Bienvenidos, auténticos creyentes, a La Tapa del Obseso, la sección de Raúl Sánchez.
Tras pasar un tiempo jugando a Warhammer 40000 Rogue Trader nos hemos dado cuenta de la enorme cantidad de felicidad que ha ocasionado Baldur´s Gate 3, del que ya hablamos con mucha calma por aquí. Nos alegramos muchísimo: nunca hay suficientes excusas para ser feliz. Pero ya puestos a serlo deberíamos ir más allá y hablar de los muchachotes rusos de Owlcat Games. Sí, los que hicieron la mejor recreación hasta la fecha de un juego de rol de tablero, dados y etc a un videojuego: Pathfinder Wrath of the Righteous, del que también hablamos por aquí, así como del primer acercamiento de esta gente loca, ambiciosa e maravillosa al universo de Pathfinder, Kingmaker. En resumen, Baldur´s Gate es como videojuego mejor si tenemos en cuenta todo, especialmente la accesibilidad para los no iniciados en los videojuegos de rol, pero los dos Pathfinder de Owlcat Games son más fieles a los juegos de rol de dados y papel. Es decir, son más difíciles, tienen mucha más profundidad a la hora de crear y desarrollar a los personajes, el argumento y los personajes son más profundos y más originales.
Nuestros simpáticos, neuróticos y obsesivos muchachos de Owlcat Games no les quedó suficiente campo para expresar su neuroticismo y obsesión. Así que se metieron en otro universo morrocotudo: el de Warhammer 40000. Y no para hacer otro juego de estrategia o de disparos en primera persona, no. Para hacer otro juego de rol por turnos. Meterse en el universo de Warhammer 40000 es meterse en uno de los universos más desquiciados hechos por cualquier mente o mentes humanas. Un universo en el que hay una guerra eterna en la que la Humanidad no puede andarse con tonterías porque lo que hay enfrente es la aniquilación, muchas razas alienígenas que quieren matarte y el lovecraftiano caos metiéndose por todas las rendijas para volverte loco. Es un universo en el que la mentalidad de asedio y el destruir planetas enteros llenos de gente si eso perjudica al enemigo están a la orden del día. Pensándolo bien hacer un juego en el que aspiremos a tomar decisiones en Warhammer 40000 es complicado: cualquier desviación de la ley (o lo que digan esos señores con armaduras de marine o esos inquisidores que es la ley) suele acabar delante de un lanzallamas. Pero ayh amigo, que hemos rastreado por tode este simpático y piadoso universo para dar con alquien al que podemos encarnar. Alquien que sí puede tomar decisiones con cierta libertad. Quizás el único tipo de persona que puede hacerlo realmente: el Rogue Trader (traducido como “comerciante independiente”). De ahí el nombre, claro: Warhammer 40000 Rogue Trader, tatatachán.
Warhammer 40000 Rogue Trader consigue con esto dos cosas. En primer lugar, conseguir que el protagonista sea un corsario con cierta libertad respecto a las muy estrictas reglas del Imperio de la Humanidad, para así poder reclutar a extraterrestres, marines espaciales, tecnosacerdotes o rufianes variados para ser compañeros nuestros. En segundo lugar, continuamos con el esquema básico en el que se sienten más cómodos los muchachos de Owlcat Games: el personaje empieza siendo un don nadie en el prólogo pero pronto se le pone al cargo de un reino/una cruzada mundial contra demonios/una nave espacial gigantesca y el mando de varios mundos con miles de millones de personas dentro. Así, sin presión desde el inicio. A partir de ahí han tenido que vérselas con un sistema nuevo de creación de personajes, combate y subidas de nivel, claro.
En la creación de personajes de Warhammer 40000 Rogue Trader se han simplificado las cosas. Empezamos por tres clases posibles. No hay razas para elegir, aunque sí cómo ha sido tu vida para darnos diversos bonificadores y penalizadores (en la práctica esto sustituye a la raza). Cada nuevo nivel elegiremos habilidades distintas, resultando que la mayor parte de ellas ofrecen unos aumentos de probabilidades de que pasen cosas más bien escasos. Esto se debe a que subiremos de nivel cada poco tiempo, con lo que la sensación de ir progresando puede ser más constante que en los universos de Dungeons & Dragons o Pathfinder…pero la contrapartida es que en la práctica tenemos que ir subiendo unos cuantos niveles y poner habilidades en el mismo sentido para que vayan apilándose los bonificadores para que se note que somos más fuertes. La variabilidad de opciones cuando vayamos subiendo niveles es enorme, otra vez más.
Aunque aquí viene la primera pega de Warhammer 40000 Rogue Trader: la verdad es que da la sensación de notarse menos las subidas de nivel. Es decir, que sí, que hay momentos en que accedemos a habilidades buenísimas y sí se nota que se potencian con opciones que vayamos cogiendo con las subidas de nivel. Pero aún siendo cierto, la cosa es demasiado sutil como para que entusiasme mucho subir de nivel. A todo esto contribuye otra vez los problemas con la dificultad. Allí donde el primer Pathfinder era difícil y el segundo muy difícil aquí nos hemos caído con todo el equipo. Es decir, que el nivel por defecto de dificultad es vergonzosamente sencillo. Puedes tirarte literalmente decenas de horas jugando para que te enfrentes a una batalla que implique algo de desafío (lo cual ya empiezo a considerarlo desde el momento en que algún compañero es derrotado, por decir algo). Creo que el universo de Warhammer 40000 pedía algo más estrechar el culo cuando ves enemigos, cosa que solo ocurre a mediados-finales del juego cuando se da la vuelta a la tortilla dejándonos indefensos durante un buen trecho.
También en este caso Warhammer 40000 Rogue Trader trae otro minijuego adicional que habrá que dominar para poder pasarse el juego. En este caso son batallas espaciales por turnos contra otras naves espaciales. Para quien tenga curiosidad, algo así como el X-Wing de juego de mesa (más o menos). Podemos decir que es fácil de entender, muy divertido aunque quitando alguna aislada tampoco reprensente casi nunca un desafío demasiado grande. Pero las ideas son buenas, dan un respiro de las dinámicas habituales de combate y conversación y etc. Lo que sí es extraño y original es el sistema de compra-venta de armas, armaduras y objetos. Es decir, no es lo de siempre tal cual de vender cosas, tener dinero y con ese dinero comprar cosas. Aquí es algo así como que obtenemos confianza de varios gremios en función de la mercancia que les suministramos, y en función de esa confianza nos llevamos lo que queremos. Se ha hecho de cara a justificar que el protagonista es un comerciante independiente y que no se va a poner a pagar con billetes el café, que el volumen de pasta y mercancías es a nivel planetario y que el funcionamiento económico debe ir por otro lado. Al poco de ponerte con ello ya le pillas la gracia, aunque el sistema no resulta mejor ni peor que el del toda la vida de los juegos de rol. Es distinto, eso es todo.
Por lo demás Warhammer 40000 Rogue Trader ofrece una historia del terrofíco universo en cuestión más o menos habitual y correcta. Nada especialmente original pero tampoco especialmente aburrido. La historia es funcional. Los personajes que pueden acompañarnos en este caso sí son más o menos cliché de lo que uno puede encontrarse en el universo: el Marine Espacial prototípico, el inquisidor con sus secretismos, la Hermana de Batalla más papista que el Papa, la xeno resentida con la Humanidad…sí, claro, con el tiempo tienen sus matices pero prácticamente en ningún caso dejan de ser estereotipos de sus respectivos roles. No hay nadie especialmente irritante pero quizás tampoco nadie memorable. Oh, y la cosa vuelve a tardar muchas decenas de horas acabarla. Muchas. En este caso quizás se hacen demasiadas.
En resumen, Warhammer 40000 Rogue Trader no acaba de ser un mal juego por la ambición y valentía de sus creadores en muchas partes de la aventura, entre ellas la estupenda ambientación, las muy buenas ideas del combate o la flexibilidad con los personajes. Pero le falla que la curva de dificultad es otra vez un problema, en este caso cayendo en el lado de lo fácil, así como sin hacerlo mal han bajado el nivel de la trama y desarrollo de personajes desde los dos anteriores Pathfinder. En todo caso es un juego divertido y agradable de jugar y sus horas combatiendo al Caos (o bañándonos en él) valen la pena.
Sed felices.