En pleno puente de la Constitución e Inmaculada Concepción, con la lluvia golpeando contra la ventana, me dio por pensar. Y la pregunta se abalanzó al instante: ¿Por qué no me interesa Avatar: el sentido del agua?
No estamos hablando de una película cualquiera. Es la secuela de uno de los mayores éxitos de la historia del cine, una superproducción ajena al sobado mundo superheroico y que se ha estado gestando a lo largo de más de diez años, todo lo contrario de lo que se pueda pensar en la actualidad, donde lo que predomina es la inmediatez.
¿Por qué no me interesa Avatar: el sentido del agua? La respuesta tiene más que ver con la figura de su director que con la propia obra original. Ambas serán diseccionadas en este análisis.
EL GENIO, CON TODO LO QUE ELLO CONLLEVA, JAMES CAMERON
La figura de James Cameron no solo es capital en el cine moderno, sino única. En primer lugar, porque se trata de uno de los pocos “autores” de cine comercial. Prácticamente todas sus películas son blockbusters no solo destinados a romper la taquilla. También a ser hitos en la historia del cine.
Aunque fue el director de no sé qué secuela de Piraña (David Fincher también dirigió la tercera entrega de Alien), Cameron es conocido por dar a luz Terminator, la que para mí sigue siendo su mejor película. Todo un hito de la ciencia ficción ochentera con tintes de terror. Aquí ya comprobamos dos cosas: la pericia narrativa de Cameron como director y su inteligencia como guionista.
Esta misma inteligencia fue la que le llevó a aceptar realizar la secuela de una película de terror intocable como Alien, el octavo pasajero y, en lugar de buscar el “más es mejor”, convertir Aliens en toda una película de acción y en una de las mejores secuelas de la historia del cine.
Tanto Terminator (1984) como Aliens (1986) colocaron a Cameron como uno de los directores más exitosos de la industria y le permitió acceder a recursos casi ilimitados para rodar los proyectos que él quisiera.
Aquí es donde entramos en la vertiente más genial de James Cameron. Y la más frustrante. Cameron es un genio, con todo lo bueno y malo que eso conlleva.
No solo ama el cine y la ciencia ficción, sino que también está fascinado con toda la tecnología que rodea a la imagen y, sobre todo, con el mar.
Tras Aliens, su siguiente proyecto fue Abyss, una película por la que se empeñó en rodar casi la mitad de la trama en el agua, provocando la discordia con sus actores. No obstante, fue un exitazo (y una notable película) que condujo a Terminator 2: el juicio final, la película más cara y más taquillera de la historia hasta aquel entonces (1991). Además, la primera en utilizar efectos digitales por ordenador.
De ahí, Cameron siguió superándose con una película de acción aún más cara, Mentiras Arriesgadas y, por supuesto, su mayor éxito a todos los niveles: Titanic.
Retro-análisis de Mentiras Arriesgadas
Tras ganar el Oscar a mejor película y mejor director (y mira que había películas muy superiores aquel año, que Titanic no es de sus mejores obras), Cameron desapareció. Y todos perdimos un poco.
Una vez el director consiguió todo lo posible en el mundo del cine, se centró en su próximo proyecto. Pero Avatar requería de una tecnología que, a finales de los 90 no era posible. Y en vez de esperar a que se desarrollara, decidió iniciar el mismo el avance.
Durante doce años, perdimos la pista de James Cameron. Eso no significa que estuviera ocioso. Desarrollo gran parte de la tecnología 3D que vimos en Avatar e, incluso, realizó avances en la investigación marina. De hecho, Cameron es la única persona que ha bajado al fondo marino más profundo de la Tierra en solitario, gracias a un submarino que él mismo diseñó.
Y así, tras doce años de espera, en 2009 se estrenó Avatar. Nuevamente, como Abyss o Terminator 2, una película destinada a revolucionar tecnológicamente el cine con la promesa de que el 3D desterraría al cine digital. Encima, la siguiente película tras Titanic, un hito comercial del cine moderno difícil de superar.
AVATAR, FORMA Y FONDO
Siendo Cameron un director capaz de aunar forma y fondo, tecnología y corazón, no queda otra que diferenciar Avatar en esas dos capas.
A nivel de forma, la película es impecable. Probablemente, junto con La invención de Hugo y Gravity, la mejor muestra de las posibilidades del 3D. Los efectos especiales y el paisaje de Pandora resultaron algo nunca antes visto en una pantalla de cine.
El problema o, mejor dicho, problemilla fue el fondo. Cameron nunca ha sido un director amparado en argumentos complejos, pero Avatar puede ser su película más simplista a todos los niveles. Su historia a lo Pocahontas, repleta de filosofía New Age y sin rastro de escala de grises, dista mucho de la lucha de clases que vemos en Titanic o las paradojas temporales de Terminator. Durante esos doce años, Cameron se centró tanto en los avances tecnológico que nos encontramos ante su película más robótica. Perfecta en su engranaje pero sin rastro de alma.
LO QUE NOS ESPERA
Alucinante tráiler oficial de Avatar: el sentido del agua
Finiquitada Avatar, muchos pensamos: ya está, su capricho se ha rodado y, encima, con éxito. Avatar sigue siendo la película más taquillera de la historia del cine y la única que ha superado los 2.000 millones de dólares de recaudación.
Pero no. Al contrario que con obras anteriores, Cameron no ha buscado nuevas historias que rodar, sino que se ha centrado otros trece años para conseguir la tecnología necesaria que le permita rodar hasta cuatro secuelas de Avatar, previstas para 2022, 2024,2024 y 2028.
Por lo tanto, mi problema con Avatar: el sentido del agua no tiene que ver estrictamente con la película en sí. Espero una superproducción visualmente apabullante y esperemos que narrativamente acertada. Pero el hecho de haber perdido durante tantos años a uno de los grandes directores del cine comercial moderno, a la altura de Spielberg o Christopher Nolan, me hace rabiar ante el estreno de la secuela. Qué duda cabe que iré a verla al cine.
¡Un saludo y sed felices!
¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!