Tres años después de su polémico final, volvemos a Poniente y al universo ideado por la mente maestra de George R. R. Martin. En un mundo dominado por Netflix, el fenómeno televisivo (junto a Perdidos) del siglo XXI fue la fantasía épica con dejes de telenovela familiar Juego de Tronos. Ahora es el turno de La casa del dragón, precuela centrada en los Targaryen.
En Las cosas que nos hacen felices somos muy aficionados al mundo creado por George R. R. Martin, como se puede comprobar con todos nuestros artículos.
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La casa del Dragón no es exactamente una precuela, dado que se sitúa casi doscientos años antes del inicio de Juego de Tronos, con los Targaryen dominando Poniente y un reino en paz.
Inicialmente, se nos sitúa en las ruinas de Harrenhal, donde el rey Jaehaerys nombrando a su nieto Viserys en detrimento de Rhaenys, su prima, que no optó al Trono de Hierro por ser mujer.
Nueve años después, Viserys gobierna un reino en paz. La serie, al menos inicialmente, se centrara en su sucesión.
Para este primer capítulo, he decidido analizar el episodio centrándome en los personajes principales para irnos familiarizando con ellos.
Viserys Targaryen
El rey de Poniente es un Targaryen marcado por la evitación de conflictos y por su obsesión con la línea sucesoria, ya que solo tiene una hija, Rhaenyra, la cual, por tradición, no puede optar al reino. Su esperanza radica en el embarazo de la reina.
El lío se monta cuando, en una magnífica escena, tanto la reina como el bebé pierden la vida en el parto, en un intento de cesárea desesperada. El rey los pierde por su obsesión con tener un hijo.
Su falta de capacidad para tomar decisiones se pone a prueba cuando es informado de que su hermano, previsible heredero al Trono de Hierro, ha celebrado la muerte de su hijo nonato. Y Viserys responde echando a Daemon a su territorio, lejos de Desembarco del Rey, y nombrando a su hija Rhaenyra heredera al trono de Hierro. Encima, Viserys padece alguna desconocida dolencia que le impide cicatrizar adecuadamente las heridas. Y eso que se corta continuamente con el Trono de Hierro.
Daemon Targaryen
De largo, el personaje más atractivo de este primer capítulo. Daemon simboliza todo lo que no tiene su hermano. Es impulsivo, decidido y violento. Su sola presencia impone temor pero su inestabilidad le impide ser un buen dirigente.
A lo largo de este episodio vemos desde gestos de cariño (ese colgante que regala a su sobrina) a la brutalidad del juicio público a los delincuentes de Desembarco del Rey. Aunque, aparentemente, Daemon es un personaje al que odiar, sus múltiples capas le convierten en una figura 100% Martin.
Rhaenyra Targaryen
La hija de Viserys es una joven intrépida con más interés en montar dragones y viajar más allá del mar Angosto que en los juegos de poder y las maniobras palaciegas.
Sin embargo, Rhaenyra se verá obligada a entrar en el Juego cuando su padre le nombre heredera al Trono de Hierro.
Rhaenys Targaryen
Hemos visto poco de la prima del rey Viserys, que le quitó el trono solo por el hecho de ser hombre. Intuyo que no es algo que haya olvidado, y que su influencia sigue patente en su marido, Corlys Velaryon, miembro del Consejo.
Corlys Velaryon
Esposo de Rhaenys y miembro del Consejo. Su actitud choca con la de la Mano del Rey y, aunque jura fidelidad a Rhaenyra al final del episodio, su primera apuesta era por Daemon o por su propio hijo varón, que también es Targaryen.
Otto Hightower
La Mano del Rey. El segundo personaje más atractivo de este capítulo. Un hombre de honor que discrepa con Daemon y el primero en proponer el nombramiento de Rhaenyra como heredera. Pero también una persona dispuesta a usar su influencia sobre el rey de cualquier forma. Aunque sea entregar a su hija a “complacer” al rey Viserys.
Alicent Hightower
Hija de Otto y mejor amiga de Rhaenys. Alicent es una joven dispuesta a complacer a su padre hasta el punto de “dejarse hacer” con el rey Viserys. Su papel en la serie está todavía por esclarecer.
CONCLUSIONES
La casa del dragón comienza con una referencia a Daenerys Targaryen, toda una declaración de intenciones. La serie es un spin off del producto más exitoso de su historia, y no le da miedo la conexión. Incluso se hacen referencia a la Larga noche de la última temporada de la serie.
La comparación, por tanto, es inevitable partiendo de la base de que sus propios creadores la abrazan sin disimulos. Pero claro, hablamos de una serie tan dicotómica como Juego de Tronos. Porque el mayor fenómeno televisivo del siglo XXI no se construyó sobre dragones, grandes batallas o efectos digitales propios de superproducciones.
A veces se olvida que todos estos elementos eran más propios de unas últimas temporadas de una serie en caída libre.
Juego de Tronos se construyó en torno a las fascinantes conversaciones entre sus personajes repletos de capas y la realidad de que cualquier de ellos no se libraba de un destino funesto.
Al volver a un escenario dominado por un reino en paz, el primer capítulo recuerda soberanamente a la primera temporada de Juego de Tronos. Hay dragones tan espectaculares como los de las últimas temporadas, pero también escenas sexuales en burdeles o incluso justas. No hay ninguna escena que sorprenda.
Y los creadores lo saben, por lo que se centran en enseñar músculo con un diseño de producción increíble. Las armaduras, los escenarios…y el fuego, capital en todas las habitaciones y estancias de la serie.
Lo que sí es cierto es que, por su propia premisa argumental, La casa del dragón carece de la ambición narrativa propia de Juego de Tronos. La trama se centra en los Targaryen y apenas se sale de Desembarco del Rey. Y los personajes parecen interesantes aunque sin el carisma de personajes como Tyrion, Varys, Petyr o Jaime Lannister.
En definitiva, La casa del dragón comienza de manera entretenida y prometedora aunque su propia premisa le impida rebasar a la serie de la que es deudora. Es redundante sí, pero lo mejor que se puede decir de La casa del Dragón es que es una entretenida superproducción que recuerda demasiado a Juego de Tronos.
¡Un saludo y sed felices!
¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!
Hola Fernando: gran artículo y muy útil la caracterización de los personajes para poder seguir la historia. La mejor definición la has dado con lo de la carencia de ambición narrativa. Hasta aquí, la historia es terriblemente lineal y el villano espantosamente liso. Episodio previsible de principio a fin: se caía de maduro que Corlys elegiría salvar a su hijo y a no a su esposa. Como dices, faltan los diálogos interesantes que caracterizaban a Juego de Tronos y ni qué decir sus personajes maravillosamente complejos y contradictorios. Allí no sabías con quién empatizar porque a la larga todos tenían lo suyo; aquí no sabes con quién porque ninguno genera absolutamente nada: me da exactamente lo mismo lo que vaya a pasar con cada uno.
Agenda obligada: hombres explotadores y mujeres explotadas que buscan un lugar, pero ese no es el problema sino que lo hacen tan obvio que hasta lo ponen en boca de los personajes, los cuales tienen insufrible tendencia discursiva. En Juego de Tronos se comportaban naturalmente y ni siquiera se planteaban sus cuestiones éticas; y cualquiera podía ser un hijo de su madre sin importar sexo, género o lo que sea. El mensaje político es también obvio: Daemon opera como una especie de Mussolini (o cualquier líder de ultraderecha) saliendo a reventar delincuentes acompañado por su propia versión de los “camisas negras”, que aquí son “capas doradas”.
Producción, vestuario y banda sonora impecables, pero la historia brilla por su ausencia, al menos hasta ahora. Ya sé que con un episodio no se puede juzgar, pero el comienzo está lejos de verse interesante. Un abrazo, Fernando…