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Crítica de De naturaleza violenta (2024), argumento de slasher ochentero y técnica de slow cinema

Ya está disponible en cines de España De naturaleza violenta (2024), una película de terror dirigida por Chris Nash, que reformula las claves del subgénero slasher de los 80 para construir su narración en base a los elementos del slow cinema. Un ejercicio estilístico formal realmente interesante, que trata la relación entre humano y naturaleza de forma más soterrada. 

La película lleva más de una semana en cines y recomiendo verla antes de leer mi crítica ya que, sobre todo en el último apartado de la crítica, hay spoilers que no he podido evitar para analizar por completo la obra.

Tráiler de De naturaleza violenta (2024) de Chris Nash

Un grupo de jóvenes se lleva un medallón de una torre de vigilancia contra incendios derrumbada en el bosque. Lo que desconocen es que esta sepulta el cadáver podrido de Johnny, un espíritu vengativo impulsado por un horrible crimen ocurrido hace 60 años. Y una vez se llevan el medallón, su cuerpo resucita con el único propósito de recuperarlo. El no-muerto acecha al grupo de adolescentes de vacaciones responsables del robo y en su misión de recuperar el medallón procede a masacrarlos uno tras otro, junto con cualquiera que se interponga en su camino. 

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Póster de De naturaleza violenta (2024) de Chris Nash

Slasher y slow cinema 

La mayor virtud y reclamo de una película como De naturaleza violenta es su forma. La historia no deja de ser el típico cliché de un grupo de jóvenes fiesteros que pasan unos días en un bosque y van mermando en número acechados por un asesino sobrehumano. Lo interesante es cómo Nash opta por fusionar dos mundos completamente distintos, tomando la historia de uno (slasher) y las formas del otro (slow cinema), para configurar un producto totalmente propio, un experimento satisfactorio (aún más si se acude a ciegas al cine, como fue mi caso).  

Dos o tres planos larguísimos y aparentemente insustanciales abren la película estableciendo el tono desde el principio. A continuación, la cámara en mano sigue a un corpulento asesino que camina despacio a través del bosque, en largos planos secuencia, buscando carne fresca con que saciar su sed de sangre.

Nash se toma su tiempo, como el buen slow cinema, para retratar las anodinas zancadas del personaje, el sonido del bosque y sus animales… así como, lejos de la concepción generalizada fruto del marketing, de que la película contempla únicamente el punto de vista del asesino, da rienda suelta a las estériles conversaciones entre los campistas. En ese largo y magnífico travelling circular, sobre todo, en que vemos por primera vez a las víctimas de cerca y escuchamos la leyenda del lugar. 

Lo que Nash plantea es un encomiable ejercicio de forma, un experimento en que traspone ciertos elementos de un lugar a otro para construir algo propio y continuar explorando las posibilidades del séptimo arte y el cine de terror. El modelo de puesta en escena del denominado slow cinema, funciona a la perfección en De naturaleza violenta. El reposo con que sucede la acción precede los consecutivos baños de brutalidad explícita —el gore más repulsivo, en concreto uno de los asesinatos, de una enorme creatividad por otra parte— afilando su efecto de una forma similar a la contención y aplanamiento a que Robert Bresson sometía sus obras cinematográficas: sosiego para posterior estallido emocional en busca de cierta sorpresa interior.  

Cada uno de los brutales asesinatos que se suceden metódicamente, son en sí mismos un ensayo de puesta en escena e imaginación creativa. Pienso en lo distintos que son entre sí, tanto en la forma de matar del villano, como en la planificación en pantalla. Uno de ellos transcurre en un lago (¡Crystal Lake resuena!) y el estatismo de un gran plano general con el personaje a lo lejos es suficiente para construir una tensión creciente que deriva en angustia. Una forma de mostrar lo que sucede nada habitual en el género, pero tremendamente efectiva en su ejecución.  

La ausencia de música de cualquier tipo es uno de los elementos imponentes del slow cinema y de realizadores como Robert Bresson, que buscan precisamente evitar distracciones para ensalzar la diégesis depurada en su plenitud. Nash toma esta premisa utilizando solo el sonido del ambiente que, junto a una propia imagen que continuamente enaltece el medio natural, construyen una percepción audiovisual periférica del entorno fundamental para integrarse en la película.  

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La violencia de la naturaleza. El humano y su entorno

Más allá de su evidente interés formal y conceptual, De naturaleza violenta esconde una lectura algo más soterrada y sutil sobre nuestra relación con el medio natural. Desde el momento en que los jóvenes, sin pensar demasiado, retiran el medallón dorado del lugar en que descansaba, la bestia que despierta no hace más que darles caza: han profanado lo que era suyo —más adelante descubrimos su historia y relación con la reliquia— por diversión. 

El monstruo actúa para proteger algo que le pertenece y le han arrebatado sin permiso ni motivo. El humano, históricamente, ha actuado de forma similar con la naturaleza, jugando con ella a su gusto y aniquilando a sus inocentes pobladores. El asesino de la película, igual que la naturaleza, solo busca paz y descanso, sin intrusos molestos e indeseados.

Cuando en el tercer acto, la última superviviente decide subvertir desde la propia narración los códigos del slasher hasta entonces el giro era puramente formal—, olvidando el plan de acción y soltando las armas para echarse a correr en vez de enfrentar al verdugo (como suele ocurrir en el subgénero), deposita el medallón de Johnny en la garrafa de gasolina: devuelve lo que en el primer plano de la película habían hurtado. 

Las últimas dos magníficas escenas —corriendo a través del bosque y conversando en el coche con su salvadora—, causan una tensión enorme e irracional por acumulación de acciones a lo largo de la película, ya que, sugestionados además por la forma en que Nash sitúa la arboleda constantemente en el fondo de la imagen; sentimos que Johnny saldrá de detrás de algún árbol para acabar con Kris. Sin embargo, tras estas escenas, un ligero travelling final nos muestra que el medallón ya no está donde la joven lo colocó: la situación se ha revertido sin violencia, devolviendo al asesino lo que se le quitó en un principio, y ahora vuelve a descansar eternamente. 

La película con este final, ciertamente inesperado, me recuerda al típico dicho de que en la naturaleza hay que dejar todo igual que se encontró: “no levantes una piedra si no vas a devolverla a su posición original”. El respeto por la naturaleza y los seres vivos que allí habitan es fundamental, y siento que De naturaleza violenta viene a mostrarnos a unos chavales insensatos que roban un medallón y despiertan a un monstruo, como podrían haber profanado una cueva y enfurecido a un oso —precisamente la mujer del coche, cuenta a la joven superviviente la burtal historia del ataque de un oso a un cazador—, en un acto de inconsciencia humana

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Conclusión

Chris Nash propone una nueva visión del cine de terror, implementando la sosegada puesta en escena del slow cinema para exaltar la impresión, además de utilizar en gran parte del metraje el punto de vista del asesino. Es como si —exagerando— Béla Tarr dirigiese Viernes 13 (1980) de Sean S. Cunningham.

Este entramado de imaginativas y explícitas escenas gore (amén por los efectos prácticos), esconde una reflexión sobre el ser humano y su relación con la naturaleza con una satisfactoria moraleja. ¡Cuánto tenemos que aprender de los animales!

De naturaleza violenta es una película, ante todo diferente, no para todo el mundo e ideal para ver a ciegas. Desde luego es una cinta a reivindicar que, personalmente me ha maravillado. Además, ya se ha confirmado su secuela para el año que viene. No sé si es malo o bueno, tocará descubrirlo dentro de no tanto…

Muchas gracias por leerme e ¡id al cine!

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Darío Serrano Gómez
Darío Serrano Gómez
Apasionado del cine en constante aprendizaje. Me gusta ver películas y escribir sobre ellas.
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