El crecimiento exponencial de la tecnología es algo que nos sigue pillando a todos por sorpresa. Es curioso ver como los autores de ciencia-ficción de finales del siglo XX imaginaban el futuro como un mundo altamente tecnificado lleno de androides y coches (o monopatines) voladores, pero ninguno jamás dio con la clave de que hoy en día llevaríamos un aparatito de tamaño ínfimo en nuestros bolsillos con el que no solo podríamos comunicarnos con el resto del globo en segundos, sino que además nos daría acceso inmediato al conocimiento completo de la raza humana. Y la cosa no acaba ahí, redes sociales, coches que se conducen solos, chips dentro del cuerpo… cosas que hace unos pocos años parecían castillos en el aire son hoy en día una realidad absoluta, esperando su turno para entrar en el reino del “mainstream” y en nuestras vidas. Pero, ¿Es oro todo lo que reluce? El acoso en las redes sociales, crímenes en streaming, chips en nuestro organismo que permitirían conocer nuestra localización exacta… ¿Cuál es el momento de decir basta?, ¿Dónde empieza y termina la privacidad?, ¿En que nos está convirtiendo la cultura digital?, ¿Podemos o debemos pararlo?
Estas son algunas de las preguntas que nos plantea ‘El Círculo’ el último thriller tecnológico del director estadounidense James Pondsoldt (Aquí y ahora, El último Tour) que nos cuenta la historia de Mae Holland (Emma Watson) una joven brillante atrapada entre las grises paredes de un deshumanizante cubículo a la que le toca la lotería (metafórica) de entrar a trabajar en ‘El Círculo’ una empresa de nuevas tecnologías a medio camino entre Google y Apple, situada en un inmenso campus cercano a la bahía de San Francisco. Con la ayuda de su amiga Annie (Karen Gillian) Mae se adaptará a su nuevo trabajo en un entorno de ensueño y conocerá al carismático Eamon Bailey (Tom Hanks) un trasunto de Steve Jobs cuya gran visión es la de “conectar al mundo entero” a través de una a priori utópica sociedad totalmente transparente. El primer paso es la creación de ‘See Change’ una red de diminutas cámaras inalámbricas que según el magnate tecnológico servirán para acabar con la tiranía de regímenes autoritarios y la delincuencia en nuestra sociedad. Mientras hordas de fanáticos con el seso sorbido le vitorean desde el auditorio, la expresión entre el espanto y la admiración de Mae nos dan una pista clara de por donde va a ir la película.
El mundo liberal y utópico de Eamon Bailey está a un pequeño paso de sumergirse completamente en el terreno del 1984 de Orwell, un gran hermano global en el que el problema no es “la policía del pensamiento” sino la pérdida total de la privacidad y la identidad del individuo. A lo largo de su periplo, Mae irá integrándose más y más dentro de la “comunidad” del Círculo, algo que traerá sus ventajas y desventajas, mientras que las innovaciones tecnológicas ayudarán a su familia (su padre, interpretado por un inmenso Bill Paxton en su actuación final, padece esclerosis múltiple) la constante obligación de compartir todos los datos de su vida personal convertirá su día a día en algo espeluznante. Poco a poco, Mae se irá dando cuenta de que El Círculo no es exactamente el paraíso que ella anhelaba y será su encuentro con Ty (John Boyega), un antiguo mandamás desencantado con las políticas de la organización, lo que cementará su decisión de cambiarla desde dentro -algo que se traduce como uno de los puntos fuertes de esta producción.
Si bien este tipo de películas suelen caer rápidamente en el tópico de “la tecnología mal usada es dañina y tenemos que rebelarnos contra ella” El Círculo toma un cauce más complejo, con más matices. La película se preocupa muchísimo de darnos una de cal y otra de arena y de reflejar tanto los puntos luminosos del uso tecnológico como su lado oscuro, y es que la tesis final es que la tecnología ni es buena ni es mala, es el uso que le damos nosotros lo que la puede convertir en nuestra salvación o destrucción. Como nuestra protagonista expone dentro del propio film: “Si hay un accidente de avión, la gente no deja de volar, sino que crea aviones más seguros”. En última instancia ‘El Círculo’ peca de querer ser algo más trascendental de lo que es, proponiéndonos un cambio de paradigma hacia el final que nunca llega a mostrar, planteando así muchas preguntas pero no atreviéndose a darnos la anhelada respuesta.
Desde el punto de vista técnico la producción cumple con creces, los escenarios naturales del campus, la bahía de san Francisco o la casa de los padres de Mae contrastan con los exquisitos interiores minimalistas del Círculo. Pondsoldt decide también utilizar varias técnicas de realidad aumentada dentro del metraje, algo que, si bien no es innovador le da un punto de interés visual. Podemos ver los mensajes de los seguidores de Mae “acompañándola” de un sitio a otro, o planos subjetivos que nos insertan en la acción como si estuviésemos siguiendo a la protagonista desde la pantalla de nuestro ordenador. El reparto de la película, que se perfilaba como uno de sus mayores atractivos, no decepciona pero sí que es algo irregular. Emma Watson lleva la batuta de manera admirable, pero se desinfla un poco en las escenas dramáticas. Ellar Coltrane (Boyhood) lo hace lo mejor que puede en el papel de Mercer, el amigo de la infancia de Mae, pero tanto el cómo Karen Gillian tienen los roles menos agradecidos. Al rescate vienen unos magníficos Tom Hanks (¿podía ser de otra forma?) y John Boyega que se comen la pantalla incluso en papeles menores. Por último, cabe destacar la agradable banda sonora de ambiente electrónico de Danny Elfman, que le sienta como un guante al metraje.
En conclusión, ‘El Círculo’ es un cuento con moraleja, una película sencilla y amena que pretende concienciar al público generalista de las ventajas, pero sobre todo de los peligros, de nuestro tiempo. Con una cinematografía correcta y actuaciones irregulares, ‘El Círculo’ no despertará pasiones, pero es una adaptación que se cimenta como un film tremendamente relevante en la época de una sociedad vigilada, con escándalos como el de la NSA todavía frescos en la mente de todos. Puede que la distopía de Orwell esté aquí para quedarse, pero es nuestra responsabilidad darle la vuelta y convertirla en algo beneficioso para la humanidad como hacerlo, sin embargo, es algo que tendremos que descubrir por nosotros mismos.