El Festival de Sundance 2018 dejó en enero de este año varias películas dignas de comentario exhaustivo. Entre su habitual buen gusto en la selección de despuntes indie, el debut en la dirección de la que fuera asistente de localización para la excelente Déjame Entrar, Isabella Eklöf, ha destacado particularmente. Y no lo hace solo por su calidad cinematográfica, sino también por una comentadísima y polémica escena que, en la línea de lo que ocurrió con obras como The Neon Demon de Winding Refn en Cannes, ha acabado por sobrepasar los juicios globales de la película. Ahora que está disponible su streaming VOSE en Filmin, es buen momento para hacer un repaso de lo que propone la película más allá de la anécdota y las razones por las que merece la pena dedicarle un visionado.
Narrativa a pulso
Eklöf demuestra talento y pulso pese a tratarse de su primera película en la realización. Tanto es así que decide tomar una de las decisiones más arriesgadas en términos de ritmo: suspenderlo en los primeros 50 minutos de película en un ejercicio casi contemplativo. Hay una muestra de violencia física, pero está tratada con la misma calma que la conversación en una heladería que se desarrolla poco después. La carga sexual parece tener un carácter aún más apagado, convirtiendo una potencial escena de cama en un ejercicio de contorsionismo absurdo que un personaje experimenta con la protagonista alcoholizada; un momento suficientemente expresivo más allá de lo alegórico de la manipulación a su antojo que hace del cuerpo de la protagonista, hasta cierto punto premonitorio. De hecho, es en este primer tramo donde se consolida el estilo que tomará la directora durante el resto del mensaje: la serenidad en la narrativa visual se manifiesta en la negativa a encapsular con el encuadre a los personajes, utilizando a estos mismos como organizadores de lo que se está viendo en pantalla. Cuando un personaje se siente vulnerable frente a la violencia verbal y no verbal de otro dentro del coche, no es el plano el que se acorta sino que es el maltratado quien arrincona hacia la esquina del fotograma a la víctima, asfixiando visualmente su presencia en pantalla. Este mecanismo se repite de forma constante hasta dejar patente que el entorno en que se desarrolla la película va a permanecer impasible ante las atrocidades por venir.
Es después de estos cincuenta minutos, prólogo extendido que refuerza el segundo tramo, cuando comienza a desatarse la violencia (explícita e implícita) que salpicará la película. La serenidad narrativa pasa a reforzar la angustia constante después del estallido de violencia que tanto ha dado de que hablar: una violación tan salvaje como poco estridente –una vez más, haciendo de la ausencia de sobresaltos estimulados razón para sobresaltarse más– que inevitablemente recuerda a la brutalidad calmada de la escena más recordada de Irreversible de Gaspar Noé. Es un punto de inflexión notable que produce inevitablemente un shock tras el prólogo contemplativo, y cambia completamente la óptica no solo del espectador sino también de la protagonista. A partir de este punto, todas sus relaciones personales (hasta la más insulsa de las conversaciones, siempre en plano general con gran profundidad de campo) cobran una carga dramática superior más condicionada por el precedente violento que por un cambio real en la forma en que están rodadas e interpretadas. Y es la protagonista la que se funde con esta violencia cotidiana, expresión de las relaciones de poder a través de la anulación total del respeto por la vida o dignidad del resto de personas con las que conviven, trazando un arco que con menos pulso habría sido cuanto menos forzado y aquí resulta orgánico y aterradoramente verosímil.
Holiday es una película obligada entre los estrenos VOD de este mes. Ahora que Filmin la ofrece en el marco del Atlántida Film Festival en el que ha sido seleccionada, no hay excusas para perdérsela y poder juzgar si su polémica es justificada. Más allá de un arma de marketing, la comentadísima provocación es una pieza necesaria dentro del engranaje de una ópera prima casi impecable.