Aquí nos encontramos otra vez. Casi 3 lustros después volvemos al caribe para la nueva entrega de los piratas que revolucionaron el género de aventuras a comienzos de este siglo. Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar es lo que debió ser la cuarta entrega de la saga: una aventura fresca, divertida y con chispa. Sin embargo, se queda por detrás de las dos primeras, en una obra con claros altibajos que busca ser fresca y a la vez recordar lo clásico.
“YO-HO, YO-HO, UN GRAN PIRATA ERA”
El género comedia de aventuras ha ido perdiendo considerablemente importancia en estos últimos años. Películas divertidas y con acción desenfadada como lo fueron las primeras entregas de esta saga pirata, y que hicieron las delicias de los fans por aquellos primeros años del siglo XX.
Bien, pues la quinta entrega de Piratas del Caribe nos vuelve a llevar de la mano a lo que hicieron grandes aquellas películas, pero lamentablemente, el Caribe es pequeño. La historia desde un primer momento se mantiene forzada a contar algo nuevo pero que ya hemos visto. ¿Malo con cierto toque paranormal y mítico? Hecho ¿Jack siempre en el centro de la diana de ese ser demoníaco? Hecho ¿Personaje que supone la cabeza pensante del grupo? Hecho y por partida doble. La nueva cinta se dispone a recuperar en cierta manera lo bueno de aquellas divertidas cintas, pero vendiendo al espectador el “es completamente nuevo, creednos”.
No es algo malo necesariamente. Muchas películas actuales son nuevos inicios de sagas o nuevas visiones de cintas clásicas con años a sus espaldas. Innovar no está sobrevalorado y a veces se agradece. ¿Con esto digo que es un calco a la original? Para nada, de hecho, a pesar de voltear siempre la cabeza atrás y rememorar viejos éxitos, se mantiene más contundente que lo fue la tercera o cuarta entrega de la saga.
Para ponernos en situación, esta película es Jack Sparrow y una especie de “atrápame como puedas”. Borracho, sin barco y sin tripulación, Jack se topa por casualidad con una nueva venganza sobre su cabeza: el Capitán Salazar, un fantasma de épocas pasadas, le busca y no descansará hasta llevarlo a la tumba.
El arco argumental se apoya en lo clásico, de hecho, el guionista de esta nueva cinta no ha escondido su inclinación a basarse en la primera entrega de la saga. Y con ello vuelve el espíritu aventurero y desenfadado. Regresamos a las escenas de acción locas (con un comienzo bien divertido), los chascarrillos durante los combates y los guardias tontos que dejan que sueltes el discurso, y un humor tonto y picarón que nos hace recordar las grandes frases con doble sentido de las anteriores cintas (que nuestro compañero Miguel Martin recopiló esta semana).
Sin embargo, aquí se intenta que parezca todo nuevo, con lo que la incorporación de nuevos personajes al reparto era evidente. El problema es que estas nuevos alistamientos lastran a Depp que, por su parte, nos vuelve a recordar que nació para este papel (como ya ha dicho el compañero Gabriel en su artículo) volviendo a aquel Jack que se salvaba de la muerte por sus planes descabellados y su ingenio. Estas nuevas incorporaciones son Kaya Scodelario y Brenton Thwaites. Es evidente que son los Will y Elizabeth de 2017. Como en Alien: Covenant, la película se aprecia más cuando se separa de lo clásico y explora su mundo. Y el tener a estos dos jóvenes actores emulando a la pareja protagonista de la trilogía original, llega a ser ridículo. Ridículo en parte por la falta de química y las escenas forzadas para crear un romance tonto y graciosete que no cuaja en las dos horas de metraje. Hasta Paul Mccartney con su cameo es más convincente que ellos dos juntos.
Pero, ¿qué sería de una aventura sin el enemigo de los protagonistas pisándoles los talones? Ese papel recae ahora sobre Bardem y su Capitán Salazar. Pero está completamente desaprovechado. El actor español tiene la suficiente carisma y dotes como para poder haber dado un golpe sobre la mesa y haberse impuesto para pelear el trono de “mejor enemigo de la saga”, pero no lo consigue. No es ridículo como lo fue Barbanegra o Davy Jones en la tercera cinta, pero aquí el exceso de CGI y el interés porque personajes clásicos le roben minutos de pantalla, le pasan mucha factura. Es artífice de escenas muy divertidas y supone un villano creíble y temible pero poco explotado.
Y hablando de CGI, hay y en exceso. Las empresas MPC, Atomic Fiction y Rodeo FX nos han deleitado con efectos especiales en cintas como El Libro de la Selva, Ghost in the Shell o Rogue One, y aquí vuelven a hacer un trabajo sobresaliente. Pero hay secuencias (contadas con una mano) que este exceso desentona la acción, la hace más irreal y pierde chispa en una época en la que la mentalidad de “más es mejor” a veces no sale como se esperaba.
Por otro lado, volviendo a que la cinta se aprecia más cuando decide explorar por su cuenta, tengo serios problemas con la banda sonora. El maestro Zimmer ya no está en el equipo (parece que se lo ha llevado casi en exclusiva Nolan) y lo único que queda de él son los temas característicos de la saga. Geoff Zanelli hace un trabajo pobre al intentar llevarnos de vuelta a 2003 en una banda sonora que bien podría haber sido copiada de principio a fin de aquella cinta. Tiene pequeños momentos en los que intenta salir al paso con nuevas partituras que, en consonancia con las nuevas ideas de la cinta, hace que se respire frescura, pero recae en volver al tema clásico siempre que puede para volver a recordarnos que “no te olvides, sigue siendo la misma saga”. Michael Giacchino en Rogue One intentó evitar los temas clásicos y ofrecernos una nueva banda sonora, pero aquí el miedo al cambio les ha podido (tampoco es que el spin off de Star Wars fuera con sus bases claras, recordemos que se tuvo que rodar otra vez).
LOS MUERTOS A VECES CUENTAN CUENTOS, Y NO ESTÁN MAL
¿Es una mala cinta? Para nada, de hecho, me he divertido bastante (sobre todo en su primera hora). El guion está en buenas manos y sabe que lo que más necesita ahora la saga es hacer recordar al espectador lo buenas que fueron las anteriores. Pero para eso cojo un DVD y me pongo a verlas. No aboga por el descaro de Abrams con Star Wars 7, casi calcando la mítica Una nueva esperanza, pero el miedo a innovar y ofrecer algo completamente nuevo les pasa factura.
El nuevo reparto, aunque competente, se apoya demasiado en lo clásico y es, en ocasiones, bastante aburrido y con poca chispa. Sin embargo, por separado son bastante mejor, con sus propias motivaciones y sentimientos, como los de la joven Kaya Scodelario por hacerse un hueco en un mundo de hombres como lo fue el siglo XVII, en una cinta que pide a gritos que alguien la lleve a buen puerto o acabe con ella de una vez por todas.
Pero para quiénes hayáis seguido la saga desde los inicios, habrá una cosa que os ronde la cabeza, fanservice. A parte de coger la fórmula de las anteriores, ofrece pequeños detalles y cameos para mantener al fan contento que en algunos casos llegan a ser ridículos. Y hablo del arco argumental que intenta cerrar sobre los personajes de Orlando Bloom y Keira Knightley.
La cinta no evita ese sentimiento de final de la historia. Se preocupa por cerrar tramas y arcos argumentales (algunos algo rebuscados) y ofrecer lo que bien podría ser el fin de la saga pirata. Aunque no levantéis vuestras posaderas del asiento hasta después de los créditos, porque a pesar de las negativas de Jerry Bruckheimer sobre una posible secuela, puede que me toque tragar eso de “fin de la saga pirata”.
La peor de todas, y con diferencia. El personaje de Jack Sparrow es un caricatura, vale como siempre, pero esta vez de mala manera.
Con todo me pareció peor la tercera. Las dos primeras, sobretodo la primera están varios peldaños por encima de las demás.