Tras más de siete años sin estrenar película, ya tenemos aquí la nueva producción de David O´Russell, director que se llevó unas cuantas nominaciones al Oscar entre 2010 y 2015. Ahora, reúne un equipo técnico de primer nivel y uno de los mejores repartos de los últimos años para Ámsterdam, la que iba destinada a ser su gran obra.
Ámsterdam narra la historia de tres amigos cuya relación se gestó durante la Primera Guerra Mundial y se fortaleció cuando los tres compartieron piso en la ciudad del título. A raíz de la muerte de un general, se vieron envueltos en una conspiración real que estuvo a punto de cambiar la historia de los Estados Unidos del periodo de entreguerras.
La película estaba destinada a ser uno de los grandes eventos del año. Estamos hablando de una producción alejada de los grandes estudios, una epopeya histórica que toma distancia de las tendencias superheroicas imperantes en el cine actual.
Por ello, no se puede entender esta producción sin hablar de su director, productor y guionista: David O’Russell. Una figura extraordinaria dentro del Hollywood actual, y no precisamente para bien. Sin entrar más en detalles, que para eso hay otros artículos en internet, digamos que O´Russell es el único director comercial que sigue trabajando al máximo nivel pese a sus múltiples escándalos en relación a comportamientos abusivos con actores en distintos rodajes, lo que le llevó a tener conflictos con George Clooney, Lily Tomlin, Amy Adams o el mismísimo Christian Bale, protagonista de esta película.
Pero, ciñéndonos a lo puramente cinematográfico, David O´Russell cuenta con una carrera irregular que alcanzó su máximo cenit entre 2010 y 2015, cuando estrenó cuatro éxitos críticos que acapararon nominaciones a la Academia: The Fighter, El Lado Bueno de las Cosas, La Gran Estafa Americana y Joy.
Personalmente, soy mucho de The Fighter y La Gran Estafa Americana, pero su mejor película es su aventura antiamericana y antimilitarista llamada Tres Reyes.
Tras el exitoso recibimiento crítico de Joy en 2015, O’Russell ha estado preparando su nueva película, la que sin duda iba destinada a ser su gran obra, no solo de su carrera, sino de toda la industria cinematográfica americana. Veamos por qué, en qué ha tenido éxito y en qué ha fracasado.
Por un lado, la trama se “centra”, al menos en una parte, en un hecho real que no desvelaré pero que, pese a situarse en los años 30 del siglo pasado, se hace eco en el presente actual.
Para ello, el director no se ciñe exclusivamente a este hecho, sino que lo adorna y recubre con una exuberante mezcla de géneros. En Ámsterdam confluyen drama, intriga, romance y comedia.
Y fracasa absolutamente en todos. La película tiene un componente dramático que no funciona y, en los escasos momentos en que lo hace, se debe más al subrayado cursi de cada escena que al vínculo que hayamos establecido con sus personajes. La intriga que inicia la película y pone en marcha a los personajes está tan deslavazada, tan interrumpida por las continuas divagaciones de los personajes que pierde interés desde el primer acto y solo coge algo de fuerza al final. Lo que es muy tarde.
En lo que respecta al lado romántico de la película, Ámsterdam es, por encima de todo, una historia que habla del amor y la amistad como el motor que debería mover el mundo. Que la Tierra es demasiado pequeña y la vida demasiado corta como para pasarnos nuestra existencia odiándonos por asuntos tan humanos como ideologías, fronteras o luchas raciales. Lo que se podría considerar la madre de todos los mensajes que un autor quiere enseñar al mundo.
Sin embargo, lo lógico es que un mensaje tan universal como este se extrapole de una trama concreta, no que una serie de personajes nos estén recordando continuamente que el amor y la amistad son lo más importante. Como si fuéramos tan idiotas que no lo supiéramos. De hecho, los personajes son tan cursis que resultan irritantes (salvo excepciones), su química es nula y, por tanto, no me los creo. Incluso la amistad de los tres personajes protagonistas suena a falsa desde el principio de la película.
Por lo demás, Ámsterdam es una comedia que no tiene ni pizca de gracia. No solo no saca una sonrisa, sino que aburre en sus continuas ramificaciones que pretenden engrandecer una historia más simple de lo que parece.
Sorprende que, ante un guion tan nefasto, O´Russell haya conseguido captar a tanta estrella cinematográfica. Y no me refiero a delante de las cámaras. Hablamos de Emmanuel Lubezki, director de fotografía que llevaba sin participar en una película desde El Renacido. Y sí, Ámsterdam es una cuidada producción anclada en los años 30, pero tampoco es que tenga una fotografía que asombre.
Y llegamos al principal aliciente para ver Ámsterdam. Su reparto. Empezamos…
Christian Bale, John David Washington, Margot Robbie, Zoe Saldaña, Taylor Swift, Rami Malek, Anya Taylor Joy, Chris Rock, Robert De Niro, Tim Blake Nelson, Michael Shannon, Mike Myers…
Probablemente sea el mejor reparto de los últimos años, pero de poco sirve si no están al servicio de una buena historia. Lucen rostro y poco más. Los mejores: Christian Bale, el único que parece captar el sinsentido de la historia y nos regala un personaje excéntrico en su altruismo, y Robert De Niro por ser el personaje que acelera la trama en su tercio final.
En definitiva, Ámsterdam es un absoluto sinsentido, una película construida para ser la gran obra cinematográfica americana del siglo XXI que fracasa estrepitosamente a todos los niveles. Y lo hace de forma dolorosa porque es una pena contemplar a tanta estrella desfilar por este bodrio.
Perdona Fernando, esta película no es ningún brodio en mi humilde opinión.