En 2013 se estrenó la que iba a ser la película más taquillera de aquel año, Frozen. Nadie apostaba por una película de animación con unos personajes desconocidos y que encima, una vez vista, resultaba que subvertía totalmente el género de “princesas en apuros” tan propio de Disney. Sin embargo Frozen se convirtió en todo un fenómeno, no sólo cinematográfico sino también a escala social.
Las figuras de sus protagonistas, las hermanas Elsa y Anna, deben ser de lo más rentable de la Casa de Mickey Mouse. Han figurado en cualquier regalo de Navidad de cualquier niño no sólo en el año de su estreno sino en los últimos 6 años. Era obligada una segunda parte, segunda parte que ha tardado 6 años en llegar porque una película de estas características, con una animación perfecta y repleta de números musicales no es fácil de elaborar.
El origen de Elsa
Frozen 2 narra el origen de los poderes de Elsa, reina de Arendelle. Junto a su hermana Anna, Kristoff y Olaf (y Sven, no nos olvidemos de Sven), Elsa viajará al bosque encantado para descubrir su pasado y salvar el reino de una amenaza que proviene de allí. Y hasta aquí podemos contar, que tampoco se trata de hacer spoilers.
Lo primero que llama la atención en Frozen 2 es que no estamos ante una historia de princesas y príncipes y el rollo del amor verdadero. Elsa no tiene pretendientes y Anna y Kristoff no se han casado, aunque este se ha instalado ya en palacio y se pasea por allí en bata y zapatillas. En Disney tomaron nota y han pasado página. Nada de princesas débiles que necesitan ser salvadas. Anna y Elsa ya se salvan solas. Ellas son quienes llevan el peso de la película.
Como ya he señalado, Frozen 2 narra el origen de los poderes mágicos de Elsa, quien a lo largo de la cinta pasa de reina a superheroína. No es un hecho casual porque desde su estreno y su primer puesto en taquilla, los que han alcanzado ese primer puesto en los años siguientes han sido los superheróes (y Star wars). Elsa maneja sus poderes tal cual El Hombre de Hielo en los X-Men, con el glamour y el toque sexy de Emma Frost.
El otro peso de la cinta recae en Anna, quien evoluciona de princesa pizpireta enamoradiza a mujer responsable que tiene que hacer lo que tiene que hacer, aun a costa de su reino. Para mi, es uno de los puntos fuertes de la película, ese mensaje de hacer lo correcto huyendo de ñoñerías y es, me temo, lo que a más uno lo va a dejar descolocado. Quien espere una continuación que calque la estructura y el mensaje de la primera película, mejor que no entre en el cine. Frozen 2 acaba por dinamitar todo lo que le quedaba del género del cual procede, sobre todo con ese final, tan atípico y tan inesperado.
Musical al fin y al cabo
Musicalmente creo que la película original está un poco por encima de esta. Frozen 2 no tiene canciones tan memorables como Por primera vez en años o ¡Sueltaló! pero admitamos que era difícil superarse. En esta tenemos Mucho más allá como canción más memorable. A destacar por encima de la media Perdido en el bosque, la canción interpretada por Kristoff (el actor Jonathan Groff en su versión original) que resulta una de los mejores números de la película, llegando a parodiar / homenajear a Queen en su puesta en escena, así como otros clásicos de los 80.
De hecho la canción (ver video) es 100% ochentera, tanto en su arranque, como en sus arreglos, como en sus coros,… Por un momento creí ver a Glen Medeiros en la pantalla. Jonathan Groff y Josh Gad (Olaf en el versión original) lo han clavado cuando han dicho que será su canción de karaoke durante muchos años. Kristoff resulta ser mucho mejor personaje que en la cinta anterior. Y lo es porque echa por tierra todo lo que quedaba de cuento de princesas en Frozen.
Aquí el príncipe ni está ni se le espera. Kristoff es un gañán que se ha ganado el corazón de Anna fundamentalmente porque también es su amigo. No consigue encontrar el momento justo para pedirle matrimonio pero luego va y le suelta frases del tipo “Estoy aquí para ti ¿qué necesitas?” o como cuando Anna cree que lo ha perdido por no contar con él: “Mi amor no es débil” (hacía tiempo que no oía una frase tan buena en una película). De verdad, Kistoff ha resultado todo un hallazgo y el modelo a seguir que les faltaba a los niños en cuanto a referentes masculinos.
Y vamos con Olaf. Se que a muchos les resulta un personaje cargante, el Jar Jar Binks de Frozen. A mi no me lo ha parecido nunca. Me resulta a ratos simpático y a ratos entrañable, con un toque entre inocente y bobalicón. Es verdad que tiene mucho más protagonismo en esta segunda parte pero resulta imprescindible. Olaf aporta el toque cómico, la nota de humor, y sin él la cinta alcanzaría una trascendencia casi insoportable para el público infantil, que al final es a quien se dirige la película.
En realidad, si no fuese por él, no se si los niños aguantarían en la sala. El ritmo de Frozen 2 no es tan dinámico, tan agil, como en la primera película. No es hasta su tercer acto, en el momento en que se separan las hermanas y Elsa descubre la verdad sobre su pasado, cuando la película adquiere verdadero ritmo. Y al mismo tiempo, todo se vuelve más trágico. El momento en que Anna está sola en el interior de la montaña, lo ponemos en El Señor de los Anillos y no desentona nada, momento que coincide con la desaparición de escena de Olaf.
Porque la verdad es que hay mucho más drama y trascendencia en Frozen 2 que en la primera película. Es una historia mucho más madura y seria de lo que parece y que seguramente necesita de un segundo visionado para poder apreciarla mejor. A la salida de la sala, una madre le preguntaba a su hija (alrededor de 10 años) si la había entendido mejor esta segunda vez, lo que denota que no es una película que haga muchas concesiones al público al que supuestamente se dirige.
Quizás por eso se hace muy difícil elegir entre Frozen o Frozen 2. Creo, como me comentó mi compañero Juanjo Aviles, que ambas son complementarias. A él le ha gustado más esta segunda, por estar más cargada de acción y por su toque más superheróico. Si algo he echado en falta yo son más números musicales y de más enjundia pero no por eso Frozen 2 deja de ser una gran película.
Una segunda parte que se sale por la tangente y que demuestra que los directores y guionistas Chris Buck y Jennifer Lee no han querido acomodarse ni ir a lo fácil. Al contrario. Han sobrevivido a su propio éxito y casi se han reinventado. Tampoco han roto muchos más moldes, que esto es Disney y los finales, al final, son siempre felices pero si tenemos en cuenta lo alto (altísimo; insuperable de hecho porque Frozen es una obra maestra, no solo de la animación sino como película en general) que estaba el listón, podemos decir que Frozen 2 es una gran segunda parte para disfrutar en familia.