Esta reseña tiene spoilers.
Tras la serie de la Hulu que salió este 2017 y que mi compañero Fernando reseñó, en Las cosas que nos hacen felices os traemos la crítica de la novela El cuento de la criada.
Como uno de los más aclamados libros representantes del movimiento feminista así como un libro destinado, según muchos, a convertirse en un clásico, lo normal es que las expectativas como lector estén muy altas. ¿El libro las cumple? pues tristemente, diría que no.
Aunque se trate de una buena novela, en la que lo que se cuenta se hace con maestría y los recursos sean ricos (como la revelación final que convierte al libro en novela epistolar) no puedo dejar de pensar que le falta algo para llegar a ser lo que se supone que es. En primer lugar, y aunque a muchos ésta comparación les parezca injusta, la verdad es que la novela no me ha dejado de recordar en ningún momento a 1984, de forma que se ha quedado como el hermano pequeño quiero y no puedo.
Y no sólo por la historia en sí, sino los elementos que la rodean: un sistema compuesto por castas en las que todo el mundo está reprimido y vigilado bajo cualquier circunstancia, en la que se pretende dar una imagen falsa al resto del mundo o en la que se apliquen medidas para mantener a la población obediente a flote al más puro estilo “los dos minutos de odio”. Por no hablar de cómo Defred o Winston comparten muchos, muchísimos puntos en común.
En cualquier caso, eso no le quita el mérito a Margaret Atwood, que con una pasmosa exactitud predijo un futuro que cada vez más parece más cercano.
Un mundo en el que las mujeres apenas son unos trozos de carne que pueden ser desechados sin ningún miramiento cuando se considera que dejan de ser útiles, la gente vive bajo el autoritarismo más extremo y todo se tiñe de odio. Todo ésto surge como consecuencia a un mundo en el que los atentados islámicos llevan a la población a buscar protección por encima de libertad, bajo unos dirigentes con una ideología teocrática prácticamente medieval.
Sin duda la capacidad predictiva de Atwood haría temblar a cualquiera, pero no consigue hacer cuajar del todo ésta historia que construye. El libro carece de diálogos potentes que te hagan temblar o verdaderamente sufrir, transmitirte el horror. Todo el relato se vive de manera casi impersonal con una narración en primera persona de una protagonista demasiado fría, racional, que más que sumirse en la desesperación o en vanos deseos planea cómo organizar su planning del día. Todo es descrito desapasionadamante, con una despersonalización brutal del personaje, que aunque se entienda, no deja de quitarle mucho a la trama desde nuestro punto de vista.
Creo que el punto central de una distopía es éste: ver una luz al final del túnel de la que ni siquiera estás seguro de ver. Una esperanza que cuelga de un hilo entre toda la desolación. Sentir el miedo, la impotencia, pero que siempre quede un recoveco en el que refugiarse. La libertad existe, al menos en mi mente, creo que en el dolor, en el arte y en el amor, aunque eso me haga un salvaje….Y lamentablemente El cuento de la criada no da ese punto, no tiene esa esperanza casi ilusoria que nos conmueva como lectores.
Por otra parte, como novela feminista me dejó un sabor agrio en la boca. Si bien es cierto que en la historia las criadas son poco más que máquinas de parir hijos, realmente no he visto la crítica feminista, o al menos ha sido tan discreta que me ha parecido que sabía a poco. En principio no me parece que las mujeres estén en tal situación de desventaja, no me malinterpretéis, sé que había varios puntos que tela, pero no sé, creo que los hombres estaban casi tan jodidos como las mujeres. Después de todo tras el comandante, el mandamás, se encuentra su esposa, a la que si le da por decir que éste u aquel le han mirado mal o directamente no le gusta, pues adiós muy buenas. También enviaban a los hombres a las colonias, o directamente eran empleados con trabajos mecánicos que apenas podían permitirse nada, ni podían mirar libremente, ni andar, ni reunirse… etc. Por otro lado, debían mirar sumisamente a las esposas o a las tías, por lo que la relación hombre-sobre-mujer ni siquiera se daba en todos los casos. Si las sociedades teocráticas no estuviesen tan estrechamente relacionadas con el machismo en la historia, los comandantes podrían haber sido mujeres que no quieran parir para no pasar por el embarazo o el parto, porqué no. Por lo que más que sentir que era un libro en el que la mujer estaba en una situación notablemente desventajosa he sentido que sí, lo estaban, pero como todo el mundo. No me ha parecido que fuese lo suficientemente patente o llamativo.
Pero la novela tiene muchas cosas buenas. Siento especial fascinación por la figura de las esposas, que no sé muy bien dónde encajan o qué hacen con los hijos (sobre todo si son niñas) o el de las tías. Pero me llama en especial la atención la figura de Fred. Creo que la psicología de su personaje está muy lograda. ¿Qué pretende? ¿Eso que describe el libro es culpa?¿duda?¿deseo?. Me inclino más por lo primero, la verdad, pero podéis dejarme vuestras teorías en los comentarios.
Por otro lado, debo decir que a pesar de lo frío e impersonal que resulta la narración de Defred, cuenta con algunas brillantes observaciones y diálogos, con algunas descripciones llenas de elegancia que poco a poco van aportando su granito de arena al mundo que Atwood crea y que poco a poco se va acercando más.
En resumen, ¿El cuento de la criada, desde mi punto de vista, es un imprescindible? Yo personalmente diría que no, y que es un libro al que han dado un bombo innecesario en comparación con lo que puede ofrecer, pero bueno, debido a eso mismo es interesante leerlo para ver el porqué de su impacto, además de que aunque creo que inmerecidamente, pasará a ser uno de los clásicos de las distopías.