Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Antes de ese siglo se rumorea que también había series de televisión, aunque aún nadie hablara de la edad de oro de las series (cosa que es más discutible: quizás hablemos otra día de eso). Podríamos tirar de lo fácil y hablar de la rompedora Twin Peaks (de cuyo retorno Pablo ya habló), la fantásticamente bien hecha Canción Triste de Hill Street o la maravillosa Yo, Claudio. Pero no vamos a abrumar a nadie con gafapastosidad, que en este blog somos orgullosos miembros del Pueblo. Vamos a hablar de una serie de televisión tontorrona de finales de los 90: Ally McBeal.
Una abogada con talento, agobiada por su reloj biológico hasta el punto de ver a bebés bailando, angustiada por compartir trabajo con su ex, sobrepasada por su caótica vida sentimental, que mezclaba juicios surrealistas con momentos sacados de los dibujos animados de la Warner. Por no comentar todos los personajes de su bufete de abogados, entre tíos raritos (y maravillosos), jefes machistas con un sorprendente lado zen y secretarias harpías y entrañables. La serie era un bonito cacao maravillao en el que la protagonista metía la pata sin parar con casi todo el mundo y al final no sabía casi cómo había salido viva de las cosas. Con sus momentos humorísticamente miserables pero con su, claro, buen fondo, era fácil quererla. A ella y a Bizcochito. Bueno, y a Vonda Shepard, que todo lo que cantaba en la serie parecía cantado por los ángeles. Con el paso de los temporadas la protagonista, Calista Flockhart, fue adelgazando y aparecieron los rumores de anorexia. Poco a poco las tramas empezaron a ser más serias y se perdió el encanto de la serie, cosa que se trató de arreglar con Robert Downey Jr haciendo de él mismo, ya que el buen hombre haga de Iron Man, de Sherlock Holmes o de actor de comedia no actúa: le pagan por aparecer en pantalla por molar. Qué pasa. Haber nacido molando, como él.
En fin, incluso intentaron recurrir a Bon Jovi ya a la desesperada. Aquello acabó pero Calista se casó con Harrison Ford e incluso aparece en Supergirl. El mero hecho de trabajar al lado de Melissa Benoist para el Pueblo es poco más o menos como si te tocara la lotería, pero yo qué sé: si me dejaran hacer la serie de Supergirl para esta sacrosanta página igual sólo ponía fotos suyas y frases como “ADORADLA, FURROS”, “QUIEN DIGA QUE NO TIENE LA SONRISA PERFECTA QUE DEJE SU DIRECCIÓN ABAJO Y HORAS A LAS QUE ESTÁ EN CASA QUE QUEREMOS DECIRLE ALGO” y similares.
Hace poco salió en España el primer y bonito tomo recopilatorio de la etapa en Hulka de Dan Slott, por cortesía de Panini. En concreto, es su primer año allí. Una etapa que tuvo muchísimo éxito de crítica y público, y puede que por las mismas razones por las que el inicio de Ally McBeal también lo tuvo.
Por supuesto al hablar de Hulka siempre hay que hablar de la etapa recordadísima de John Byrne (de la que habla el jefe en persona en este glorioso post). Hay poco que aportar además de lo dicho por Mario, recordando únicamente que es Byrne el que consigue dar a Hulka un carácter determinado que es el que se seguirá de uno u otro modo a partir de ese momento. Es decir, el que consigue darle una esencia, del mismo modo que hizo Frank Miller con Daredevil. Y en su caso es la siguiente: Hulka es una mujer independiente, una abogada, metida en mil líos surrealistas y con un componente de humor importantísimo en sus aventuras.
Dan Slott en este tomo retoma toda la tradición que empezara Byrne, pero en vez de experimentar con narrativas diferentes para sorprender o usar elementos del lenguaje del cómic para hacer los chistes se dedica a seguir el mismo tono con los diálogos y el argumento. Los dibujantes, sobre todo Juan Bobillo, usan un dibujo que sin ser caricaturesco intenta ser adecuado para la comedia pura y dura, alejándose de lo más realista para ser más cercano a la animación (quitando Paul Pelletier, que va justo en el sentido opuesto, siendo más raro y chocando más con lo que es la historia).
¿Pero de qué va? Va de Hulka siendo abandonada por un modelo de calzoncillos por ser demasiado superficial, de Hulka recibiendo toques de atención del Capitán América por sus fiestas y despiporres en la Mansión de los Vengadores. De Hulka teniendo que entrar en un bufete nuevo de abogados…uno en el que los casos tendrán que ver siempre con superhéroes, con superpoderes y con sus efectos. Cada caso le sirve a Dan Slott para reírse desde el cariño de los orígenes bobos de algún superhéroe, de lo patético de más de un supervillano, de las propias dinámicas tontas de las peleas convencionales del género. Hay muchos momentos divertidísimos, no sólo por lo chocante de las situaciones sino por la propia protagonista, que tiene mucho del agobio y neuroticismo de Ally McBeal, de esos pequeños momentos de ser egoísta y miserable que tienen que ser purgados por toneladas de esfuerzo y heroísmo.
Dentro de este primer tomo es posible que el momento en que más brilla Slott es el caso de Spider-Man. Un miembro del buffet de Hulka quiere demandar al gruñón de J. Jonah Jameson por llevar años difamando a Spider-Man, ya que admira a este último. La presencia de Spider-Man en el juicio, las propias declaraciones de éste, cómo se desarrolla y el momento memorable en que acaba son un auténtico show de humor y desparrame de Dan Slott. Es muy posible que ese arco es el que convenciera a muchos de que era buena idea llevarle de guionista de Spider-Man. Más allá de la etapa en el arácnido, el caso de Spider-Man es memorable, más aún si además le tienes algo de cariño a Peter Parker.
Quizás el último arco del tomo es el más clásicamente superhéroico, con prácticamente nada de juicios surrealistas y más acción contra supervillanos pura y dura. Es más convencional, lo cual tampoco lo hace mal del todo, pero es en sus dos primeros tercios donde más brilla con Hulka y su bufete con superpoderes tratando casos de gente con superpoderes mientras intenta rehacer su caótica y alocada vida.
Hay que decir que Dan Slott también hace guiños a los fans actuales de los cómics y a su obsesión enfermiza con la continuidad, recordando tiempos pasados en los que los aficionados se esforzaban más en disfrutar y dejarse ilusionar que en ver las incoherencias de las historias. Bueno, está bien dicho, no decimos que no, pero también cierto, Dan Slott, que en muchas ocasiones el no ser estricto con la continuidad (que con tanto escrito es normal) muchas veces ha sido una puerta abierta a pasar olímpicamente de todo lo escrito del personaje (virus que ha afectado entre otros a John Byrne algunas veces al desembarcar en cualquier sitio).
Por acabar, es un tomo que te sacará más de una sonrisa con las ocurrencias de Hulka, con su fragilidad y su obsesión, con sus inesperados encuentros y sus salidas de las situaciones. Vale mucho la pena. Tanto como el principio de Ally McBeal.
Sed felices.