Bienvenidos una semana más a los Ozarks. Los niños Purcell han desaparecido y asistimos a la investigación dirigida por Wayne Hays y Roland West. Bienvenidos a True Detective III.
Análisis de todos los capítulos de True Detective
1980: UNA BUENA INTENCIÓN
Poco puede ofrecernos esta línea temporal a la altura a la que nos encontramos. Dos escenas, dos detalles que muestran como una pequeña decisión puntual puede condicionar toda una vida.
Por un lado, la permisividad de Hays con algo que no está de acuerdo: que Amelia escriba un libro sobre el caso, algo que lastró su matrimonio hasta su casi disolución. Por otro lado, la compasión de West por Tom Purcell, a partir de lo cual se establece una amistad entre ambos, que utilizará Hays para el mayor error de la carrera de ambos.
1990: UNA MALA IDEA
El grueso de esta segunda mitad de la temporada se centra en 1990. Como era de esperar, la policía encuentra el cadáver de Tom Purcell junto con una nota de suicidio en el que se culpa de la desaparición de sus hijos. Su muerte supone el segundo cierre del caso, ya que se convierte en el principal culpable (quedando exculpado Woodard), y una losa para Roland West, el hombre que le había cuidado, ya que se considera culpable de su suicidio por la presión a la que le sometieron en el interrogatorio.
Sin embargo, Hays no se fía de la versión oficial y, aunque derrotado, descubre la implicación de Harris James en la muerte de Lucy Purcell, ya que la víctima llamó numerosas veces al teléfono personal del jefe de seguridad de Hoyt Alimentación el día antes de morir y este viajó a las Vegas para volver a Arkansas solo un día después de la muerte de la madre Purcell.
El caso está cerrado y, nuevamente, Hays se encuentra ante un muro usando la vía legal. Por ello, manipula a West y, apelando a la amistad que tenía con Tom, le convence para llevar a Harris James al granero y torturarlo. Obviamente, es una idea pésima. Queda claro que James sabe algo, pero no consiguen sacarle nada en claro y, para más inri, West lo mata para defender a su compañero. No solo no averiguan nada, si no que tienen que hacer desaparecer a un cadáver.
Por otra parte, el matrimonio Hays está en las últimas, hasta el punto de no confiar el uno en el otro a la hora de investigar el caso. Mientras los detectives tienen que ir adaptándose a las circunstancias, la investigación de Amelia es mucho más incisiva. La escritora, tras sospechar que el hombre negro tuerto, el sospechoso original, el que la increpó durante la presentación de su libro, puede ser la verdadera clave del caso, decide volver al pueblo donde comenzó todo. Una zona abandonada donde quedan muy pocos. Tan solo los que quieren anclarse en el pasado, aunque sea uno turbio representado por la desaparición de unos niños.
Amelia contacta con el dueño del bar donde trabajaba Lucy y este le habla de un hombre negro y tuerto llamado Watts. Por otra parte, consigue hablar con la mejor amiga de Lucy, que le enseña una foto de los niños Purcell en los que aparecen, de fondo, dos figuras vestidas de fantasma. Volvemos al testigo clave que fue pasado por alto, aquel granjero que mencionaba a una pareja interracial y que fue silenciado por los actos de Woodard.
Por desgracia, el caso vuelve a truncarse. No solo por el cese de la investigación, si no por una llamada. Edward Hoyt, el líder de la empresa, mandamás del pueblo y posible cabecilla de la conspiración, sabe lo que Hays hizo con James y le obliga a entrar en un coche negro para hablar con él. Silencio a cambio no acabar juzgado. Aquí está la explicación del repentino desinterés de Wayne y Amelia por el caso tras lo ocurrido en 1990.
2015: UNIVERSO COMPARTIDO
Hays utiliza la entrevista con la periodista para sacar información que ya no tiene de la investigación. De esta manera, averigua que los muñecos de trapo es un símbolo propio de poderosas organizaciones centradas en la pederastia, como la que Rust y Cohle (a los que podemos ver a manera de cameo en un periódico) desbarataron en 2012, aunque sin poder tocar a los que llevaban las riendas de la organización.
Comienza la investigación de unos deteriorados Hays y West, que interrogan a la sirvienta de la familia Hoyt. Edward, el patriarca familiar, tiene una hija que perdió a su marido e hijo en un accidente, poco antes de los sucesos acaecidos en 1980. A partir de entonces, la hija Hoyt se une a un hombre negro llamado Watts, el cual va adquiriendo más poder en la casa, hasta el punto de que los sirvientes solo pueden acceder a determinadas habitaciones de la mansión…
El sedán negro sigue vigilando la casa de Hays por las noches, pero esta vez el detective cuenta con la ayuda de su compañero West, el cual obtiene la foto de una matrícula. Parece que el chantaje hacia nuestro protagonista aún sigue.
CONCLUSIONES
Solo queda un capítulo para que la tercera temporada de True Detective acabe y quedan pocas sombras que alumbrar en la trama. Queda claro que las líneas temporales están muy descompensadas. Prueba de ello es que la del año 2015 comienza a cobrar interés en el séptimo capítulo, cuando podría haber dado juego mucho antes.
Por lo demás, parece que Pizzolatto vuelve a recurrir a la pederastia como fuente de investigación en la trama, aunque esta vez, los motivos parecen más turbios. Da la sensación de que Edward Hoyt quiso “comprar” una nieta que sustituyera a la que su hija perdió. Lucy Purcell, harta de la vida que llevaba, de estar atada a un marido y a unos hijos que no quería, los vendió con la ayuda de su primo a cambio de dinero y una vida de excesos en Las Vegas. Sin embargo, algo salió mal. ¿Por qué murió Will? ¿Por qué se le colocó en esa postura con reminiscencias religiosas? ¿Qué fue de la niña Purcell? Esperemos saberlo en el último capítulo.
Un saludo y hasta la semana que viene!
Sed felices!