema provenga de la distribución de la información, pues las tres primeras entregas empezaron muy fuerte, sentando rápido las bases de una historia que, aunque simple, era de amplias miras y proyecciones. Si esta información la hubieran administrado mejor y dividido en todo el grueso de la temporada, es probable que The Mandalorian consiguiera lo que creo que pretende: meternos e implicarnos en el viaje y aventuras intergalácticas de Mando y el bebé. Pero estableciendo esa contrarreloj tan rápido solo han conseguido dar la sensación de promesas incumplidas y de que, en el fondo, no tenían demasiado que contar. Prueba de ello es el bebé Yoda mismo, que ha quedado reducido a tan solo un reclamo y objeto de merchandising, uno increíble y maravillosamente adorable, pero sin más peso más allá de resaltar lo mono que es (aunque lo sea). Espero que la serie recupere el hilo en estos dos últimos episodios y podamos terminar de construir un poco más lo que nos prometieron al inicio de la serie.
Real que he dado un grito ahogado cuando se ha caído Yodita :_(
Es 99% fanservice; pero qué fanservice…
Creo que dejaste pasar un detalle… al final Mando le dice a yodita “te dije quera mala idea”, quizas dandonos a entender que ya se comunican y que lo del bebe quedando en la nave y provocando al robot no fue pura casualidad sino parte del plan.