Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Tras 193 números ha acabado. La historia de Los Muertos Vivientes ha acabado y la hemos podido leer en el tomito 32 que ha publicado no hace tanto la editorial Planeta en España. El cómic de Los Muertos Vivientes de Robert Kirkman y Charlie Adlard (más Tony Moore en los primeros números). La leyenda del cómic independiente en blanco y negro que vendía barbaridades. El cómic que empezó asombrando a todos. El que saltó a la serie de televisión que también empezó arrasando.
De la muertovivientemanía han salido videojuegos, memes y cosas a comprar relacionadas con la serie hasta aburrir. Era la serie de televisión la que empezó a ser a su vez un meme por lo profundamente aburrida que podía llegar a ser. Por ser el ejemplo de libro de estirar el chicle hasta el final del episodio o un momento impactante.
En el cómic de Los Muertos Vivientes no fue tanto así: puede que sus primeros 12 números estén entre lo más destacado del cómic de lo que llevamos de siglo, pero no se puede negar que conforme pasaban más y más números Robert Kirkman no sabía qué hacer en los guiones. Él mismo ha reconocido que cuando empezó la serie no sabía si aquello duraría ni un año, ni mucho menos el éxito a nivel popular que tendría.
Los inicios
En los inicios del cómic la idea era claramente transmitir todo aquello que teníamos en la contraportada. Es decir, cómo empezar a funcionar en un mundo en el que los canales de televisión o los vídeos de Youtube han dejado de existir y todo el mundo debe empezar a pensar en cosas como calentarse sin radiadores ni calefacción o beber agua potable. Robert Kirkman si consiguió impactar en la primera etapa fue, precisamente, por el famoso discurso del protagonista, Rick, gritando a doble página aquello tan famoso: “nosotros somos los muertos vivientes”.
La gente llevaba poco en el nuevo mundo lleno de zombies pero querían que todo fuera como antes. Rick les decía que no, que la civilización había caído y que ahora estaban en un mundo terrible, nuevo y espantoso. Uno en el que no podían esperar ni funcionar como antes. No sólo en lo tecnológico. También en qué cabe esperar del resto de seres humanos de ahora en adelante.
El transcurso del cómic nos lleva por el liderazgo de Rick y por las muchas decisiones políticas que tiene que tomar. Las toma desde las cenizas del viejo mundo, sí, con un nuevo mundo en el que el desafío es simplemente sobrevivir, sí…pero con casi todo el mundo habiendo vivido y recordando el pasado. Lo meritorio del cómic es lo creíbles que resultan psicológicamente los personajes, cada uno con sus cosas propias, claro: la incertidumbre, la falta de horizonte vital, las tensiones en cuanto a los roles de cada persona en un grupo, etc. Pero sólo con eso no nos llega para llegar a lo que se llegó.
Se pasó una meseta de la historia en la que parecía que un cómic independiente en blanco y negro se transformaba casi en un shonen japonés. Es decir, en Bola de Dragón. Rick y los suyos se encontraban con un enemigo con sus compinches, cuyos primeros contactos podían ser terribles o vagos. Todo parece perdido sin casi lugar a la esperanza. Pero Rick y los suyos se inventan un plan para romperles la crisma y quitarles de en medio. Podía ser un señor que dice muchos tacos y va con un bate de béisbol. Podía ser un grupo de gente que se sentía muy cercana a los zombis y trataba de mimetizarse con ellos. Daba igual, pasaban cosas de fondo.
Había nuevas relaciones amorosas. Teníamos más diálogos marca de la casa en los que progresivamente todos los personajes hablaban casi del mismo modo, con una asertividad generalizada que chocaba muchísimo para lo que se estaba viviendo (y que choca incluso en circunstancias normales sin zombis). Pero el grueso de la historia era Rick + amigos contra el malo de turno, alguien siempre malvadísimo. Puede que este ciclo empezara con el enfrentamiento contra el famoso Gobernador.
El primer final
El propio Robert Kirkman tenía un final pensado. Cuando Rick y los suyos consiguieran establecerse definitivamente en un sitio, entonces el protagonista daría un discurso épico. La pose en que acaba ese discurso va seguida de una estatua a Rick…y aparecían viñetas de esa misma estatua, en un entorno deshabitado hace mucho, con zombis vagando alrededor. En resumen, toda la pelea presuntamente civilizatoria de Rick quedaba en nada, con los zombis y el mundo de todos contra todos prevaleciendo. Era un final triste y desolador, que Kirkman achaca, y esto es interesante, a que era más joven cuando se le ocurrió.
El guionista fue en otra dirección. Rick y el resto de protagonistas quisieron asentarse y dejar de mirar únicamente por sí mismos. Quisieron ser algo más que un grupo de gente que sobrevive a supervillanos de un mundo apocalíptico. Quisieron crear una comunidad de gente que se ayuda. Que colabora. De gente que arrima el hombro a otros para vivir mejor y ser felices, para elevarse sobre el miedo y el fango. No sólo sobrevivir. Construir. Crear algo mejor.
Después de incontables cómics en los que todo era una cuestión de todo o nada, del ellos o nosotros, la historia empieza a ser el relato de la construcción de una civilización. Una que trata de olvidar todas las cosas horrendas que se han hecho y se han sufrido para llegar hasta ella, claro: no hay civilización ni país sin sus toneladas de mentiras y mitos fundacionales. Mentiras destinadas a proteger la autoestima de quienes viven en esos sitios.
El auténtico final
Viendo cómo se desarrollaba la historia no podía ser otra cosa que un último enfrentamiento: el modelo de sociedad de Rick contra el modelo de sociedad anterior. El de las clases sociales, la estratificación, los lujos para unos y el trabajo duro para otros. Uno que había funcionado exactamente igual de bien que el de Rick. Uno que daba por supuesto que la posición en el nuevo mundo debía depender de la posición en el mundo anterior a los zombis.
En el de Rick nadie tenía una posición que no dependiera de lo que uno sabe hacer o puede aportar. Y no hay grandes lujos. Tras enfrentarse a una tiranía clásica (Negan), a una pantomima civilizatoria (el Gobernador) o al retorno a los instintos animales (Alfa) el mayor desafío era el retorno de la civilización anterior.
Aquí Robert Kirkman decide terminar como no lo hubiera hecho de joven. Es evidente que de haber durado menos el cómic hubiera parecido más a lo que pensó que debía ser su final original. El autor se permite ser optimista. Después de habernos arrastrado por demasiadas miserias demasiado humanas, de haber paseado toda cosa baja del ser humano y casi toda depravación sentimental. Nos habla de la necesidad de juntarse, de superar el viejo y sucio mundo, del quitarse unos para ponerse otros. Cuando parece que el final va a ser uno en realidad es el preludio del auténtico final, como si estuviésemos en Red Dead Redemption.
Que mencione yo aquí el juego no es casualidad: el cómic finaliza hablando del legado de hombres grandes del pasado, nos muestra el progreso del ferrocarril, nos expone a la mentalidad de quien ha tenido que hacer cosas terroríficas para que haya generaciones que no recuerden otra cosa que vivir bien, porque merecemos vivir bien (“Nosotros NO somos los muertos vivientes“).
Robert Kirkman acaba hablando de temas adultos, es decir, no de cosas con tonos ocres, sangre y demás. Quiere acabar con preocupaciones de personas adultas: qué dejarás después de irte, los sacrificios y la suciedad de tus manos esperando (quizás ingenuamente) que los que vienen detrás no tendrán que ensuciárselas o el tardío darse cuenta que demasiadas lecciones importantísimas para la vida tiene que aprenderlas cada uno por sí mismo.
Y cierra la historia de la mejor forma posible teniendo en cuenta cómo había empezado todo: otro mundo mejor es posible. No todo tiene porqué ser una eterna pelea de todos contra todos. Lo que existe no tiene que ser así siempre. Es un canto inesperadísimo a la esperanza, a la cooperación y a la alegría por vivir, que de un tiempo a esta parte parecen temas de flipados que venden humo o de gente enajenada del mundo. Y son cosas necesarias. Con sus lagunas y sus suspensiones a la incredulidad en el último tomo, sí, pero lo que termina queriendo transmitir no puede ser más necesario. Y bello.
Sed felices.
Lástima que para llegar a ese final hayan tenido que pasar números y números cada vez más “Dragon Ball”. Yo me quedé a medio camino pensando que aquello no llevaba a ninguna parte y cansado de tanta depravación y degradación humana. Un abrazo.
Es totalmente comprensible, toda esa deriva que tuvo durante mucho tiempo es normal que tirara para atrás a mucha gente. Casi diría que uno puede irse a los últimos dos-tres tomos publicados en España y leerse esto.
Hola Raúl, de verdad hay un final? me he leido el artículo por encima por si había spoilers…
La verdad que es que tengo el tema The Walking Dead aparcado, pero lo retomaré si hay final!
Un abrazo y sed felices!!
Hola, Jordi.
Pues sí, aunque parezca increíble, sí hay final. Con un escrito del mismísimo guionista sobre cómo y el porqué de éste. La verdad es que dice más o menos abiertamente que tenía que acabar con eso por cansancio y en parte por darle un aire mucho más optimista a la historia del que pensó al inicio de empezar.