Es difícil definir qué es una obra maestra. En lo que respecta al mundo del cine, para muchos será una magistral adaptación de una novela que hayan disfrutado. Para otros, una película objetivamente sobresaliente a todos los niveles. Para mí, una historia que cale tanto en mí que, días después de haberla visto, aún siga conmigo. Esto fue lo que me pasó con Oppenheimer.
Este artículo no es una crítica, que para eso ya tenemos la de mi compañero Juanma en esta sacrosanta web. Más bien nos centraremos en analizar la narrativa de la película para aquellos que ya la hayan visto y añadir mi punto de vista sobre el mensaje de la misma.
Este análisis incluye SPOILERS de Oppenheimer.[sg_popup id=”474931″ event=”inherit”][/sg_popup]
En esencia y como todos sabemos, Oppenheimer es una biografía, una película histórica que bien se podría haber narrado de forma clásica y cronológica, al estilo de películas como Una mente maravillosa. Sin embargo, Christopher Nolan, siendo un cineasta clásico, se muestra profundamente innovador en lo que respecta a la estructura narrativa de sus películas, aspecto que le ha granjeado amores y odios.
Nolanistas vs Nolanhaters: El origen
Sorprende la fragmentación de la película. A diferencia de Origen (los niveles oníricos), Memento (las alteraciones mnésicas), Interstellar (los agujeros negros) o Tenet (la máquina que avanza retrocediendo), en Oppenheimer no existe una justificación física para fragmentar la trama de la manera en la que la vemos. Como en El Truco Final con su punto de vista epistolar, Nolan elige la narración en primera persona para dos protagonistas distintos.
La pregunta es por qué…
FISIÓN: Prometeo robó el fuego y se lo entregó a los humanos.
La película comienza con una frase sobre el mito de Prometeo que se articula en dos hechos: acción y reacción. Acto y consecuencia. Ambas unidas por un interludio que es la clave de Oppenheimer.
La acción, el acto, está rodada en color y representa el punto de vista de Robert J. Oppenheimer. Mientras la película aparece en este formato, jamás contemplamos nada que no sea lo visto o pensado por el protagonista. Así, las imágenes de ondas y luces que Nolan nos intercala entre planos del rostro del protagonista reflejan cómo el científico vive obsesionado por las presuntas partículas que componen todo lo que nos rodea.
Esta vertiente narrativa recibe el título de fisión. Aunque se explica en la película, lo repito: fisión nuclear es la rotura o división de un núcleo atómico pesado en dos o más fragmentos de tamaño aproximadamente igual, acompañados de algunos neutrones y de gran cantidad de energía.
Este es el mecanismo de la bomba atómica diseñada por Oppenheimer. Utilizando la combinación de diversos hallazgos descubiertos por distintos científicos como Einstein (Tom Conti), Bohr (Kenneth Branagh) o Lawrence (Josh Harnett), Oppenheimer crea una bomba de un poder destructivo nunca antes visto.
Durante toda la película, Oppenheimer defiende el desarrollo de esta arma confiando en que la humanidad, consciente del potencial poder destructivo de una bomba capaz de arrasar con decenas de miles de personas, decida dejar atrás todo atisbo de conflicto bélico y llegar a una cooperación internacional marcada por la responsabilidad que da un poder así.
La narración de Christopher Nolan es tan efectiva que, sabiendo lo que va a ocurrir en Hiroshima y Nagasaki, nos emocionamos con el triunfo del ensayo Trinity y la primera muestra de poder de la bomba de fisión. Nos ponemos de parte de unos científicos que, al convertir la teoría en práctica, se convirtieron en los asesinos materiales de miles de personas.
Alcanzada la cumbre del éxito con el desarrollo de la bomba, sobreviene la culpa por las víctimas japonesas que no ha (ni hemos) llegado a ver.
Pero esta culpa es doble.
Por lo que los humanos ya han hecho con la recién adquirida bomba.
Por lo que pueden hacer.
EL NÚCLEO: Los dioses le castigaron por ello.
Muchas críticas mencionan a Ciudadano Kane como una de las principales referencias de Oppenheimer. Más allá del carácter biográfico de la cinta, en lo narrativo destaca el uso de una excusa argumental en forma misterio para desencadenar toda la estructura narrativa de la trama.
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En el caso de Ciudadano Kane, la película se narra como una investigación periodística de una figura compleja como Charles Foster Kane a partir de la última palabra que exhaló antes de morir: Rosebud. Y toda la película gira en torno al significado de esa palabra, que no desvelaré. Mejor id a ver la película.
En cuanto a Oppenheimer, el suceso que desata la particular estructura narrativa de la película y que da sentido a esta es una conversación entre Oppenheimer y Einstein.
Para situarnos, Einstein es, probablemente, el genio científico más conocido del siglo XX. Si bien aparece unos minutos en las tres horas que dura la película, es una figura de referencia para Oppenheimer, aunque discrepen en opinión.
Por ello, podemos decir que Einstein es “dios” en esta película, el primero que abrió camino al “fuego”, es decir, a la bomba atómica.
Y Einstein, al revelarse la aterradora verdad de que Oppenheimer ha desarrollado la bomba a sabiendas de que puede ocasionar una reacción en cadena sin fin que destruya el mundo, reacciona de forma análoga a esos dioses que descubrieron que Prometeo había entregado el fuego a los humanos.
Lo castiga.
Mientras que los dioses atan a Prometeo a una montaña para que los cuervos devoren sus ojos, Einstein únicamente niega el saludo y la palabra a Lewis Strauss de por vida, desencadenando la segunda vertiente narrativa de la trama.
FUSIÓN: Porque Prometeo desconocía el uso que la humanidad podía hacer del fuego.
Esta última parte de la frase es invención mía pero bastante pertinente para la segunda vía narrativa de Oppenheimer, que es la protagonizada por Lewis Strauss.
Mientras que la parte en color surge del punto de vista de Oppenheimer, el blanco y negro nos sitúa desde los ojos de Strauss. El motivo de utilizar esta opción es doble: diferenciarse de la primera vertiente narrativa y recalcar lo auténtico de una audiencia cuya transcripción está reflejada tal cual en la película.
Esta vertiente se denomina fusión. La fusión nuclear es la reacción que se produce cuando dos núcleos poco densos sometidos a elevadas temperaturas se fusionan y forman un núcleo más pesado, liberando una gran cantidad de energía nuclear.
Este es el mecanismo de la bomba de hidrógeno, el siguiente paso en la escalada nuclear tras la bomba atómica. Mientras que Oppenheimer intenta que se controle la proliferación de armas nucleares, Strauss busca fomentar que se desarrolle la bomba de hidrógeno para seguir teniendo ventaja material sobre la Unión Soviética.
Este enfrentamiento en principio ideológico y político se convierte en algo personal que termina destruyendo a Oppenheimer.
A diferencia de Prometeo, que fue castigado por los mismos dioses, Oppenheimer es humillado por sus propios compatriotas, aunque este castigo fuera desatado por el “dios” Einstein.
Strauss, como buen narcisista, imagina que la conversación entre dos gigantes intelectuales como Oppenheimer y Einstein versa sobre él. Por eso, cuando Einstein rechaza su saludo, entiende que Oppenheimer le ha vuelto en su contra.
No entiende que Einstein le ha negado la palabra porque sabe que Strauss tiene la capacidad de destruir el mundo y, lo que es peor, sería capaz de destruirlo solo por salvaguardar su propio interés, por muy estúpido que suene esto. Vamos, ser el rey de las cenizas.
Por ello, Strauss desata toda una venganza que termina por arrasar a Oppenheimer y dando la razón a Einstein: los humanos no deberíamos tener al alcance un poder así por nuestra innata tendencia a la destrucción.
Así, Oppenheimer sufre doble castigo: el de un ser humano como él que es mano ejecutora de lo que dictan los dioses y el de la dolorosa verdad de que los dioses tenían razón.
Una verdad que, aunque sabemos a ciencia cierta antes de acceder a Oppenheimer, se vuelve tremendamente emocionante gracias a la estructura que ha elegido Nolan para su película.
Y también una certeza que nos traslada a la situación actual. Mientras que la fisión habla de lo realizado, la fusión refleja lo que podría pasar si seguimos por este camino de tensión nuclear.
Así, Oppenheimer cumple con un requisito de excelencia de cualquier obra histórica: utilizar un episodio concreto del pasado para situarnos en el presente y advertirnos del futuro.
En definitiva, Oppenheimer es el final (de momento) de un largo camino de obras maestras que convierten a Christopher Nolan en un mago de la narrativa. En un director experto en fracturar la trama para condensar el drama y que este sea más impactante. Es decir, fisionar la narrativa para fusionar el conflicto.
¡Un saludo y sed felices!
¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!