Desde el estreno de la sorprendente Arcane, Netflix ha apostado de forma decidida por las series animadas, incluido anime. En el último mes, con el estreno de Pluto u Onimusha, muchos no se han percatado de Samurái de ojos azules, serie que, incomprensiblemente, no recibió el estreno que esperaba y que ahora está teniendo el reconocimiento que se merece gracias al boca a boca. Hasta el mismísimo Hideo Kojima, creador de Metal Gear Solid, ha alabado la serie como la mejor de 2023.
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¿De qué va Samurái de ojos azules? Situada en el Japón del siglo XVII, se centra en Mizu, un misterioso samurái inmerso en un camino de venganza contra su padre, el hombre que violó a su madre. El problema es que dicho monstruo es un hombre blanco y solo hay cuatro por todo Japón, dada la política de aislacionismo que reinaba en el país en aquel entonces. Tal era el temor a seres distintos a los japoneses que cualquier rasgo físico alejado del propio del país nipón era considerado como algo demoníaco. Y Mizu tiene uno de esos rasgos: ojos azules como el cielo…
Aunque Samurái de ojos azules sea un anime, ni su producción ni sus creadores son japoneses. Por lo que he podido rastrear en Internet, este es el primer trabajo de Amber Noizumi. Pero el otro creador de la serie, Michael Green, es el guionista de Logan, Blade Runner 2049 o la nueva trilogía de Poirot con Kenneth Branagh como director y protagonista.
No me considero un gran fan del anime, pero me encanta el cine de samuráis y puedo decir que Samurái de ojos azules trata con respeto y profundidad la cultura japonesa, centrándose en las consecuencias de llevar un camino de venganza y en la vida de las mujeres de la época.
Porque Samurái de ojos azules es muy adulta. No es una serie para niños. No solo por la violencia que impera en todos y cada uno de los capítulos, sino por lo explícito de sus escenas sexuales, tanto las convencionales como las que muestran toda clase de perversiones que se producían en los burdeles de la época.
Eso sí, la historia no se aparta un ápice de lo que se podría esperar en una producción de estas características. Conspiraciones palaciegas, dojos, festividades enmarcadas en la tradición, castillos, teatro japonés, shogun…
El ritmo no decae a lo largo de los ocho capítulos que dura la serie. De hecho, si tuviera que poner una pega a Samurái de ojos azules es que se acelera más de la cuenta en los dos últimos episodios, finalizando con una conclusión algo precipitada y abierta que, eso sí, nos deja con muchas ganas de una segunda temporada.
Especialmente impactante es el arco argumental que abarca desde el cuarto al sexto capítulo. Sin entrar en spoilers, el cuarto capítulo es el más se centra en el papel de la mujer en el Japón del periodo Edo. El quinto retrata una de las historias más trágicas del año al ritmo de una obra de teatro japonés. Y el sexto, dirigido por Alan Taylor (director de algunos de los mejores capítulos de Juego de Tronos) es un brutal asalto a un castillo.
La animación mezcla los elementos propios del anime con un dibujo deudor del Arcane, todo un fenómeno de la plataforma. Y es espectacular tanto en lo variado de sus paisajes como en los movimientos de los personajes. Y queda claro que la animación permite sobrepasar los límites de la imagen real. Samurái de ojos azules no sería lo mismo en acción real. Y eso que su reparto vocal podría haber sido el reparto real de la serie: Maya Erskine, George Takei o Kenneth Branagh, entre otros.
En definitiva, Samurái de ojos azules es un fenómeno (otro más) de Netflix. Un magnífico anime norteamericano que retrata con crudeza la vida del Japón del periodo Edo, tanto en su aislacionismo como en la vida de las mujeres de la época. A lo largo de ocho capítulos asistimos a un violento camino de venganza plagado de sangre, muerte y sexualidad que no os dejará indiferente.
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