Continuamos analizando la tercera temporada de Star Trek: Picard que, con Terry Matalas como showrunner y Patrick Stewart como protagonista, es emitida por Prime Video. Hoy, el tercer episodio…
Bienvenidos, trekkies y no tan trekkies, para analizar un nuevo episodio de Star Trek: Picard que, nos ha dejado más que satisfechos. Diecisiete Segundos, tal el título de esta tercera entrega de la tercera temporada, es una reflexión sobre la paternidad, pero también una auténtica oda a toda la franquicia.
Para quienes gustamos de la épica espacial y las cacerías de gato y ratón, el episodio tuvo todos los ingredientes que más nos deleitan y, de regalo, un par de logrados e interesantes diálogos apoyados sobre grandes desempeños actorales.
Pero basta de introducción y pasemos a analizar el episodio advirtiendo, como siempre, que SE VIENEN SPOILERS DE LA TRAMA y recordando que pueden leer aquí nuestros análisis anteriores.
Nebulosa
Retomamos a la Titan escapándole a la Verdugo de Vadic. En su huida, recibe algunos disparos, pero alcanza a internarse en la nebulosa y pierde a su perseguidora, pues la interferencia hace que no funcionen los sensores: clara referencia a Star Trek II: La Ira de Khan (para esta altura la película más homenajeada de la franquicia) cuando, huyendo justamente de Khan, la Enterprise se adentra en la nebulosa Mutara para “igualar condiciones”.
El problema es que tampoco pueden salir de allí, ya que las mismas interferencias que les ponen a salvo hacen riesgosa la utilización del motor warp: de hecho, Riker amonesta al capitán Shaw cuando, de modo imprudente, pretende usarlo. Además, ha recibido daños y tampoco podrán echar mano del mismo si consiguen salir de la nebulosa. No hay, mientras tanto, señales de la Verdugo: “por ahora”, sentencia Picard…
17 Segundos
Un flashback nos transporta años atrás a una charla entre Picard y Riker que gira sobre la paternidad, pues este último, al parecer, ha sido padre hace relativamente poco, pero no está hablando de la niña sino de Thad, lo cual significa que la conversación tiene lugar bastante antes de que este muriera, como supimos en la primera temporada.
Riker recuerda especialmente cuando, a bordo de la Titan, recibió aviso del nacimiento y llegar a la enfermería le demandó los diecisiete segundos que demora el turboascensor y que fueron los más largos de su vida…
Ese dato tendrá relevancia para el resto del episodio y constituye una bella alegoría, ya que diecisiete segundos es precisamente el título, perfecta metáfora del momento único de quiebre en que ser padre hace abandonar cualquier otra obligación …
En algo de eso debe pensar Picard a juzgar por su expresión, pero las palabras de su amigo adquieren para nosotros una doble significación por saber que, si nos ubicamos temporalmente, también él debe ser padre y aún no está anoticiado. Siempre es un eficaz recurso que el espectador conozca algo que los protagonistas no: Hitchcock lo sabía mejor que nadie…
Madre Protectora
Vueltos al presente, Beverly está ayudando a asistir a los heridos de la Titan aun cuando, como es lógico, parezca estar desactualizada en algunas cuestiones. En la enfermería, tiene a solas una intensa conversación con Jean-Luc en uno de los mejores diálogos que lleva la serie. Picard le recrimina haberle ocultado la paternidad y ella repone la imposibilidad de decírselo cuando él estaba de un punto a otro de la galaxia y tampoco quería formar familia por pesarle la imagen de su padre.
Picard le replica que las cosas podrían haber sido diferentes si justamente lo hubiera sabido y nos viene la imagen de Riker abandonando el puente para correr al nacimiento de su hijo, así como las conversaciones de la temporada anterior con Q acerca de las decisiones y distintos caminos que pueden direccionar nuestras vidas.
Beverly dice, además, que fue una forma de proteger a su hijo, pues Picard venía sufriendo un atentado tras otro y ella no quería que el niño llegase al mundo con un blanco en la espalda: ello nos hace preguntarnos si la persecución de que ambos son objeto no tendrá justamente que ver con que Picard sea el padre del muchacho. Por lo pronto, ella dice desconocer los motivos de la tal Vadic.
Jean-Luc se entera de que Jack ya está al tanto de que él es su padre, pero lo rechaza. No se sabe bien qué le recrimina cuando nunca supo de su existencia, pero en algún momento dice que es un organismo sintético y no su padre en sí, algo de lo cual solo podría haberse enterado en las últimas horas. En definitiva, aún no entiendo del todo la actitud del joven…
Té de Manzanilla
Raffi vuelve en sí a bordo de La Sirena y lo primero que ve es a Worf haciendo ejercicios mientras suena la ópera Los Troyanos, de Hector Berlioz: por cierto, el mismo pasaje que escuchaba Picard sobre el inicio de Star Trek: Primer Contacto.
Ella le toma por enemigo y le ataca, pero él logra esquivar el ataque y desarmarla para comentarle que ha preparado té de manzanilla.
Raffi ( o Raffaella, como él la llama) se da entonces cuenta de que él ha sido todo el tiempo su contacto en la flota, quedando así en claro que no le conocía personalmente. Su primera impresión es de fascinación por estar ante alguien que tiene dimensión de leyenda.
Ciertas palabras y actitudes de Worf nos hacen, no obstante, dudar si realmente trabaja para la flota o se mueve por cuenta propia. Por lo pronto, tiene indicios de que el robo del arma ha sido una distracción y detrás hay algo más grande y peligroso. Su pesquisa conduce a un tal Titus Rikka en el Distrito 6 e insta a Raffi para acompañarle a encontrarlo. Hay aquí una dupla que se perfila interesante…
Otros 17 Segundos
A bordo de la Titan, han logrado restablecer el sistema warp, pero no pueden utilizarlo dentro de la nebulosa y, para colmo de males, la Verdugo les ha hallado sin que sepan cómo.
Reciben un par de disparos que les provocan daños y hieren al capitán Shaw que, antes de ser trasladado a enfermería, deja el mando a Riker argumentando que si él los metió en el lío, debe sacarlos…
Riker ordena arrojar un torpedo contra los escudos de la Verdugo pero sin detonarlo y el momento es aprovechado por la Titan para desaparecer nuevamente en la nebulosa, aunque siempre con la presunción de que su perseguidora les encontrará nuevamente.
Jack y Siete se hallan confinados. Él piensa que la Verdugo siempre los encuentra porque sigue el rastro de verterium que deja el motor warp. Escapando de su cautiverio con el soso y manido recurso hollywoodense de dejar nocáut al guardia, llega hasta la sala de máquinas para interrumpir tales filtraciones. Un oficial, o quien parece serlo, le deja inconsciente pero, antes de perder el sentido, Jack ve su rostro cambiar de forma.
La noticia saca a Picard del puente de mando y ahora es a él a quien toca usar los diecisiete segundos de turboascensor para llegar hasta su hijo con el temor de encontrarle ya sin vida: temor que compartimos, pues nos asalta el angustiante deja vu de asociar con Kirk y lo poco que logró conocer al suyo. Falsa alarma: el muchacho vuelve en sí…
Cambiantes
En el Distrito 6 de M´Talas Prime, Worf y Raffi han llegado hasta el tal Titus, quien es interpretado por Thomas Dekker, actor de quien probablemente les resulte más conocido su rostro que su nombre, aunque quizás no lo terminen de asociar en versión adulta. En su momento, ha interpretado a Thomas Picard: ¿lo recuerdan? Aquel hijo imaginario que Jean-Luc tenía durante la experiencia Nexus (una vez más, la paternidad sobrevolando)…
Más aún, le hemos vuelto a ver en Star Trek: Voyager interpretando a Henry Burleigh, personaje infantil de la holonovela de misterio que estaba desarrollando la capitana Janeway. Y si son psicópatas empedernidos de la ciencia ficción como yo, pueden también recordarlo fuera de la franquicia como un adolescente John Connor en esa gran serie injustamente poco valorada que fue Las Crónicas de Sarah Connor.
Pero volviendo a su personaje en esta serie, hay lucha entre él y Raffi al punto que esta parece a punto de matarlo, pero es detenida por Worf, quien le dice que “las ejecuciones son solo los miércoles”. Una buena humorada sobre sí mismo, que en esta versión suya es capaz tanto de rebanarle la cabeza a un ferengi como de tomar té de manzanilla. Dice haber entendido en el último tiempo que hay “momentos para la calma y momentos para el fuego”.
Titus es sometido a un interrogatorio en el cual dice que la Federación está próxima a su fin, pero nada en específico sobre lo que ellos buscan hasta que, en un momento, su cuerpo se convierte en viscosa gelatina ante los ojos y manos del propio Worf que termina por matarlo antes de que logre escapar. Queda claro que hay momentos para el fuego, como también que Titus era un cambiante… Una vez más, Dekker interpreta en la franquicia a un personaje que parece humano pero no lo es…
Si han visto Star Trek: Espacio Profundo Nueve, ya saben sobre los cambiantes (o cambiaformas, según las traducciones), pero quienes escriben esta serie tienen el tino y la delicadeza de explicarlo a quienes no lo hayan hecho: decoroso detalle que deberían aprender los responsables del MCU, que en en este último tiempo pretenden que no solo hayamos visto todas las películas y series sino también que recordemos cada ínfimo detalle.
Worf le cuenta a Raffi (y a quienes no hayan visto DS9), que los cambiantes son una especie que, después de la Guerra del Dominio, se dividió en dos facciones, adoptando una de ellas el terrorismo con el objeto de revivir la misma. Incluso (perdón, pero me emociono) hay una mención a Odo, de quien recordemos que el actor que lo interpretaba, Rene Auberjonois, falleció en 2019: qué inmenso y delicado detalle el homenajear así a quien representó mejor que nadie a los cambiantes “buenos”. Y se nos estruja el corazón cuando Worf dice que ahora integra el Gran Vínculo para siempre…
Hacia el Pozo
Mientras tanto, en la Titan, se anotician de igual modo sobre los cambiantes, pues el testimonio de Jack revela que hay uno a bordo de la nave. Casi como corolario, la alférez LaForge informa de una explosión que ha dejado inhabilitado el núcleo warp en el preciso momento en que conseguían salir de la nebulosa y pensaban escapar.
La Verdugo emerge tras ellos y pone en ejecución un arma que en la Titan dicen no haber visto nunca. Así, un misil o torpedo les pasa de largo y crea un portal por delante de ellos sin tiempo para que puedan evitarlo. Transpuesto el mismo, se encuentran nuevamente en el corazón de la nebulosa y otra vez con la Verdugo tras ellos.
Ante la renuencia de Riker, Picard sostiene que no queda otra que combatir o, de lo contrario, morir. A tal fin, hace girar la Titan y disparar contra la Verdugo pero un portal que se traga literalmente los torpedos y los hace aparecer por detrás de la Titan.
Los impactos son contundentes y dejan a la nave prácticamente a la deriva mientras se informa que están siendo tragados por el pozo gravitacional del centro de la nebulosa. Riker, con alguna herida y en una escena que nos desgarra el alma, expulsa a Picard del puente mientras le acusa de haberlos condenado a muerte…
Balance del Episodio
Vaya entrega que nos han dado. Quitando algunos detalles menores ya señalados con algún cliché para esta altura insufrible (los puñetazos que dejan inconsciente compiten cabeza a cabeza con las puertas que se abren con un disparo) o bien cierta indefinición de la trama, particularmente en cuanto al sentir y motivaciones de Jack, el resto ha tenido todo lo que nos gusta a los amantes de la franquicia y, salvo que derrapen, podemos aventurar que esta temporada final es, como debía ser, la mejor por lejos.
La paternidad y el vínculo padre-hijo han sido, claro está, los ejes sobresalientes del capítulo y si bien ya algo habíamos tenido en la temporada anterior con los recuerdos de infancia de Picard, la cosa tenía allí un tono más psicótico y el sentido era más bien entender los traumas de este en condición de hijo.
Aquí es muy distinto: se trata de la paternidad como obligación principal que deja en segundo plano cualquier otra, así como de la importancia de dejar un legado. Se me ocurre que el que Picard sepa que tiene un hijo es una forma de que entienda que, aun con sus frustraciones, el largo camino no ha sido en vano.
Los diálogos de Picard, tanto con Riker como con Beverly, han sido brillantes y bien actuados. Particularmente, Patrick Stewart y Gates McFadden se han lucido en el suyo. Y muy bien manejada la analogía con el caso de Riker, de quien el haber perdido a su hijo puede hacer entender a Picard la importancia de preservar al suyo. De manera extensiva, podemos llevar la analogía también a Kirk…
Un solo detalle se les escapó incluir y creo que hubiera calzado de perlas: Worf no hizo ninguna mención a su hijo Alexander, de quien recordemos que Jon Paul Steuer, uno de los actores que lo interpretara, falleció en 2018. Ya sé que aún hay tiempo, pero este era el episodio ideal para homenajearlo. Y ya que hablamos de homenajes, muy conmovedor y casi para las lágrimas el de Odo y Rene Auberjonois.
La serie, sobre todo en esta tercera temporada, es un increíble e inmenso homenaje no solo a Star Trek: The Next Generation, sino prácticamente a toda la franquicia sin quede nada afuera. Tan solo en este episodio hemos tenido referencias a películas como La Ira de Khan, Primer Contacto o Némesis, pero también a series como las ya mencionadas Espacio Profundo Nueve y Voyager: genial el detalle, por cierto, de que Siete tenga en su habitación una réplica de esa maravillosa nave en la cual hizo su formación junto a Janeway.
Inclusive hubo guiño a Discovery, pues cuando Beverly repasa los distintos mundos a los cuales Picard fue convocado, menciona a Sorna Prime. Pues bien, quienes sigan esa serie quizás recuerden que durante la visita de la primera temporada al Universo Espejo, la oficial Tilly era allí conocida, en su versión opuesta, como “la asesina de Sorna Prime”.
Vemos ahora conectarse a las subtramas que hasta ahora no mostraban relación. Lo ocurrido con el edificio de reclutamiento, chupado por un portal y arrojado desde lo alto por otro, es lo mismo que hemos visto en el espacio con los torpedos que, lanzados por la Enterprise contra la Verdugo, terminan cayéndole desde la retaguardia.
Muy acertada además la forma en que se fueron contando las historias en simultáneo, particularmente cuando tanto en el Distrito 6 como a bordo de la Titan, se anoticiaban a un mismo tiempo de que los cambiantes estaban de regreso. Por cierto: Worf y Raffi, como dije, se perfilan como una buena dupla… y quizás Siete y Jack también. Y la alférez LaForge interviene poco pero me está gustando: ya veremos…
A propósito de Worf, subsisten todavía algunas lagunas: para quién trabaja o el porqué de sus cambios, aunque algo deja traslucir cuando da a entender que ha hallado un punto medio entre aquel guerrero casi irracional de los primeros tiempos de TNG y el mediador diplomático y educado que vimos en DS9. El fuego y la calma, digamos…
También nos queda por saber cuál es la verdadera intención de Vadic, qué busca o qué interés particular tiene en Jack. Me da la sensación de que conoce mejor a Picard (e incluso a la Titan) de lo que a primera vista pareciera.
En fin, no tengo mucho más para decir, así que prefiero que me digan ustedes qué les ha parecido esta entrega y cómo están viendo la temporada en general. Nos reencontramos para analizar el cuarto episodio…
Hasta entonces y sean felices. Larga vida y prosperidad…
Gran episodio y esto no para de mejorar, poco que apuntar a lo que has comentado. Me asalta una duda, ¿y si Jack fuera uno de esos cambiantes? Picard o Berverly no tendrían porque reconocerle. Y ya la parte final de que Riker expulsa a Picard del puente me dejó completamente asombrado. No recuerdo que nunca acabaran las cosas tan mal entre ambos, ¿no?
Hola Juan: gracias por comentar! No se me había ocurrido la posibilidad de Jack como cambiante. Y no necesariamente implicaría que jugara para los “malos”; lo de las dos facciones señaladas por Worf bien podría cobrar especial sentido. Es una posiblidad. A no descartarla.
Con respecto a la discusión Picard-Riker, han tenido alguna en TNG pero sin llegar a ese tono. Además sorprende verlo así de desencajado justamente a Riker. Si hubiera sido Picard, podía sorprender menos.
Gracias por el valioso aporte de siempre y nos reencontramos en el cuarto episodio: larga vida y prosperidad!
Picard y Riker empezaban el capítulo como muy amiguetes, pero a partir de la mitad del episodio cada uno quería llevar la situación a su manera Picard más agresiva y proactiva Y Riker más defensiva y conservadora. Normal la decisión del final cuando tras insistir Riker desiste y lo hace a la manera de Picard y aparentemente es un fracaso. (Cuanto más crecemos más cabezones nos volvemos y más queremos tener razón)
Hola Eddie, gracias por comentar! Sí, es cierto que fue un choque de estilos, como también lo de que ya tienen otra edad, verdad? Eso también es un detalle a tener en cuenta. De todas formas, siempre en Star Trek las soluciones llegaron con la unión de la tripulación y supongo que esta no va a ser la excepción. El tono de la discusión me dolió en el alma, pero estimo que no va a durar.
Gracias por el valioso aporte. Larga vida y prosperidad!