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Hermanos de Sangre (Band of Brothers, 2001): cuando el dolor opaca toda victoria…

Mientras aguardamos con ansias por el estreno de Los Amos del Aire, hacemos repaso de Hermanos de Sangre (Band of Brothers), primera de las miniseries en que Steven Spielberg y Tom Hanks (que ya venían de colaborar en Salvar al Soldado Ryan) abordaron las heridas de la Segunda Guerra Mundial de modo descarnado y sin concesiones, lejos de cualquier épica o triunfalismo nacionalista.

En pocos días más llega a Apple TV+ el estreno de Los Amos del Aire, miniserie bélica con la cual Steven Spielberg y Tom Hanks retoman el tratamiento de la Segunda Guerra Mundial como ya lo hicieran varias veces antes, pero esta vez poniendo el acento en las acciones aéreas sobre Europa. Catorce años han pasado desde The Pacific, serie de HBO de la cual pueden leer aquí la reseña y que, como su nombre indica, se centraba en la guerra en el Oceáno Pacífico. Y veintidós desde Hermanos de Sangre (Band of Brothers) que, también de HBO, es la que hoy y aquí nos ocupa…

Dando por descontado que próximamente estaremos en esta web analizando episodio por episodio Los Amos del Aire, la ocasión es inmejorable para revisitar y recomendar la miniserie que abrió camino y más aún cuando desde hace un par de meses, al igual que The Pacific, está también disponible en Netflix.

Pero para hablar de Hermanos de Sangre hay que ir aún más atrás, cuando en 1998 Spielberg y Hanks oficiaran respectivamente como director y actor principal de la exitosa y elogiada película Salvar al Soldado Ryan. Ya habrá oportunidad de hablar más detalladamente de la misma en algún retro-análisis, pero si algo quedó especialmente de ese filme es el desgarrador realismo bélico de sus primeros veinticinco minutos.

Ello llevó a que la dupla continuara explotando ese camino y crearan Hermanos de Sangre, miniserie que no escatimó en producción ni gastos al punto de convertirse en ese momento y con ciento veinticinco millones de dólares de presupuesto en la más cara de la historia (hoy superada).

Pero mientras que Salvar al Soldado Ryan tomaba como eje el desembarco en Normandía, Hermanos de Sangre elige contar la historia por detrás de ello: la de la compañía de paracaidistas Easy que, también en la Francia ocupada, tocó tierra tras las líneas enemigas con la misión de debilitar desde atrás a las fuerzas alemanas y servir así de apoyo al desembarco aliado.

Se trata de diez episodios que pueden ir de los cincuenta a los setenta y cinco minutos y que, también a diferencia de la película mencionada, no entran a la guerra directo y sin anestesia, sino que comienzan por las rutinas de entrenamiento de los reclutas en Estados Unidos, antes de embarcarse hacia Europa.

Cada uno de los episodios está centrado en un personaje distinto, aunque claramente hay dos que preponderan y permanecen a lo largo de la historia que son el mayor “Dick Winters” (Damian Lewis) y el capitán Lewis Nixon (Ron Livingston).

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La historia, cuyo título está inspirado en Shakespeare y particularmente en la famosa arenga de Henry V, está basada en un libro del historiador Stephen E. Ambrose, quien se dedicó a investigar y seguir el periplo, andaduras e infortunios de la mencionada compañía de paracaidistas. Además, cada episodio echa en su inicio mano del testimonio de reales protagonistas de los hechos, lo cual agrega un elemento más para comprender (o mejor sentir) el horror de la guerra desde adentro.

El realismo es sobrecogedor y de una crudeza hasta entonces nunca vista en televisión. Las escenas de batalla, filmadas muchas veces con cámara “nerviosa” y al hombro, crean una sensación de urgencia y caos en la cual no siempre sabemos qué está ocurriendo, pero esa justamente es la idea: que sintamos en carne propia la angustia y confusión del momento.

En ese sentido, Hermanos de Sangre es una verdadera postal de guerra y, como tal, descarnada. No busca resaltar la épica sino el horror y conviene advertir que no es por lo tanto apta para estómagos débiles o personas impresionables.  Realismo documental dirán algunos, regodeo dirán otros y seguramente los dos con algo de razón.

Pero el triunfo en la guerra, a la larga, acaba en mera anécdota cuando lo único importante es seguir vivo como se pueda y no es lo mismo arrastrarse entre vísceras de animales durante un entrenamiento que hacerlo entre cuerpos humanos despedazados o desmembrados que muchas veces son de tus amigos.

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De hecho, no es una serie en la que convenga encariñarse demasiado con los personajes. Y no se trata simplemente del manido recurso de matar a quien aparece por primera vez o lo ha hecho poco, sino de sentir la inmediatez y fugacidad de la guerra, en la que vidas humanas son descartadas y reemplazadas a cada momento.

Es por eso que no puede haber épica. Por el contrario: la cercanía de la victoria se va desarrollando en la serie de manera directamente proporcional a la sombra en el rostro de los personajes, que van entendiendo que no puede haber celebración alguna con tanta muerte y horror alrededor, ya sea de amigos, desconocidos o incluso enemigos.

La serie sigue a la compañía Easy a través de Francia, Holanda y Bélgica para entrar finalmente en Alemania e incluso luego en Austria. La producción es prácticamente cinematográfica por no decir que lo es del todo. Filmada mayormente en Reino Unido, se montaron ciudades completas en ruinas e incluso se plantaron árboles para recrear los bosques, ya casi inexistentes en dicho país hoy en día.

Y contrariamente a lo que ocurre en muchas producciones de Spielberg en las cuales la música por momentos satura y hasta molesta, aquí la banda sonora compuesta por Michael Kamen está muy bien dosificada y sabe crear la emoción adecuada en los momentos justos, pero las escenas más dramáticas transcurren en silencio o, las más de las veces, con el fragor de la batalla como fondo. Y es un gran acierto el no recurrir nunca a la cámara lenta, que quitaría parte del vértigo y confusión que se buscan transmitir.

Poética y a la vez estremecedora es la secuencia en la cual un cuarteto de cuerdas interpreta a Beethoven mientras la cámara gira en círculo por los rostros de los músicos y nos va así mostrando también la destrucción a su alrededor.

El desempeño de los actores es magnífico, del primero al último. Se destacan obviamente los dos principales, en cuyos rostros vemos el proceso de cambio que van sufriendo a medida que la guerra avanza, pero nadie desentona y los primeros planos, de los que a priori podría pensarse que quitarían clima a una serie bélica, contribuyen por el contrario a que sintamos lo mismo que los personajes.

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Si hubiera que poner algún pero, sería la ausencia absoluta de rostros afroamericanos, algo de lo cual también adolecía Salvar al Soldado Ryan. Es cierto que muchas veces integraban en la guerra batallones separados del resto, pero es difícil de pensar que nunca fueran a cruzarse con los demás y hay incluso montones de fotografías de época en que se les ve mezclados. Ignoro la razón de tal omisión y más viniendo de Spielberg, quien ya ha demostrado con filmes como El Color Púrpura (1985) o Amistad (1997) que comulga bien poco con la segregación racial.

El otro punto débil podría ser la falta de historia previa de los personajes y que, más allá de alguna rutpura amorosa o divorcio a la distancia, no sepamos nada sobre los parientes y amigos que han dejado en América. Sin embargo, cuadra perfecto con la idea es presentar a la compañía como un mundo propio en el cual sus integrantes están prácticamente solos e incluso las grandes noticias (como las muertes de Roosevelt o Hitler), les llegan oídas al pasar y de modo aislado o intermitente. Quienes combaten no son conscientes, por lo general, de aquello de lo que forman parte…

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Hermanos de Sangre termina, en el balance final, siendo una serie inolvidable que mueve a la reflexión acerca de qué tanto pueden el patriotismo o el heroísmo compensar la pérdida de vidas. Una sola escena es suficientemente demostrativa cuando al fallecer uno de los personajes (no diré quién), alguien dice que muy probablemente sea luego recordado en los informes de guerra como un héroe que murió cumpliendo una misión importante, cuando la realidad es que lo hizo en un sótano, sobre una camilla y agonizando ante la mirada impotente de sus amigos.

Quizás resulte paradójico recomendar una serie como esta en una sección que se llama Las Series que nos hacen Felices. Pero es que a pesar de tanto dolor y de la horrorosa realidad de la guerra, no deja de ser motivo de celebración que exista una propuesta que, como Hermanos de Sangre, sea capaz de poner ello en evidencia y movernos a la reflexión antes de salir alegre y despreocupadamente a agitar una banderita la próxima vez que haya una guerra…

Hasta la próxima y sean felices, que de eso se trata todo…

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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