Bienvenidos una semana más a Gilead, la distopía no tan distópica donde los hombres ostentan un cargo y las mujeres son monedas de cambio. Sin embargo, la revolución se está cociendo a fuego lento…
Análisis de la tercera temporada de El cuento de la Criada
Análisis de la primera temporada de El cuento de la criada.
Análisis de la novela El cuento de la criada.
Análisis de la segunda temporada de El cuento de la criada.
OBJETIVO: SOBREVIVIR.
Definitivamente, la revolución da un paso atrás, al menos en este ecuador de la tercera temporada. Joseph Lawrence, el personaje llamado a ser revelación en estos capítulos, deja paso a las veteranas vacas sagradas: los Waterford, que vuelven a irrumpir con fuerza en la vida de June, desviándola de su labor de resistencia e, incluso, de la planificación de un probable rescate para Hannah. De hecho, Hollycole (es complicado decantarse por uno u otro nombre para el bebé) corre el peligro de volver a Gilead tras todo el sudor y esfuerzo que costó sacarla del régimen.
Una vez más desde que empezó la serie, la esencia de June es la de la superviviente. Más cuando, teniendo teóricas herramientas para hacer arder Gilead, sus planes se frustran como si fueran fichas de dominó. No solo hablamos de Serena, si no también de Nick Blaine, su otro aliado y padre de su segunda hija.
Durante la visita a Washington DC para avanzar en la campaña mediática por el retorno de Nicole a Gilead, los Waterford y June son reclamados por unos mediadores suizos. Negociadores, presumiblemente, neutrales en el conflicto diplomático entre Gilead, toda una potencia militar, y Canadá, que quiere evitar el conflicto armado a toda costa. Del resto del mundo no se escucha opinión. Probablemente, la mayoría sienta repugnancia por Gilead, pero nadie decide tomar medidas reales. Es algo que ha pasado con varias de las grandes dictaduras de la historia durante décadas, como, por ejemplo, con el aislacionismo de Occidente frente al surgimiento del nazismo en Alemania.
June tiene la oportunidad de obtener una ventaja lógica durante su entrevista privada con los suizos. Nicole se queda en Canadá a cambio de información sobre Gilead. Y nuestra protagonista tiene al topo ideal: el padre de la niña. Al fin y al cabo, los suizos y el gobierno de Canadá ya están al tanto de que Fred Waterford no es el padre de Hollycole, aunque han tenido la precaución de no divulgarlo para que no se tomen represalias con June.
Sin embargo, aunque Nick cumple con sus deberes, los únicos que ha hecho y que, probablemente, hará como padre; los suizos no lo toman como un testigo idóneo por su pasado. Sabemos que Nick perteneció al comando terrorista que inició la cruzada en nombre de Gilead, pero no que fuera un miembro tan respetado por sus “hazañas”. Desde luego, como queda claro en la escena del tren a Chicago, es una figura venerada por los soldados.
Una vez más, June se topa con un muro y debe luchar por seguir sobreviviendo. Por Hannah y por Hollycole.
LA CAPITAL DE GILEAD.
Por otro lado, Familia nos permite conocer algo más de un régimen del que tampoco podemos sacar mucho en claro, más allá de la segregación entre hombres y mujeres y el papel de las criadas. Washington, la antaño capital del país más poderoso del mundo y una de las cunas de los derechos sociales, es ahora la ciudad más ortodoxa del régimen. A la manera del Valle de los Caídos, la urbe está presidida por una enorme cruz donde antes había un obelisco. La fe preside Gilead. Una fe manejada a su antojo por los comandantes.
Uno de ellos es Wilson, un importante jerifalte del régimen (aún no sabemos si es el líder de Gilead) es un padre de familia numerosa, con seis hijos y, aún así, derecho a criada. Lógicamente, detrás de estos amantísimos padres hay una postal mucho más siniestra. Sus motivos iniciales no carecen de fundamento: tanto él como su esposa eran abogados que dedicaban todo el tiempo al bufete y nada a la familia. Ahora lo tienen para los niños…a costa de una criada con la boca grapada.
En una de las escenas más espeluznantes de lo que va de temporada, se descubre que las criadas, en un avance todavía más retorcido de lo que hemos estado viendo en Boston, carecen de voz, metafórica y real. El bozal que les tapa la boca es también un elemento estético que evita que miradas externas posen sus ojos en esas horribles grapas que, aparte de generar terror, también provocan muchas preguntas. Sí, se trata de un elemento impactante pero, ¿Cómo se alimentan para estar sanas y fuertes? Al fin y al cabo, las criadas deben tener hijos.
Y los hijos no son solo el símbolo del futuro de una sociedad, si no signo del estatus de un hombre en Gilead. Por eso, Fred está tan empeñado en recuperar a Hollycole. No le interesa tanto recuperar su matrimonio como volver a ascender. Parece que, con Wilson, lo va a conseguir. Aunque no sin sacrificio… La escena del billar da a entender la posición de superioridad de VER NOMBRE y el acercamiento físico un interés más allá de lo profesional. Parece que ni siquiera Fred Waterford puede escapar de un acoso.
RELACIONES ROTAS…Y RECONSTRUIDAS
El final del episodio viene marcado por dos relaciones. Por un lado, el acercamiento entre June y tía Lydia. Ya lo dijimos en episodios anteriores: por muy adoctrinada que se esté, es imposible que tía Lydia no sienta dudas cuando pretendía salvar vidas y se ve dando una paliza a una criada u observando a las mujeres con las bocas grapadas.
Por otro lado, parece que Serena y June rompen toda relación. Delante de la estatua destruida del presidente que abolió la esclavitud en Estados Unidos, June vuelve al punto cero con la esposa Waterford, que resulta ser una mujer vacía por dentro y que solo busca un bebé para llenar una vida en la que no tiene ni voz (aunque no tenga la boca grapada) ni voto.
Un saludo y sed felices!
Hasta la semana que viene!
“Washington, la antaño capital del país más poderoso del mundo y una de las cunas de los derechos sociales”.
Salvo el derecho a la sanidad, of course. ¡Muy buena la crítica!
Por eso es una de las…y no la cuna de los derechos sociales. Jajajaja. Muchas gracias!