Ganadora a mejor guión en el Festival de Cannes y en los Premios de Cine Europeo, diez nominaciones a los Premios César y una a los Globos de Oro y así hasta dieciséis certámenes y premios internacionales. Portrait de la jeune fille en feu o Retrato de una mujer en llamas en castellano, tiene todas las papeletas para alzarse como uno de los más destacables títulos de cine francés de los últimos años.
Partiendo de la premisa clásica del amor prohibido, Céline Sciamma presenta en su cuarta película como directora, una historia que destaca por sus formas y contenido. Un guion inteligente, con una narrativa sutil, referencial y juguetona, que hace de la metáfora su mejor aliada.
En la Francia del siglo XVIII, la pintora Marianne recibe el encargo de pintar un retrato de Heloïse, una joven doncella recién salida del convento, sin que ésta se de cuenta. Para ello, la artista pasará largas horas contemplando a la joven en sus paseos infinitos por la costa, conociéndola y acompañándola. Poco a poco, la relación entre ambas se va volviendo cada vez más estrecha y un amor incipiente va creciendo poco a poco a ojos del espectador, paralelamente a la evolución del retrato.
Podría pensarse que en lo relativo a historias de amor ya está todo escrito o explorado. Es rara la temática que no haya sido exprimida hasta la saciedad por cientos de autores a lo largo de la historia del cine o la literatura. Con Portrait de la jeune fille en feu queda de nuevo demostrado que más allá de la elección de la temática, género cinematográfico o literario, lo que hace única una obra es el punto de vista desde el que es contada, el enfoque, la sensibilidad narrativa e interpretativa. En definitiva, cómo está contada.
La directora francesa retrata un romance igualitario, sin jerarquías. Con escenas de amor envueltas en coreografías bellas y exquisitas, en las que ninguna de las partes lleva la batuta. Ambas mujeres se buscan, se encuentran y hacen gala de un amor recíproco.
Tanto Adèle Haenel en el papel de Heloïse, como Noémi Merlandt interpretando a Marianne, consiguen crear con los acantilados franceses como testigos, una atmósfera única e íntima, que va más allá de la pantalla. Los juegos de miradas, gestos, silencios, presencias y ausencias, van tejiendo sutilmente un amor y deseo que va creciendo y consolidándose, entre espacios en los que solo parecen existir las dos.
La película sabe aprovechar estéticamente el pretexto del que nace la misma: La elaboración de un retrato. Las pinceladas de luces, sombras, colores y espacios amplios en plena naturaleza, generan un marco visual que emana belleza y recuerda a las obras clásicas del Romanticismo. Movimiento emergente en la época en la que se ambienta el film francés. Por lo que tendría cabida pensar en una intencionalidad por parte de la directora. La pintura y otras artes como la música están presente en cada fotograma de la cinta. Siendo especialmente destacable, el empleo de la música y el sonido como recurso narrativo.
Sin ánimo de revelar acontecimientos de la trama, la música diegética presente en la película se referencia a si misma, retrotrayendo al espectador a escenas pasadas y dotando de significancia y expresividad todos los silencios, miradas y gestos entre las protagonistas. Retrato de una mujer en llamas bebe de las artes, homenajeando y aprovechando sus diferentes lenguajes como recursos narrativos, tanto visuales como sonoros o guionísticos.
Céline Sciamma maneja los tiempos de la acción con dulzura y elegancia. Hace crecer y evolucionar a las protagonistas con sosiego, sin prisas. Deja que los personajes se regocijen en cada momento de la trama, tanteen lo prohibido y se expresen y retro alimenten entre si con sororidad. Generando empatía en el espectador y creando espacios de intimidad y confianza de una belleza indiscutible.
Llama la atención la especial delicadeza con la que son tratados los momentos íntimos de Marianne y Heloïse. Todas las escenas, desde la tensión en las juguetonas sesiones de pintura, hasta los dulces encuentros sexuales de ambas, son envueltos en un erotismo y ternura resueltos con una elegancia propia de una dirección femenina.
Saludos y sed felices