Nada dura para siempre es un título muy apto para el penúltimo episodio de esta onceava (¿y última?) temporada de Expediente X que con sus luces y sus sombras se acerca ya a su final. El capítulo de hoy, dirigido por Glen Morgan y James Wong marca su primera colaboración en más de una década y es una vuelta de tuerca a uno de los temas más manidos de la serie: el vampirismo. Los chupasangres ya han pasado por la serie en diversos capítulos como el 02X07: 3 y de una forma mucho más notoria y divertida en el 12X05: Mala Sangre, considerado todo un clásico del humor y el terror y uno de los mejores episodios clásicos.
El capitulo de hoy ha sorprendido a propios y extraños por tocar un tema que pocos esperaban: el gore. Si bien es cierto que el mayor número de episodios de esta temporada han dado mucho más pie a la libertad y a la experimentación, como podíamos ver en ‘seguidores’ o ‘el perdido arte del sudor en la frente’, nada dura para siempre va más allá y casi sobrepasa las barreras de lo que es permisible en el ámbito televisivo, algo que no es de extrañar si tenemos en cuenta que sus directores son el binomio que provocó pesadillas a toda una generación con aquel inquietantísimo 02X04: Hogar que sufrió algo de censura en su momento, no solo por sus imágenes sino también por ciertos sonidos ambientales cuyas implicaciones dejaban muy mal cuerpo.
Podríamos definir el caso de esta semana como una mezcla entre caníbales, vampiros y científicos locos, todo aderezado con un toque surreal que mezcla elementos de serie juvenil con el Hollywood clásico. Una verdadera ida de olla trufada con sutiles elementos humorísticos que acaba funcionando, a medias. La premisa es la siguiente, Mulder y Scully investigan una escena del crimen en la que una misteriosa adolescente ha empalado el pecho de varios criminales que se dedicaban al tráfico ilegal de órganos. Tras seguir el rastro encuentran un culto dirigido por Barbara Beaumont, un trasunto de la Norma Desmond de Sunset Boulevard, o lo que es lo mismo una antigua estrella del cine que lleva muy, muy mal el asunto de envejecer y que junto con su pareja el doctor Luvenis han encontrado un método poco ortodoxo de invertir el proceso de envejecimiento a base de consumir órganos humanos. Si, como habéis leído. Pero la cosa no queda ahí, lo de los órganos es la parte fácil, el meollo del asunto se centra en unirse quirúrgicamente a otro ser humano para que, a modo de parasito, le chupen la fuerza vital a lo largo del tiempo.
Como podréis comprobar, se trata de un episodio con una imaginería bastante fuerte que puede que no sea apto para todo el mundo, no solo por sus imágenes que ya son bastante asquerosas de por sí sino porque también vienen aderezadas por una atmosfera y efectos de sonido de lo más repugnante, llevándose la palma la escena de la operación. A partir de ahí si que es verdad que a nivel temático nos encontramos con un episodio interesante que afronta el envejecimiento desde múltiples puntos de vista. Si Beaumont y el resto de integrantes del culto están obsesionados hasta el paroxismo con la búsqueda de juventud y belleza eternas, como contrapunto tenemos a Mulder y Scully, una pareja madura con sus taras físicas (las gafas de Mulder son un puntazo) pero que en última instancia han sabido envejecer con elegancia y no solo aceptar, sino aprender del hecho de que nuestras horas, minutos y segundos en este mundo están contados.
Y es ese aprendizaje el que nos lleva al punto más significativo de este episodio, la conversación de nuestros protagonistas en la iglesia. Mucho se ha discutido sobre la relación de Scully y Mulder desde que rompiesen a principios de la décima temporada y aunque hemos tenido muchas señales contradictorias por fin ambos se deciden a afrontar la pregunta con mayúsculas: ¿estamos juntos? Ambos personajes ponen todas las cartas sobre la mesa y se deciden a ser sinceros, Scully le pide perdón a Mulder porque piensa que les ha fallado tanto a el como a su hijo y este le pide perdón a ella porque cree que su relación y su búsqueda de la verdad a través de los Expedientes X la ha arrebatado la vida normal que ella merecía.
Quizá nunca lleguemos a saber cual fue el contenido de ese susurro, pero la aptitud de perdón mutuo y de afrontar el futuro juntos unido al gesto simbólico de Mulder de encender la vela que se le había apagado a Scully (referenciando a la vela de la unidad típica en la tradición de nupcias estadounidense) cierra el ciclo y deja a nuestra pareja en el lugar perfecto para poder dar el último paso de su viaje.
Nos leemos la semana que viene con el final de la serie. Sed muy felices.