ECC cómics publica en un solo volumen la miniserie de tres números Superman: Año uno en la que las leyendas del cómic Frank Miller y John Romita Jr. nos cuentan su visión del mito del origen del Hombre de Acero. Esta historia está publicada dentro del sello Black Label de DC, así que ya sabemos que está fuera de continuidad, para dar manga ancha a sus autores con todo lo que ello supones.
De primeras da un poco de pereza acercarse otra vez (y van…) a una historia donde nos cuenten el origen de Superman, pero cuando vemos sus autores la cosa cambia. Frank Miller es el guionista de Batman: Año uno, uno de los mejores cómics del Caballero Oscuro que se hayan publicado nunca. Y Miller, junto a Romita Jr. son también los autores de Daredevil: El hombre sin miedo, otra magnífica historia de orígenes. Así pues, tenía bastantes ganas de leer Superman: Año uno, sobre todo en un formato que recopila toda la serie para poder degustarla de una vez.
Creciendo en Smallville
Lo primero que hay que señalar es que más que un año uno, esta historia debería haberse llamado año cero ya que el primer capítulo narra la destrucción de Krypton y la llegada a la tierra del bebé Kal El, su adopción por los Kents y sus primeros años de colegio e instituto en la apacible Smallville. De primeras todo suena ya a conocido, pero Miller introduce algunos cambios que diferencian su visión de Superman de la de otros autores. El escritor usa una voz en off para meternos en la cabeza del pequeño Clark Kent, que desde que es un bebé se muestra como alguien orgulloso y consciente de todo. Según crece descubre más de unos poderes que le alejan de la humanidad, una especie frágil a la que debe proteger, a la vez que se muestra incomodo con los límites que le imponen sus padres, preocupados por que no destaque y se descubran sus dones.
La historia que Miller usa como trasfondo trata sobre el acoso escolar de los abusones, algo que parece típico en el sistema educativo de EE UU por las veces que nos lo han contado. El joven Kent intenta lidiar con esos matones sin usar excesiva fuerza hasta que recibe la ayuda de Lana Lang para exponerlos con fotos de sus abusos. Esta relación entre Clark y Lana ira creciendo hasta que surja el amor entre ellos, aunque nuestro protagonista acabe abandonando el pueblo para alistarse en la marina.
Esta nueva versión del mito no es mala por si misma, de hecho, en algunos momentos parece más atractiva que la del típico buenazo de Kansas a la que estamos acostumbrados. Lo malo es que la trama de los abusones y la posterior historia de amor, aunque bien contada, suena a mil veces vista. Lo mejor de este capítulo es el papel de Jonathan Kent, un padre que, aunque no quiere que su hijo use la violencia, tampoco está dispuesto a que sea un pelele cualquiera ya que sabe que le esperan grandes cosas en la vida.
Al ejercito para vivir aventuras
El segundo capítulo cambia totalmente de registro ya que cuando Clark se alista en la marina (un cambio profundo en la historia del personaje), acaba envuelto en una historia fantástica en el fondo del mar en la que encuentra la mítica ciudad de Atlantis y se enamora (siendo correspondido) de la princesa sirena Lori Lemaris. Poseidón, el padre de la chica, no aprueba esta relación ya que quiere que su hija sea su nueva esposa (toma ya paternidad tóxica) pero nuestro héroe supera todas las adversidades para acabar asentado en Atlantis.
Si en el episodio anterior todo tenía un aire de cotidianidad que podía llegar a aburrir, en este pasa todo lo contrario. Superman descubre que puede respirar bajo el agua y que puede comunicarse telepáticamente con los habitantes de Atlantis (que yo sepa nunca había tenido estos dones) a la vez que muestra el verdadero alcance de sus poderes en unas escenas de acción cargadas de épica. De todas maneras, lo mejor para el crecimiento del personaje es como evoluciona su papel dentro del ejército. Pasa de estar encantado de estar en un sitio en el que puede vivir aventuras y dar un poco de rienda suelta a su energía a ver que la muerte y la violencia no pueden ser su camino en la vida.
Y por fin llegamos a Metrópolis
El tercer capítulo rompe totalmente el ritmo narrativo ya que muestra a Clark Kent llegando a Metrópolis para empezar a trabajar en el Daily Planet, sin ninguna mención o consecuencia de lo ocurrido en Atlantis. Veremos por fin a Clark actuar como el superhéroe que es, mientras conoce a sus personajes secundarios y al resto del Universo DC: Perry, Jimmy, Lois, Batman, Wonder Woman, Lex, el Joker… Lo malo es que Miller patina y nos cuenta todo de manera muy acelerada, sin que la historia pueda crecer de manera orgánica. No hay una presentación de los personajes y la caracterización de los mismos deja mucho que desear (esa Wonder Woman suspirando por un beso de Superman clama al cielo). Y la trama del complot entre Lex y el Joker esta mal planteada y resuelta de manera demasiado apresurada.
El trabajo de Frank Miller en este volumen es correcto, pero demasiado irregular. No tiene cogido el punto a Superman, puede ser por que se sienta más cómodo con personajes más terrenales como Batman o Daredevil. A pesar de eso, esta versión de Clark Kent deja elementos interesantes como esa autoconsciencia de su grandeza. Es interesante la manera en que actúa casi siempre con una sonrisa en boca, sabiendo que es superior a los demás. Está claro que a los más puristas, este Superman tan “subidito” no les va a hacer gracia, pero no hay que olvidar que estamos ante una versión alternativa, propia del guionista que mezcla aciertos como los comentados con algunos errores.
Puede que Superman sea algo arrogante, pero si lo vas a presentar así hay que cuidarse mucho de posteriormente acercarle a la humanidad para que pueda funcionar como el personaje central y mas grande del Universo DC que es. Y esto no se soluciona con una relación buena con sus padres (aunque su madre es muy cargante) o con buscarle muchas novias (de las cuales se enamora perdidamente para olvidarlas poco después) o haciéndolo un buen soldado que no quiere matar. Es necesario algo más y aquí es donde esta el principal problema de esta historia.
El ritmo narrativo es errático ya que la acción trascurre de manera normal en los dos primeros episodios, para acelerarse hasta perder el control en el último. La rotura que hay en la trama en la tercera parte descoloca bastante, hasta el punto de que parece que hay dos historias distintas. A pesar de todo, Miller es un escritor competente y aunque este cómic no está a la altura de sus grandes obras (un nivel que me temo ya nunca recuperará) se puede leer pasando un rato agradable.
El dibujo de Romita Jr. luce muy bien
En cuanto a la parte gráfica, hay que tener claro que nos encontramos ante un trabajo de John Romita Jr. con todo lo que esto supone. Como pasa con Miller, el dibujante ha dejado atrás sus mejores años, pero aun así, si te gusta su estilo, el dibujo de Superman: Año uno es de alabar. Está claro que los niños que dibuja van a ser siempre cabezones y un tanto desproporcionados, es marca de la casa, pero sigue siendo un verdadero maestro de la narración gráfica. El trazo del artista es un poco acartonado, pero a la vez es espectacular, con unas escenas de la destrucción de Krypton realmente magnificas y unas soluciones muy eficaces en las escenas de acción.
Superman: Año uno no es un cómic que vaya a pasar a la historia, pero al menos presenta una versión alternativa del personaje que resulta interesante y creíble en los tiempos que corren y que luce muy bien en el apartado artístico.