Si Zhang Yimou es uno de los pocos directores chinos ampliamente conocidos en el mundo occidental, no se debe únicamente a su versatilidad. Sí, puede pasar desde historias intimistas como El camino a casa hasta grandiosos espectáculos visuales como Hero, pero su maestría no depende solo de la variedad de contenidos. Su dominio de la cámara se basa en una comprensión del lenguaje cinematográfico que casi parece innata: con los diálogos justos y necesarios, sus filmes suelen confiar en la imagen para narrar sus magníficas historias, sin por ello renunciar a la profundidad de sus personajes y situaciones. Tras el fracaso creativo de La gran muralla en 2016, el cineasta chino vuelve a la carga con Sombra, un último trabajo en el que vuelve a tratar uno de sus temas predilectos: los duelos entre espadachines, el honor y el poder, dentro de tramas ambientadas en el pasado (más o menos mítico, según la cinta) de su país. En este caso, situadas en la época de los Tres Reinos, antes de la unificación de China.
La sombra de un fracaso
El coronel más leal y eficaz del despótico monarca del reino de Pei fue derrotado hace tiempo por el guerrero invasor Yang, perdiendo la importante ciudad de Jing. Esta herida en su honor y la ocupación de esta localización estratégica por parte de un ejército enemigo, le llevan a solicitar a su rey una revancha contra su oponente, algo a lo que este se niega por considerarlo una temeridad. Al encontrarse con esta oposición por parte de su maquiavélico gobernante, tendrá que obtener apoyos para devolverle el golpe a los atacantes y, finalmente, renunciar a su puesto. Esto es solo el comienzo de un plan con un componente que nadie se espera.
Lo que al comienzo parece la clásica historia del Cid, con un buen siervo y un mal señor, toma enseguida un giro de 180 grados. Este aguerrido personaje no es en realidad el comandante derrotado, sino un indigente que su padre recogió de las calles cuando era solo un niño. Desde entonces, ha servido a la familia y, por ello, aprovecha su extraordinario parecido con su amo para hacerse pasar por él. En realidad, el verdadero espadachín se encuentra convaleciente por una herida recibida durante el combate que le costó su honor. Los únicos que conocen esta realidad son el comandante, su doble o “sombra” y la esposa del militar, que se ocupa de sus cuidados. Conspirarán juntos para recuperar la ciudad de Jing.
Una espada algo defectuosa
Sombra debería haber sido como una buena espada: cortante, certera y tan directa como las estocadas de sus protagonistas. Sin embargo, este sable contiene dos defectos de fabricación que lastran de forma dramática su eficacia: uno en la empuñadura y otro en la punta.
El comienzo es lento y, aunque las primeras escenas tienen cierto impacto, el exceso de diálogo se hace tedioso en una cinta como esta. Esto se debe, principalmente, a la elección cinematográfica por la que destaca la película, es decir, a la utilización de tonos grises, blancos y negros para el fondo. Como comentaremos más adelante, esto beneficia enormemente a las escenas de acción y, en general, se trata de una decisión creativa acertada que diferencia a este producto de otros de su género. A pesar de ello, su uso durante el primer tercio del largometraje lastra mucho un comienzo que, además, debería ser más dinámico.
El otro problema se encuentra en un final que, después de un clímax espectacular, se arrastra durante demasiado tiempo en una escena muy larga de exposición argumental dentro de la que, de nuevo, el exceso de diálogos minimiza el impacto argumental que debería tener lo que sucede. Como ha sucedido en la octava temporada de Juego de Tronos, el problema no es tanto lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Sin embargo, si obviamos estos dos graves fallos, nos encontraremos con un filme que tiene mucho que ofrecer.
Fondo y forma
La película destaca, de nuevo, por la versatilidad. Las intrigas palaciegas y el desarrollo de personajes, tanto como este formato permite, forman un combo muy efectivo con unas escenas de acción brutales y espectaculares que quitan el aliento. La tediosa introducción sirve para darnos a conocer a los habitantes de este reino, desde la rebelde hermana del rey hasta los militares más leales al reino, pasando incluso por el combatiente enemigo, que no nos resulta tan antipático como podría parecer en un principio… todo ello, para que el abundante metraje de acción no resulte un mero artificio, sino que tenga como protagonistas a personas por las que realmente podamos preocuparnos. Asimismo, los momentos más violentos sirven para hacer avanzar, para retratar o para darle un final explosivo a estos individuos, lo que se consigue a través de imágenes descarnadas en las que no tarda en aparecer el color rojo. Estos dos aspectos del filme, como las dos mitades del yin y el yang, se retroalimentan para narrar un cuento fascinante.
Entre los protagonistas, destaca sin duda el dúo conformado por el comandante y su sombra. El actor Deng Chao consigue dar vida a ambos, con sus matices y sus personalidades opuestas y antagónicas. Nuestro protagonista, el doble del militar, es el héroe clásico de este tipo de películas, no muy distinto del Jet Li de Hero. Por su parte, el hombre que proyecta esta sombra es un individuo extremadamente rencoroso, herido en el orgullo y en una salud marchita que le impide llevar una vida normal. Esta contraposición entre ambos acaba convirtiéndose en el tema central de la cinta, pero no es la única interpretación que destaca: su rey, encarnado por el popular Ryan Zheng, parece haberse graduado en la misma escuela de dirigentes inmaduros que el Cómodo de Joaquin Phoenix y el Nerón de Peter Ustinov, ofreciendo una actuación tan unidimensional como endiabladamente entretenida.
Pero no podíamos abandonar la crítica sin hablar del elemento más llamativo: las escenas de acción. ¿Qué se puede decir sobre este director que no se haya dicho ya? Dejando el realismo al lado, sus armas imposibles y las acrobacias de sus especialistas consiguen transmitir una sensación épica como pocas películas modernas del género logran alcanzar. La acertada selección de colores le da un look único e intemporal a esta tragedia. La brutalidad de algunas escenas, si bien no supone nada inaudito, supera a la de sus anteriores producciones y añade un plus de relevancia y tensión a los combates.
Conclusión
Sombra es una historia de contrastes, tanto visuales como argumentales. Más allá de los defectos que hemos comentado, el equilibrio entre los momentos de calma tensa y la violencia de otras escenas acaba desembocando en el único final posible para un drama histórico como este. La legendaria época de los Tres Reinos ofrece el escenario perfecto para una historia de venganza que, aunque no se cuenta entre los mejores trabajos de Zhang Yimou, supone un digno regreso tras ese olvidable fiasco protagonizado por Matt Damon.