Era el Salón del Cómic de Barcelona del año 2015. Yo andaba haciendo cola en el stand de la editorial Astiberri, buscando la firma de Paco Roca en Arrugas. De la gente que había ni se veía la mesa donde Roca firmaba. A su lado estaba Miguel Gallardo. Pese a que todos estabamos ahí por Paco Roca, Gallardo no dejaba de bromear con el status de estrella del valenciano, haciendo chistes y promocionando la obra que ambos habían parido, Emotional World Tour. Diarios itinerantes, a ver si algunos picábamos.
Confieso para mi eterna vergüenza que no piqué, que entre el viaje, la entrada y lo que ya llevaba comprado, el presupuesto no me daba para más. Me fui del Salón arrepentidísimo. No porque conociera la obra sino porque en esos escasos minutos en los que estuve frente a Paco Roca, Miguel Gallardo desprendió una humanidad y una alegría que pensé que tendría que haberle correspondido comprando ese cómic.
Miguel Gallardo ha muerto. Murió este lunes, 21 de febrero, a causa de un tumor cerebral. Nos ha dejado uno los mayores referentes culturales de este país, un dibujante e ilustrador excepcional y por lo que cuentan todos los que lo conocieron, una bellísima persona.
Miguel Gallardo saltó a la fama – si es que en este país alguien puede saltar a la fama siendo dibujante – como creador gráfico de Makoki, un quinqui de la transición que se había escapado de un frenopático en plena sesión de electroshock, con los electrodos aún enganchados a la cabeza. El personaje, con Juan Mediavilla a los guiones sustitituyendo a su co-creador Felipe Borrayo, pronto se convirtió en un referente para la chavalería de finales de los 70 y principios de los 80.
Makoki era un personaje con el que muchos se engancharon a esto de los cómics, por sus aventuras, por su forma de hablar (“¿Qué pacha?”), en una época en la que el cómic underground era posible en España, en revistas como El Víbora e incluso en la que llevó su nombre, Makoki. Incluso en mi pueblo teníamos un bar que se llamaba Makoki’s, del que supongo que Miguel Gallardo nunca supo nada pero que, estoy seguro, le habría encantado.
Tras la fama de Makoki, Miguel Gallardo siguió dedicándose al mundo que tanto le apasionaba, el del cómic, en revistas como El Cairo. Trabajó también como ilustrador para periódicos como The New York Times, The New Yorker, The Washington Post o El País; colaboró en el fanzine Nosotros somos los muertos, editado desde Palma por Max y Pere Joan y a mediados de los 90 publica Un largo silencio, novela gráfica basada en los recuerdos de su padre durante la guerra civil española.
En los últimos años conocimos la relación que tenía con su hija autista en los cómics Maria y yo y Maria cumple 20 años. La primera fue llevada a la pantalla en una película documental con el mismo título.
Miguel Gallardo padecía cancer desde hacía unos años. Fue operado en 2020 y reflejó sus vivencias en Algo extraño me pasó de camino a casa. Podéis ver un avance en la web de Astiberri y podréis constatar, a través de esas páginas, la enorme, enorme humanidad que desprendía Miguel Gallardo. Es imposible no emocionarse y no reírse con sus ocurrencias, incluso tratando un tema tan delicado como el de su enfermedad. Es un reflejo de cómo se tomaba la vida.
Nunca, en todos los años que llevo leyendo cómics, me ha dolido tanto la muerte de un dibujante como la de Miguel Gallardo. Allá donde estés, gracias Miguel por toda tu obra, por los buenos ratos que nos has hecho pasar, por tus reflexiones y por enseñarnos a ser mejores. Un saludo a todos y sed felices.