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Cuando Hollywood marchó a la guerra

En un nuevo capítulo de estas reflexiones de cine, no vamos a tratar un aspecto puramente cinematográfico. De hecho, este puede ser un artículo tanto para fans del cine como para aquellos que el séptimo arte les interesa bien poco. Porque el cine no solo sirve como entretenimiento. Hubo una época en la que las historias de ficción se usaron como propaganda. Durante la II Guerra Mundial, Hollywood produjo multitud de películas antinazis. Las hay inolvidables, optimistas, pesimistas, realistas o hipócritas. El recorrido a través de estas películas será un recorrido por la historia, desde el ascenso del partido nazi hasta la derrota de Alemania y el comienzo de la Guerra Fría. Espero que lo disfrutéis.

Si tenéis más curiosidad sobre películas basadas en la II Guerra mundial, aquí tenéis una lista de las 25 mejores películas (entre las que se encuentran alguna de las que mencionaré en este artículo) y de las 5 mejores series.

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ANTECEDENTES: EL ASCENSO DEL NAZISMO.

A toro pasado, es fácil resumir la Guerra de las guerras en que los nazis provocaron un Holocausto, eran muy malos y querían pisotear toda la tierra por la que pisaban. Por el contrario, los aliados eran rebeldes heroicos que lucharon con todas sus fuerzas contra Hitler y sus hombres. El mensaje de los vencedores ha calado hondo en todos nosotros, pero la realidad es que esa respuesta contra la barbarie nazi tardó mucho en llegar. Y vamos a comprobarlo desde el punto de vista nazi y el antinazi.

Aunque vilipendiada en vida por su afinidad al nazismo, no se puede negar el virtuosismo con la cámara de Leni Riefenstahl. Sus documentales El triunfo de la voluntad y Olimpia son considerados ahora una advertencia sobre lo que el nazismo podría provocar, pero lo cierto es que, en su época, a mediados de los años 30, arrasaron con todos los premios cinematográficos habidos y por haber. En lo estrictamente cinematográfico, Riefenshtal es una figura fundamental en el siglo XX. Desde George Lucas en esa toma final del episodio IV de Star Wars hasta Ridley Scott en Gladiator la han homenajeado con su forma de dirigir. En lo que respecta a la historia, El triunfo de la voluntad y Olimpia son una reflejo de la ceguera de la sociedad occidental frente al avance nazi.

Pero no todos tenían puesta una venda sobre los ojos. La principal oposición cinematográfica al régimen nazi venía de las propias entrañas de Alemania. El austriaco Fritz Lang, uno de los mejores directores de la historia del cine, es el nombre que más aparecerá en este artículo. Lang advirtió sobre las consecuencias del crecimiento del nazismo en dos obras magistrales. En M, el vampiro de Dusseldorf (1931), la primera película sobre un psicópata asesino en serie, Lang retrata una caza del asesino a dos bandas entre la policía y una banda de criminales perfectamente organizada que hace la guerra en las calles, exactamente lo mismo que hacían la SA nazi en las ciudades alemanas. En El testamento del doctor Mabuse (1933), fue más allá. Mabuse era un criminal encerrado en un psiquiátrico que había escrito un testamento por el cual transfería sus ideas criminales a todo aquel que lo leía. ¿A nadie le suena esto a Mein Kampf y Hitler?

El caso es que el bueno de Fritz, todo un baluarte del expresionismo alemán de los años 20, era el director favorito del Fuhrer y fue propuesto para ser director de los principales estudios alemanes, los UFA. Lang accedió para, seguidamente, abandonar Alemania cuanto antes. Por el camino se quedó su esposa, Thea Von Harbou, guionista y nazi convencida. El resto de su carrera (al menos hasta finales de los 50) la realizaría en América. Volveremos a él más adelante.

EEUU Y EL AISLACIONISMO

Cuando Alemania comienza a invadir el resto de países europeos, Estados Unidos se mantiene al margen del conflicto. Tal es así que solo hay cuatro películas reconocidamente antinazis hasta 1941, año en el que los japoneses atacaron Pearl Harbor y Estados Unidos entró en la guerra.

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En Confesiones de un espía nazi (1939), no solo comprobamos que el país de las barras y estrellas se mantenía al margen, si no que existía un gran movimiento filonazi que contenía una importante red de espionaje. La productora Warner Brother sufrió amenazas por parte del gobierno americano tras el estreno de la película, que no es una obra maestra pero si un documento histórico y político de mucho valor, ya que nos muestra la realidad americana antes de la guerra. No todos estaban contra los nazis.

Al año siguiente se estrenaron dos películas en las que, aunque se hablaba del nazismo, era siempre desde la distancia. Con enfoque paternalista, The man i married y Tormenta mortal hablaban de una sociedad alemana dividida entre partidarios de Hitler y aquellos que no querían tener nada que ver con el nazismo.

Por último, ese mismo año se estrenó una de las películas antinazis más inmortales. Una película inolvidable que, en su momento, alcanzó un enorme éxito. Me refiero a El gran dictador (1940), una comedia que utilizaba la sátira para mostrar uno de los retratos más fieles a lo que podía ser Hitler en su intimidad: un maníaco narcisista con una enorme falta de autoestima. Su director, Charles Chaplin, era como el Spielberg de la época: hacía lo que quería al contar con su propia productora, algo muy difícil en aquella época. En aquella ocasión, el judío Chaplin mezcló los gags cómicos con las escenas dramáticas y con un alegato final contra todo tipo de intolerancia que deberíamos sabernos de memoria.

Años después, el propio Chaplin reconoció que, de haber sabido el verdadero alcance del Holocausto, jamás hubiera hecho una comedia sobre el nazismo. Algo parecido le ocurrió a Ernst Lubistch con la, esta vez sí, comedia pura Ser o no ser (1942). Aquí no había imágenes enternecedoras, si no mucha mala leche. Una vez acabada la guerra, tuvieron que pasar más de cincuenta años para que Roberto Benigni encontrara un tono cómico medianamente adecuado para reflejar el holocausto en La vida es bella (1998).

LA GUERRA SEGÚN HOLLYWOOD.

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Todo, lógicamente, cambió con Pearl Harbor. La entrada en EEUU en la II Guerra Mundial no solo cambió la historia reciente, si no el cine. Fue la irrupción del cine bélico, del espionaje, del cine negro y la instauración de los antihéroes como nuevos protagonistas de las películas. Pero vayamos por partes.

Muchos miembros del star system hollywoodiense sirvieron en el ejército. Algunos, como nos cuenta el magnífico documental (presente en Netflix) Five Come Back (2017), sirvieron con el único propósito de rodar documentales propagandísticos. Los primeros en toda la historia de un país cuya Constitución prohíbe la propaganda. Sin embargo, aunque este tema da para otro artículo, centrémonos en la ficción, en los que se quedaron rodando en América.

De 1941 a 1945, más del 60% de las películas estrenadas procedentes de EEUU fueron bélicas. El mensaje, aunque fue variando a lo largo de la guerra, era claro: La guerra es necesaria. Los nazis son unos locos megalomaniacos. Los japoneses, unos animales. El sargento York, Sahara, Treinta segundos sobre Tokyo o Destino: Tokyo glorificaban la guerra e impulsaban a los jóvenes a alistarse en el ejército.

Sin embargo, tras el desembarco de Normandía, muchos de los hombres que sirvieron en el ejército volvieron a Hollywood y ofrecieron retratos más descarnados de la guerra. Eran películas en las que sí, había buenos y malos, pero también la voluntad de gritar a los cuatro vientos que, al final,en la guerra todos perdemos algo. Prueba de ello es la magnífica Objetivo: Birmania (1945), en la que un comando estadounidense debe enfrentarse a una misión suicida por una estúpida orden de un comandante que jamás ha pisado el barro; o También somos seres humanos (1945), que relata las andanzas de un periodista de guerra por una Europa desolada por la guerra. Ambas son de 1945, cuando Alemania no había capitulado todavía.

El culmen de todo esta escala de desencanto fue con Los mejores años de nuestra vida (1946). Acaba la guerra. Estados Unidos ha sido el salvador del mundo. Todos contentos… salvo esos soldados mutilados o traumatizados que tienen que volver a hacer una vida normal, los protagonistas de esta película. William Wyler (el futuro director de Ben Hur) dirigió una película que le afectaba completamente. Fue de esos cinco directores que sirvieron haciendo documentales durante la guerra. Grabando una toma desde un bombardero, se quedó sordo de por vida. En una entrevista al final de su vida, Wyler, que había ganado cuatro Oscar al mejor director y participado en varias de las películas más importantes de los años 30 a los 70, reveló que nada había dejado más huella en él que su experiencia durante la guerra.

LAS PELÍCULAS ANTINAZIS.

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No todo en Hollywood eran películas de guerra. El género del espionaje se encontró en su auge. Y, al igual que en el género bélico, los guiones se fueron amoldando a la necesidad del gobierno de conseguir uno u otro efecto en los espectadores.

Fritz Lang, al que dejamos fugado de Alemania durante el ascenso del nazismo, se había asentado en América. Durante los años de la guerra firmó un tríptico antinazi, conformado por tres películas diferentes entre sí. Toca hablar de El hombre atrapado (1941), la primera de ellas. Un cazador inglés en plenos bosques de Baviera tiene la oportunidad de acabar con un Hitler que todavía no había declarado la guerra al mundo entero. Le apunta por pura diversión, pero no dispara. En ese momento, es detenido por la Gestapo y perseguido durante una odisea que acaba en Londres. Lang conocía mejor que nadie el horror del nazismo, pero lo realmente importante de esta película es como consigue que un personaje al que no le importaba nada la política exterior se acabe implicando en la lucha contra el nazismo. Era un bofetón directo a los estadounidenses. No os durmáis. Puede que Hitler no haya puesto sus miras en América, pero lo hará pronto.

Del mismo estilo, pero con un guión inolvidable, es la inmortal Casablanca (1942). El esquema se repite: espionaje, frases con fervor patriótico, amor roto por la guerra y un personaje desencantado que acaba tomando partido, aunque vuelva a perder al amor de su vida.

También tuvo un sonoro éxito La señora Miniver (1942), un dramón de categoría que retrata a una madre de familia en una zona sitiada por los bombardeos. Una película que llama al estoicismo, al aguante contra todo golpe. No somos capaces de imaginar el impacto que suponían estas películas en el pueblo. Recordemos que por aquel entonces el cine no llegaba a los cincuenta años de edad, y esas historias tan cercanas a la realidad no se habían dado.

En este sentido, la película más comprometida de la época fue la segunda película del mencionado tríptico de Fritz Lang. Los verdugos también mueren (1943) retrata la muerte de Reyhard Heydrich, cacique nazi de Praga, que fue asesinado en 1942 por la resistencia checa. La represión posterior fue horrible. Miles de personas murieron y nadie delató al asesino. Los verdugos también mueren retrata magníficamente esta historia y llama a la colectividad como única forma de hacer frente al poder. Es una película muy valiente con duros alegatos antinazis. En 1943, año del estreno de la película, la guerra estaba muy lejos de acabar y el Eje no iba perdiendo precisamente.

RETRATOS CONVENIENTES

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A la par que las películas animaba a los estadounidenses al alistamiento y a la actitud desafiante, también era necesario dar buena imagen de los aliados y aterrar aún más al público con los gustos de los nazis. Es el caso de El ministerio del miedo (1944), la tercera y más floja película de este tríptico de Lang, en el que se habla del coqueteo de los nazis con el espiritismo y el ocultismo.

Por otro lado, los actores afroamericanos no se vieron en otra igual desde los comienzos del cine. El gobierno necesitaba a la gente de color implicada en el conflicto, así que obligó a los productores a incluirlos en los repartos de sus películas antinazis. Un ejemplo muy claro es la película Naúfragos (1944), de Hitchcock, en la que aparece un actor de color…en el papel del cocinero del barco, por supuesto.

Muy curioso resulta el papel de la propaganda a favor de la Rusia comunista. Recordemos que, durante un breve periodo de tiempo, Estados Unidos y la URSS fueron aliados. De esta forma, Días de gloria y La estrella del norte (1943) retrata a los guerrilleros comunistas como héroes. Años después, durante la caza de los comunistas americanos, el gobierno utilizó esas películas para acusar a los participantes de estas de ser comunistas. Nunca hay un amigo o enemigo definitivo en política. Especialmente sangrante es el caso de Misión en Moscú (1943), biografía de un diplomático americano en la URSS que justifica las matanzas soviéticas en los gulag. Películas totalmente amparadas por el Gobierno estadounidense, aunque luego este despreciara a todo aquel que participó en ellas.

CONCLUSIONES

En definitiva, jamás la industria hollywoodiense adquirió tanta conciencia propagandística como durante la II Guerra Mundial. Desgraciadamente, después llegó la Guerra Fría, Vietnam o Irak, pero el diferente sistema de estudios (aspecto que también da para otro artículo) y la mayor capacidad crítica del pueblo provocó la presencia de más películas disidentes con la tendencia belicista.

Entre 1939 y 1945 encontramos obras maestras imperecederas y películas olvidables. Guionistas y directores comprometidos políticamente y gobiernos censores. Hipocresía con aliados que se tornarían enemigos. Motivación para luchar contra los nazis y desencanto tras encontrar la triste verdad sobre la guerra. Fueron unos años fundamentales para la historia reciente de nuestro planeta. Política, social y, sí, cinematográficamente.

Un saludo y sed felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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1 COMENTARIO

  1. Magnífico artículo tanto por el contenido como por la documentación (extensa y rigurosa) histórica, social y política del tema en el cine. Si además está espléndidamente escrito y con mucha amenidad, hacen que su lectura sea una gozada.

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