Los amantes del humor más chanante estamos de enhorabuena. HBO Max ha estrenado en España Pobre Diablo, la serie de animación de Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes y Miguel Esteban.
Para ponernos un poco en antecedentes hay que hablar de qué narices es eso del “humor chanante”. Todo viene de La Hora Chanante, un programa de sketchs, imitaciones y cortos de animación que se emitió hace muchos años en Paramount Comedy y que sirvió para dar a conocer a cómicos como Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla, Raúl Cimas, Carlos Areces y Julián López entre otros.
Su humor absurdo y surrealista rápidamente se ganó una legión de fans que no dudaban en seguir los proyectos que, uno tras otro, este grupo iba pergeñando como Muchachada Nui, Museo Coconut, Retorno a Liliflor o Capítulo 0.
La gracia de estos programas estaba en un tipo de comedia que no se había visto demasiado en nuestro país y que bebía sobre todo del absurdo y el surrealismo presentando piezas que aparentemente eran muy cutres (madre mía los maquillajes de Joaquín Reyes en sus imitaciones) pero que una vez entrabas en su juego eran realmente divertidas. El problema es que cuando se pasaban de rosca, ese humor tan extraño dejaba de tener gracia, ofreciendo así algunos programas que eran bastante aburridos (Museo Coconut no había por donde cogerlo).
Así que cuando HBO Max anunció que estrenaría una nueva serie de animación adulta realizada por Ernesto Sevilla, Joaquín Reyes y Miguel Esteban saltaron todas las alarmas. ¿Estaríamos ante una obra maestra de la alta comedía o ante un truño infumable?
Pues bien, tenemos buenas no, buenísimas noticias. Pobre Diablo recoge todo lo mejor del humor chanante para mezclarlo con muy buen tino con las pelis de terror y la cultura pop en un notable ejercicio de contención que ofrece las dosis justas de humor absurdo y de coherencia narrativa que hacen que la serie funcione muy pero que muy bien.
Pobre Diablo consta de ocho episodios de una duración aproximada de 25 minutos en los que se nos cuenta la historia de Stan, el anticristo e hijo de Satán y al que pone voz Joaquín Reyes. En solo un mes cumplirá la mayoría de edad satánica (666 meses) y se verá obligado a desatar el Apocalipsis. Aunque él parece mucho más interesado en vivir una vida de humano, conocer el amor y triunfar como actor de musicales en Broadway.
Alrededor de Stan están el gato Mefisto (Ernesto Sevilla), su prima diabla Samael (Gakian) o el mismísimo Satán (Ignatius Farray), todos ellos dedicados a guiar a nuestro protagonista en su camino hacia la destrucción. Lo malo (o lo bueno, según se mire) es que Stan también se cruzará con almas puras y bondadosas como la de Gaby (Stéphanie Magnin), una joven que rápidamente se convertirá en el interés amoroso del confundido Stan.
La serie es brillante y muy divertida, con momentos realmente descarrantes, incluyendo la sátira y las cutres imitaciones que son marca de la casa. Los responsables se permiten el lujo de no dejar títere con cabeza con mucha mala baba.
Tomemos por ejemplo el segundo capítulo (el mejor), donde se destroza sin piedad el mundo de los Incels aprovechando también para dar lo suyo a las comedias románticas. Pero es que incluso hay ratos donde la serie va más allá para dejar un poco de lado a los protagonistas y ofrecer piezas realmente sobrecogedoras como el capítulo siete, que recuerda a la Semilla del Diablo de Polanski.
Los guiones atizan sin piedad a todo lo que se mueve, criticando a los publicistas, a los actores, a los incels, a la ideología de género, a los musicales, a las comedias románticas… Sin olvidarnos de hacer sangre de figuras famosas con “actuaciones estelares” de Keanu Reeves, Rafael o Michael Jordan. Todo aliñado con múltiples referencias a la cultura pop y al cine. Hasta se atreven con algunos números musicales que, lejos de sacarnos de la historia, hacen que nos tronchemos aún más de la risa.
Además, los responsables solventan con muy buena mano uno de los principales problemas que una serie de este tipo podía tener. Hay un buen guion, unos buenos profesionales (las voces de los protagonistas dan un plus a sus personajes), y una sana intención de hacer sangre con chistes políticamente incorrectos. Pero también hay una trama de fondo que funciona y mantiene el interés. Ojo, no estoy hablando de un guion como el de El Padrino, pero al menos hay una trama que va creciendo a lo largo de los ocho episodios hasta llegar a un clímax final que deja la historia de Stan en lo más alto.
Es cierto que tampoco es que estemos ante un producto redondo y perfecto. La animación deja bastante que desear, pero los que vimos sufrir a Enjuto Mojamuto por no tener internet o a Super Ñoño ser más blando que la mierda de pavo tampoco nos vamos a echar las manos a la cabeza.
La serie no aspira a la perfección técnica; más bien creo que lo que intenta es recordar esas pequeñas piezas de animación marca de la casa pasadas por un filtro más moderno. Después de todo, el diseño de personajes es del propio Joaquín Reyes. También se podrían haber hecho algunos capítulos más para que la trama general no resultara tan acelerada en su tercio final, así como afinado un poco más el tema del doblaje, pero en términos generales el resultado es muy positivo.
En resumen, Pobre Diablo es una propuesta arriesgada, pero que ofrece un camino a seguir para la animación adulta en nuestro país. Es cierto que su humor absurdo puede echar para atrás a más de uno y que es necesario entrar en su juego para poder disfrutarla, pero una vez superada esta barrera de entrada estamos ante una serie muy divertida de la que solo nos queda esperar que sea renovada para una temporada más.