Corría el año 1993 cuando en unas jornadas de instituto unos amigos me propusieron jugar a rol. Ni idea del tema, solo me explicaron que se asemejaba mucho a los librojuegos (que sí conocía) y que me iba a gustar. Curioseando, uno de los directores de juego me permitió ojear El Señor de los Anillos de la extinta Joc International mientras buscaba los “saltos de página” y pensando en cómo puñetas iba a uno completar la historia.
Al llegar el día de las jornadas me apunté a Ragnarok 1ªed, La Llamada de Chtulhu y Advanced Dungeons & Dragons (mi favorito) siendo el primero quien me otorgara el bautismo rolero. Siete jugadores y 4 jugadoras, una de zombis y además la aventura transcurría cerca de mi pueblo (años más tarde descubría que se trataba de La Noche de los Muertos Vivientes de Romero) donde además me mataron. Pero salí totalmente “flipado”. Esa misma tarde reuní a mis compañeros de fatigas de ver Goku y fútbol y les narré la misma aventura (literalmente, todo igual) inventándome las tiradas (Ragnarok empleaba dados de 20 caras y como yo tenía dados de 6, pues lanzaba 3 y tan a gusto) para que transcurriera lo más fiel posible a la partida original. Creo que la jugué con todos los niños del pueblo y la sensación de euforia nos embargó. Tenía unos 14 o 15 años.
Honestamente no recuerdo cómo narraba el máster, un joven de pelo rizado y con gafas, de 17 o 18 años. Tampoco ubico al resto de compañeros ni el sistema, si lo hice bien o mal. Si los compañeros y compañeras de partida gozaban de salud rolera o su conocimiento en el juego (español, de la editorial Ludotecnia) resultaba extenso. Tal vez mi memoria haya endulzado una sesión que hoy por hoy podría antojarse aburrida o vacía. Qué más da. Al igual que la nostalgia y la imaginación potencian las sensaciones de lo vivido, a mi me ocurre igual con esta aventura inicial que supuso el embarque en el navío rolero. Lo que me hace reflexionar si las continuas discusiones sobre teoría, sistemas, formas de juego, aplicación del trasfondo, la técnica narrativa o la difusión me replantea si es necesario, si realmente sirve cuando para aquel adolescente supuso un placer tan grande como para definir su ocio para siempre.
El ego es histórico, lo hubo antes y lo hay ahora, salvo que con las redes sociales se magnifica y se potencia, se muestra para que todas las aficionadas y aficionados contemplemos a los que mueven los hilos con discusiones cíclicas que parecen alzarse cada ciertos años. Muchos argumentos siguen la estela de la veteranía, el academicismo o la cantidad de seguidores para reforzar una cátedra que imponga un razonamiento sobre otros, mientras que otra parte de la comunidad comentan estos pleitos en el silencio o el anonimato o cómodas/os en un lugar confortable donde la discreción les asegura una paz. Desconozco si ese muchacho que narró Ragnarok formaba parte de un club de rol o dedicaba su tiempo a realizar escritos sobre esta afición. ¿Tendría un ego inmenso o nada en absoluto? ¿Debatiría con sus allegados los mecanismos asociados a estos juegos? ¿Se consideraría actor o guionista? ¿Se enfadaría cuando un jugador o jugadora desbaratara sus planes? ¿Improvisaría sus módulos o los escribiría planificando todas las escenas? Pues ni idea, ni tan siquiera sabría decirles a las lectoras y lectores del presente artículo si en aquellos tiempos alguien se planteara dichas reflexiones. Reitero lo dicho, pese a tener un grupo de 13 personas yo salí “flipando”.
No voy a negar que cuando mi Jon Norecuerdoapellido murió al intentar escapar de la casa que comenzaba a infestarse de no muertos, sentí una decepción como cuando pierdes en una competición. Pero no impidió que me divirtiera, porque claro, los juegos consistían en competir. “Perdí” y me lo pasé bien.
Ahora estamos en el 2021, han pasado 28 años de aquello, 28 años de juegos y campañas, de realizar aventuras y divulgación, de tener una web y trabajos propios, de organizar jornadas grandes y pequeñas, de conocer buenas y malas personas, de teorizar y compras de muchos manuales, de hacer llorar y de hacer reír. De vivir el rol a mi manera y actualmente con el rol en línea me permite seguir disfrutando. Ahora, tras tanto tiempo transcurrido, en aquellos entonces solo importaba pasarlo bien jugando a rol sin preguntarse nada más.
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Nos leemos en los siguientes artículos y sayonara, baby.
Ya puestos, mejor un artículo de los juegos de rol de los 90.