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Crítica de Una sombra en mi ojo (2021), lo devastador e inevitable de la guerra.

Resulta curioso que en Las cosas que nos hacen felices también hablemos de la guerra. Compleja, puede abarcar desde una simple insurrección civil hasta reunir a todas las potencias mundiales. Desde lo peor a lo mejor del ser humano. No voy a añadir nada que miles de filósofos o cuñados de España hayan dicho ya en los últimos siglos sobre la guerra. Menos ahora, que han aparecido los expertos ocultos durante décadas en ese consejo de sabios que son las redes sociales. Si acaso, que no hay año en el que la Tierra esté totalmente en paz. Y que el cine ha abordado la guerra desde casi todas las perspectivas. Y hoy vamos a hablar de ella a través de Una sombra en mi ojo, película danesa que se ha estrenado en Netflix.

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Basada en hechos reales, Una sombra en mi ojo narra lo sucedido en Copenhague en 1945, cuando las fuerzas aliadas bombardearon un colegio de monjas creyendo que era la sede de la Gestapo. El ataque tuvo consecuencias fatales, con el fallecimiento de 120 personas, 86 de las cuales eran niños.

Dirige Ole Bornedal, director danés conocido por su slasher El vigilante nocturno (una de las primera películas de Nikolaj Coster Waldau, nuestro Jaime Lannister), de 1994, y por la serie 1864, relato épico sobre la guerra entre Dinamarca y Alemania durante el siglo XIX.

El inicio de Una sombra en mi ojo es claro e impactante, toda una declaración de intenciones sobre el mensaje de la película. La guerra destroza cuando menos te lo esperas. Lo detiene todo. Rompe vidas. Las que mata y las que sobreviven a la muerte.

Y es inevitable. Lo sufren tres chicas y un chófer camino de una boda. Pero el destino de la mayoría de los personajes de la película será similar.

Durante los dos primeros tercios de película, asistiremos a a la vida de distintos habitantes de Copenhague relacionados entre sí: el chico traumatizado que, al ver el mencionado ataque a las chicas y al chófer, sufre un shock traumático y queda mutista, incapaz de hablar. La monja con dudas de fe al ver como Dios permite que los judíos sean castigados por los nazis. El joven que ha traicionado a los suyos ingresando en la SS para asegurar su supervivencia…

Todos ellos con la muerte sobrevolando sus cabezas. Y nosotros somos los únicos que lo sabemos. Mientras tanto, asistimos a unas tramas casi costumbristas que solo tienen éxito al abordar el contraste entre aquellos que intentan sobrellevar una situación de guerra, los que toman partido y los niños, los soñadores aparentemente impermeables al dolor. Un dolor que, tarde o temprano, llega de manera inevitable.

Con estas tramas, Bornedal intenta que empaticemos con los personajes antes de la previsible pérdida. Pero sus historias, sobre todo en la que se centra en la monja y el miembro de la SS, fracasan y no consiguen hacernos conectar. El director apuesta por la intervención de distintos personajes y no da tiempo a desarrollarlos adecuadamente.

Es en el último tercio cuando el horror invade la pantalla, eliminando la importancia dramática de todas las tramas y centrándose en la mera supervivencia, en el horror tan absurdo como inherente al ser humano que es la guerra, con actos como el bombardeo (erróneo) de inocentes.

Para añadir complejidad, y esto sí es interesante, los hechos sucedieron por un error de los Aliados, por lo que, esta vez, los “malos” no son los nazis. Que, independientemente de los motivos que lleven a uno u otro bando a coger las armas, los escombros, las bombas y los muertos siguen siendo escombros, bombas y muertos.

En definitiva, Una sombra en mi ojo es (otra) devastadora película sobre la guerra, (otra) con niños como protagonistas y (otra) situada en la Segunda Guerra Mundial. Interesante por el hecho real en el que se basa y que la catástrofe haya sido producida por el bando de los buenos, su mayor defecto consiste en lo insustancial de sus tramas personales. Incluso una de ellas cae en el ridículo más absoluto, propio de una película de sábado por la tarde. Eso sí, cuando se centra en lo inevitable, devastador e impredecible de la guerra, nos impacta y deja sin aliento.

Un saludo y sed felices!

Nos leemos en Lascosasquenoshacenfelices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Médico residente. Intento aprender como si viviera para siempre. Intento vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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