Más de una vez se ha hablado en esta sacrosanta web de las adaptaciones. Algo tan sencillo y a la vez tan complicado. No es lo mismo la literatura que el cine. O que el medio televisivo, la música, la pintura o el cómic. Los caminos que emplean cada una de las artes para llegar a nuestro corazón son distintos. Que mejor manera de ampliar este tema que con el análisis de Moby Dick, cómic de Bill Sienkiewicz que adapta la mítica novela de Herman Mellville y que acaba de publicar Astiberri, que continúa aumentando su catálogo con obras más que interesantes del noveno arte.
Como más o menos (casi) todo el mundo sabe, Moby Dick es la historia del barco ballenero Pequod, liderado por el capitán Ahab, y su obsesiva búsqueda de la ballena blanca Moby Dick, aquella que le arrancó la pierna en el pasado.
En la novela, como en cualquier otra historia literaria, la capacidad del lector para acceder a los pensamientos de los torturados personajes es fácil porque sus pensamientos se ven plasmados en cada una de las palabras que Melville escribió.
En el caso del cómic, este acceso se produce a través de la mezcla de una mayor economía de letras y la capacidad del dibujante para plasmar lo que el autor de la novela quería reflejar. Y ahí es donde entra Bill Sienkiewicz.
Sienkiewicz es un artista muy reputado dentro del cómic estadounidense por su particular forma de dibujo, más anclada en el óleo, el collage o la mimeografía. Su estilo recuerda mucho al expresionismo alemán, con los decorados y las figuras humanas deformándose a merced del estado mental de los personajes.
El autor es conocido, sobre todo, por su participación en Caballero Luna, Daredevil: Love & War o Elektra: Asesina. Pero es, probablemente, en Moby Dick (1990), donde el autor tuvo mayor libertad creativa.
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En una historia en la que el descenso a la locura es progresiva, quien mejor que este dibujante para experimentar tanto con la narrativa como con la técnica. Sus trazos escasamente definidos le permiten acceder con facilidad a la mente de personalidades oscuras, que se alejan de la realidad y se hunden en la locura. Quien mejor que él para retratar la mente del capitán Ahab.
En definitiva, el Moby Dick de Bill Sienkiewicz cuenta con todas las ventajas de tener el material de una obra maestra de la literatura universal combinada por una apuesta visual de lo más expresionista y arriesgada acorde a la historia que se cuenta. Un tomo para los fans de la novela y para los que no se atrevan a acercarse a sus casi 800 páginas. Aunque aviso, no se convalida leer el libro por haberse acercado al cómic. Aún así, merece mucho la pena.
Enlace a Moby Dick en Astiberri Cómics.
La obsesiva y enloquecida lucha del capitán Ahab contra la gran ballena blanca no solo es un clásico de la literatura, sino también uno de los últimos grandes mitos del imaginario contemporáneo. Bill Sienkiewicz, aquí en la cúspide de su evolución artística, exalta su aliento épico y simbólico pintando un descenso hacia el abismo donde heroísmo y locura acaban confundiéndose irremediablemente y transmitiendo con viveza la oscura tragedia que se produce cuando, para vencer al mal, se sucumbe ante el mismo mal.
El grafista estadounidense, con sus composiciones en tonos especialmente oscuros, explota a la perfección el aspecto angustioso de la obra y, en particular, la locura asesina del capitán Ahab, sin olvidar la inmensidad del océano y su furia cuando se desata. Por supuesto, los retratos de la tripulación del Pequod son extremadamente fieles a la esencia de cada personaje, lo que nos permite redescubrir las inmensas cualidades literarias de la obra original.
La publicación por Astiberri de esta adaptación del clásico de Herman Melville, realizada por Bill Sienkiewicz hace ahora 30 años, pone en evidencia el valor de una obra que conserva toda su potencia visual.
“Moby Dick es una obra total en la que el dibujo está en perfecta sintonía con la narración y la psicología de los personajes. La adaptación de Bill Sienkiewicz es, sin duda, una experiencia visual. La perfecta combinación de la historia de Herman Melville y el estilo del artista, una mezcla de acción, poesía y expresionismo, cautiva al lector y lo lleva a una aventura inolvidable”.