Saludos gente, bienvenidos una semana más a esta sección, donde analizo la figura de algún personaje de cine o televisión cuya chulería y ego están tan altos, que no podríamos alcanzarlos nunca ni subidos a una escalera. En mi último artículo (podéis leerlo clickando aquí) hablaba del mítico Capitán Jack Sparrow. En esta ocasión cambio los mares y los barcos por los coches y las discotecas, ya que el chulo de hoy es… Ford Fairlane, el detective del rock & roll.
Es muy posible que Ford Fairlane no sea un personaje tan conocido por las nuevas generaciones. Así que si es el caso os hago una pequeña introducción. Ford Fairlane es un personaje ficticio que protagonizó su propia película, y que fue interpretado en su día por Andrew Dice Clay, un humorista americano. La película, llamada “Las aventuras de Ford Fairlane” estaba dirigida por Renny Harlin y contaba las aventuras de un detective privado que trabajaba resolviendo casos en el mundo de la música. A ello se añadía el hecho de que Ford era un tipo con tupé y patillas, y que no necesitaba abuela, ya que, como él mismo se definía al inicio de la película, tenía derecho a conducir los mejores bugas, a entrar en los mejores clubs, en los mejores camerinos, y en las mejores chicas. Y sobra decirlo, conducía un precioso coche Ford Fairlane.
Hablando de la película en cuanto a su repercusión, fue un fracaso comercial, y tan sólo el paso del tiempo la ha ido convirtiendo en una cinta de culto. En España gran parte de su éxito tuvo que ver con una huelga de dobladores en virtud de la cual el artista Pablo Carbonell puso voz a Ford. Un gran acierto, ya que durante cada minuto de la película nos regala una ocurrencia tras otra, y de haber tenido otro doblador habría pasado sin pena ni gloria.
Y volvemos ahora a analizar el personaje. Ford es un imán para las chicas, ya que se las lleva de calle y en muchas ocasiones sin hacer nada, tan sólo darse un paseo por alguna discoteca. Tiene un oso koala de mascota, una guitarra Fender Stratocaster encordada para una bestia parda zurda como fue Jimi Hendrix, y un caserón junto a la playa. También fuma como un carretero, siempre tiene un peine a mano para cuidar su tupé, llama “Decker” a sus genitales (como las taladradoras Black & Decker), y es todo un adicto a los batidos de sambuca, los cuales toma tras haberles prendido fuego antes. A fin de cuentas, tal y como él dice, el batido ha de ser “beberciable”.
Pero es que lo anterior no es todo. En la película tiene un momento para lucirse cantando una canción en un estudio de grabación, sabe defenderse cuando las cosas se ponen feas, y todo hay que decirlo, es un buen investigador privado. ¿Qué os creéis, que se pasa todo el día tocándose a minga dominga?
Ford suelta tantos chascarrillos y ocurrencias que es imposible destacar unas pocas, pues según como os pille el día mientras estáis viendo la película os pueden hacer más o menos gracias. A veces tiene tiempo de arrepentirse por haberse dedicado a ser detective del rock & roll en lugar de detective pescador, ya que todos los problemas se reducirían a sabotajes de la carnada de pesca o robos de anzuelos, en lugar de persecuciones, peleas o tiroteos. Además, es un tipo tan fantástico que tiene su propio número libre de peaje, y sólo Ford es capaz de preocuparse por su pelo mientras está cayendo de lo alto de un edificio. Admitidlo, estamos ante un personaje en toda regla. Tipos como él no crecen en los árboles.
Así que mi conclusión es que, tanto si sabéis quién es el personaje y habéis visto su película, como si no sabíais de su existencia, busquéis más cosas sobre él por internet. El actor en sí no volvió a tener un protagonismo tan absoluto como con este personaje, cuya estética y otras cosas siguió explotando en sus shows humorísticos, pero sin volver a hacer ninguna otra película. Pero no importa, tuvo su momento y soy de los que disfruta cuando vuelve a ver Las aventuras de Ford Fairlane porque muchas veces una película o un personaje están concebidos para entretener al espectador, y aquí eso se consigue de sobra.
Y con esto me despido gente, como colofón os dejo una escena de Ford Fairlane que no tiene desperdicio. ¡Hasta la próxima!