Dicen que el cine es el séptimo arte, y entiendo que el número viene dado por lo tardío de su nacimiento y no por la importancia que tiene en nuestra sociedad. ¿Por qué digo esto? Pues porque realmente el cine es la culminación de todas las artes conocidas, siendo así la armónica combinación de pintura, fotografía, escultura, arquitectura, teatro, literatura y música. Evidentemente no en todos los casos el cine tiene que ser producto de todas ellas, y como hoy estamos aquí para hablar de música, destacaré el caso de No es país para viejos de los Hermanos Coen (ejemplo entre miles), donde la música brilla por su ausencia. Únicamente tenemos leves sonidos de campanas y tazas en aproximadamente 10 minutos de la película, y justamente la falta de música crea ese ambiente que los Coen querían conseguir. En casos como estos se demuestra que la música no deja de ser un recurso y puede ser utilizada o no dependiendo del producto que se desee.
Si se utiliza, como es lo más usual, puede tratarse de diferentes formas. Hay casos en que solamente sirve como acompañante, para que la película no se sienta pobre (en los blockbusters de acción, por ejemplo, donde el “compositor” utiliza música muy rítmica y tensa para propiciar el ambiente necesario, consiguiendo así que las escenas no resulten sosas y faltas de energía); otros en que la música llega a convertirse en un personaje más del relato, como ocurre en Dunkerque, y otros en las que la música se dedica a contar una historia. Es entonces cuando aparecen los llamados latemotivs.
¿Qué es un latemotiv?
En el ámbito musical, el latemotiv es una melodía o motivo (con motivo me refiero a una secuencia determinada de notas que suele ser muy corta y característica dentro de la obra a la que pertenece) generalmente recurrente que está asociado a un concepto en particular, bien sea una persona, un estado de ánimo o una idea mucho más abstracta. Es decir, en teoría el creador de un latemotiv consigue que si tú escuchas determinadas notas con determinado valor rítmico combinadas de cierta manera, automáticamente se te venga a la cabeza un concepto en particular. Pongo por ejemplo la tan mitificada Imperial March de Star Wars. Solamente escuchando las 9 figuras que conforman el primer motivo (que son 3 notas repetidas) nuestra mente consigue materializar a Darth Vader. Y no es magia, es el poder asociativo de la música que juega en nuestra cabecita.
La música programática
Para hablar sobre el posible origen de la música programática tendríamos que remontarnos al período Renacentista, pero poco puede encontrarse sobre este tipo de música en esa época, así que el camino que tomaré para desenvolverla y explicarla tendrá como inicio el Barroco, más específicamente con una obra que todo el mundo ha escuchado alguna vez, Las cuatro estaciones de Vivaldi. Y con el mismo título de la obra ya puede entenderse el significado de la música programática: es aquella música que tiene como fin sugerir ciertas ideas, lugares, acciones, sentimientos, etc. En el caso de la obra de Vivaldi, cada uno de los cuatro conciertos (Primavera, Verano, Otoño e Invierno) debería evocar en la persona que los escucha cada una de las estaciones a las que aluden.
Durante el clasicismo, la producción musical de esta índole fue prácticamente nula. Sin embargo, sí que sería desenvuelta en mayor medida durante el Romanticismo, de la mano de Richard Wagner, Camille Saint-Saëns (más cercano al Poema Sinfónico, una variante de la música de programa) y Richard Strauss entre otros. Una obra de Saint-Saëns, El carnaval de los animales, está formada por numerosos movimientos que recrean escenarios específicos de un zoológico, evocando con la música a los diferentes animales. Dejo aquí el concierto completo para quien desee disfrutarlo (os recomendaría escuchar como mínimo Acuario, que comienza en el minuto 7:51. Para mejor experiencia, cerrad los ojos y dejad que vuestra mente imagine).
Teniendo ahora una idea de lo que es la música programática podréis entender la relación que existe entre la misma y las bandas sonoras. La única diferencia que puede haber es que la segunda acompaña imágenes, pero ojo, eso no quiere decir que por sí sola no funcione (puedes escuchar la bso de La lista de Schindler y que consiga transmitirte ciertos sentimientos o ideas sin necesidad de imágenes). Esto deriva en lo que comentaba al principio del artículo acerca de las bandas sonoras que cuentan historias. Existen casos en que la música y la imagen relatan dos historias diferentes o paralelas, aunque lo más habitual es que la música recalque y enfatice su apartado visual complementario. Para esto generalmente se utilizan los latemotivs.
La utilización de los latemotivs
Para explicar este apartado crearé algún motivo simple y lo relacionaré con un personaje para entender cómo los motivos pueden verse modificados dependiendo de la situación en la que se encuentre ese personaje. NOTA: Cuando hablo sobre tonalidad me refiero a un grupo de notas musicales que funcionan conjuntamente, es decir, tocadas una tras otra su sonido es agradable.
Pongamos por caso que el Señor X tiene asociado un motivo, y cada vez que el buen hombre aparece en la película suena ese motivo.
Ahora imaginemos que el Señor X siempre soñó con escalar una montaña, y tras 5 años preparándose para tal propósito un día comienza su travesía hacia el pico del Haramosh en Pakistán. En ese caso el compositor podría escribir un fragmento de la obra que sirviera de transición entre una música en la tonalidad original (es decir, que resulte familiar) y una música pakistaní o árabe, para utilizar durante el viaje entre EEUU (la gente molona siempre suele salir de Trump’s country) y Pakistán. Una vez allí el motivo del personaje podría variarse convirtiéndolo a la tonalidad en que está la música pakistaní, e incluso utilizar un instrumento característico del lugar.
Después, en la montaña, el frío y el intenso viento dificultan el ascenso, por lo que el motivo podría ralentizarse, ponerse más grave y cambiar de nuevo de instrumento.
Y por último, al conseguir su cometido y llegar por fin a la cima de la montaña, el motivo podría engrandecerse, aumentar los instrumentos, percusión, coros, mayor intensidad,… En definitiva, algo mucho más épico.
Sí, son audios breves, pero aún así, espero que hayan sido un ejemplo suficiente para comprender el uso de los latemotivs, en su nivel más básico claro, pues las cosas pueden enrevesarse mucho más: incluyendo un motivo para varios personajes diferentes, mezclarlos cuando algunos de ellos se relacionan de alguna forma en especial y hacer miles y miles de combinaciones dependiendo de lo que se desee conseguir. Una de las bandas sonoras que más complejidad tiene respecto a este asunto es la de El señor de los anillos. Os recomendaría investigar un poco, no deja indiferente a nadie.
Ahora imaginaos que no sabéis nada de lo que os conté durante este apartado y que solamente escucháis los audios, ¿Conseguiríais descubrir algo de la historia? Pues esa era la gran dificultad de la música de programa, nadie sabía nada, únicamente escuchaban la música y trataban de entenderla. En ocasiones, el compositor daba pistas sobre el significado de la obra: la más obvia es el título de la misma (Las cuatro estaciones y El carnaval de los animales son dos buenos ejemplos), aunque también podía darse una especie de argumento.
Música con argumento
Hace unas cuantas líneas nombré un tipo de música de programa llamado poema sinfónico. Básicamente es una pieza musical sobre la que transcurre una pequeña historia, que viene acompañada por una breve premisa para que el público pueda imaginarse ciertas escenas mientras escucha la música pero con unas ideas ya preestablecidas. Una de ellas es El aprendiz de brujo, compuesta por el impresionista Paul Dukas. Él aportaba un argumento tal que: Un aprendiz de brujo hechiza una escoba sin el permiso de su mentor para que le ayude a cargar agua. Si alguna vez habéis visto Fantasía de Disney, con Mickey Mouse como aprendiz de brujo, sabréis que las escobas acaban tirándolo todo e inundando el taller del brujo, llegando éste al final para deshacer el hechizo. Y os preguntaréis: ¿Cómo es posible que alguien consiga entender qué ocurre solamente escuchando la música? Pues gracias a que Dukas era un genio y logró (al igual que muchos otros compositores) que la música nos hablara. En gran medida gracias a, sí, habéis adivinado, los latemotivs.
Esta es la obra completa, que supongo os sonará a todos:
https://www.youtube.com/watch?v=YAl4IAHjQCE
Y ahora hagamos un pequeño recorrido por la obra, dando cuenta de los principales motivos:
El primero es el que describe a la escoba hechizada:
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Éste es el del agua cuando se derrama por los suelos:
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Como podréis escuchar a coninuación, el del agua se combina con el de la escoba, dando a entender que ellas son las causantes del estropicio:
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Y entre todo el caos (transmitido evidentemente por la música) aparecen los metales, indicando la aparición del brujo y transmitiendo su enfado, finalizando con el silencio, es decir, el fin del caos y la vuelta a la normalidad:
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Tras este breve e incompletísimo análisis, diré que la película de Disney está realmente bien, porque sirve perfectamente para explicar el funcionamiento del latemotiv y de la composición musical de programa, pero ahora os daréis cuenta de que las imágenes, en este caso, no hacen más que sobreexplicar lo que la música ya nos está diciendo, y es una pena que se olvide y se menosprecie esta capacidad que tiene para transmitir, situándola, cuando vemos una película, en un inmerecido segundo plano.
En definitiva…
Es bastante obvio que la música programática sirvió como antecedente a la banda sonora, heredera de los latemotivs, y que los compositores de cine se sirven de grandes influencias, sobretodo de autores románticos, grandes expertos en el tema. Pero llegados a este punto me pregunto: ¿Pudieron Strauss o Vivaldi llegar a imaginarse que algún día se conseguiría combinar la imagen en movimiento con la música?, ¿Si vivieran hoy en día serían mejores componiendo bandas sonoras que los grandes maestros actuales? Quién sabe… Lo único que tengo claro es que debemos darles las gracias por dejar tan increíble legado y que nunca podemos olvidar lo maravillosa y compleja que es la música.
Sed felices.
Saludos Mario, muy buen artículo. Soy de las personas que piensa que incluso algunas películas malas pueden salvarse por la banda sonora, así que fíjate si la tengo en alta estima. Y me parece bien que existan tanto bandas sonoras compuestas para la ocasión, además de canciones que siendo de otras épocas y artistas sirvan para la historia (como pasa con Tarantino, que unas veces opta por combinar canciones que le gustan con la banda sonora, y otras incluso limita toda la música a lo que le gusta). Lo que es innegable es la importancia de la música en el cine, así como el gran vehículo de lucimiento que para la propia música es el cine o la narración visual. Conan es otro ejemplo de banda sonora que enriquece una barbaridad (nunca mejor dicho ja ja) la historia, y sólo por ponerte ese ejemplo. Y no sigo que me enrollo jaja, lo dicho, muy buen artículo y un saludo.
Hola José Carlos, pues si, en el artículo no nombré el uso de canciones porque no procedía, pero sí que es cierto que numerosas historias realmente dan pié al uso de este tipo de música, canciones populares, éxitos de los 70’s, 80’s, como bien tú dices que hace Tarantino. Siempre puede aportar un buen plus, pero claro, debe ser el director o el encargado de la música el que sepa elegir qué debe ser lo mejor para la película. Cada una con su estilo.
Un saludo compañero!