Hoy tenemos retro-análisis retrofuturista, pues revisitamos El Planeta del Tesoro (2002), película animada de los estudios Disney que versionaba a Robert Louis Stevenson en plan espacial y que inexplicablemente en su momento no funcionó en taquilla, pero a la que el tiempo hizo justicia y convirtió en filme de culto.
Bienvenidos una vez más a nuestra sección de retro-análisis, hoy para hacer repaso de una pequeña gema menospreciada en su momento a la cual el tiempo acabó por poner en su lugar. Y si hay una historia de piratería que ha influido y sigue influyendo, es sin duda La Isla del Tesoro, inmortal novela de Robert Louis Stevenson que, publicada originalmente en 1883, ha marcado al género de allí en más y contado con las más diversas adaptaciones en formatos aventurero, musical, paródico, de marionetas o espacial, como es el caso de El Planeta del Tesoro (2002), que hoy nos ocupa.
Se trata de un filme de animación dirigido, producido y coescrito por John Musker y Ron Clements, quienes venían de una seguidilla de éxitos en taquilla para Disney con La Sirenita (1989), Aladdin (1992) y Hercules (1997). La idea de llevar La Isla del Tesoro a ciencia ficción no era nueva, pues ya en 1982 había existido una película animada búlgara también llamada El Planeta del Tesoro (Planetata na Sukrovishatata), así como en 1987 una miniserie italiana live action que, bajo el título La Isla del Tesoro en el Espacio Exterior, incluía en su elenco a dos veteranas glorias de la pantalla como Anthony Quinn y Ernest Borgnine.
Tampoco la que hoy analizamos es la primera adaptación de Disney, que en 1950 había ya producido una muy fiel al libro y dirigida por Byron Haskin, así como en 1996 Muppet Treasure Island, que tenía como director a Brian Henson (hijo del mítico creador de las célebres marionetas conocidas en Lationoamérica como Muppets y en España como Teleñecos) y como actor destacado al siempre bueno de Tim Curry componiendo a un inolvidable Long John Silver.
El proyecto, junto con La Sirenita, había nacido en 1985, pero en un principio Michael Eisner lo rechazó debido a que por esos días Paramount estaba justamente planeando una película de Star Trek inspirada también en La Isla del Tesoro (finalmente no se realizó). Fue Roy E. Disney (sobrino de Walt y alto ejecutivo de la compañía), quien se interesó años más tarde y terminó convenciendo a Eisner de llevarlo a cabo.
Rob Edwards, Ted Elliott y Terry Rossio trabajaron en el guion junto a los propios Musker y Clemens, en tanto que el elenco de voces incluía a Joseph Gordon-Levitt (Jim Hawkins), Laurie Metcalf (Sarah Hawkins), Brian Murray (Long John Silver), Martin Short (Ben Gunn, en versión robot como BEN) y Emma Thompson como la felina capitana Amelia, equivalente al capitán Smollett de la novela de Stevenson. El dato nostálgico: Patrick McGoohan, legendario actor de la clásica serie británica El Prisionero, daba voz a Billy Bones, aunque solo por pocos minutos debido a la temprana muerte del personaje.
Trabajaron unos cincuenta animadores y se combinaron personajes de animación tradicional con fondos digitales y tridimensionales, así como se incluyeron primeros planos, zooms y amplios “giros de cámara” poco usuales en el cine de animación, pero que imitaban el estilo de filmación de Steven Spielberg o James Cameron. Todo redundó en un presupuesto de ciento cuarenta millones de dólares que convertía al filme en el más caro de animación hasta entonces.
El estreno de El Planeta del Tesoro tuvo lugar en París el 6 de noviembre de 2002 y unos días más tarde en Estados Unidos, siendo la primera película en estrenarse simultáneamente en cines regulares e IMAX, formato que había dado a Disney buenos resultados y éxito de público con los reestrenos de La Bella y la Bestia o Fantasía 2000.
La Historia
La película comienza en un planeta llamado Montressor, donde el pequeño Jim Hawkins se lo pasa leyendo un libro de piratas que, holográfico e interactivo, habla sobre un tesoro oculto y tiene como principal personaje al capitán Flint, aquí un alienígena de seis ojos y amenazantes colmillos.
Doce años después, Jim es un adolescente rebelde que cada tanto es detenido y llevado a su madre Sarah por andar haciendo wind-surf aéreo. La escena en que le detienen dos policías -robot tendrá claras influencias unos años más tarde sobre la primera de las películas de Star Trek dirigidas por J.J.Abrams, en cuyo inicio un pequeño James T. Kirk pasa por una situación similar.
Sarah atiende una posada visitada por todo tipo de criaturas de diferentes mundos, en cuyas cercanías se estrella una nave espacial con un maltrecho Billy Bones que, huyendo de sus perseguidores y antes de morir, entrega a Jim una misteriosa esfera y le advierte que tenga “cuidado con el cíborg”.
Tras un altercado, la posada acaba incendiándoose y Jim, junto con el doctor Doppler y el cambiaformas Morph, se ve obligado a escapar embarcándose en el RSL Legacy (claro homenaje a Stevenson) bajo el mando de la capitana Amelia, quien tiene a su cargo una variopinta tripulación de los más diversos orígenes de la galaxia.
Al activar Jim la esfera que le dejó Bones, se despliega un mapa holográfico que marca la ubicación de un tesoro oculto y a partir de allí el resto de la historia se condice en líneas generales con el desarrollo de la novela de Stevenson, pero siempre con las variantes de contexto y género…
Jim se desempeña como grumete y traba amistad con el cocinero Silver, que aquí es un cíborg con partes mecánicas, en tanto que las naves espaciales lucen como grandes barcos de velas solares que, más que un frío espacio interestelar, surcan un etherium con atmósfera respirable, formas de vida, islas en ingravidez y corrientes que ayudan a la navegación.
Interesante el giro de Ben Gunn, que pasa ser BEN (Bio Electric Navegator), un robot que ha enloquecido al faltarle partes de sus circuitos, así como también que el planeta del tesoro, sustituto de la isla del libro, sea hueco y con un interior de mecanismos de relojería.
Un Filme que mereció Mejor Suerte
En lo personal, es imposible que me resulte indiferente una historia que reúna a dos de mis más tempranos y grandes amores como son la ciencia ficción y la piratería que, por cierto, se han tocado muchísimas veces, siendo no pocas las ocasiones en que los escritores han ubicado historias de piratas en el espacio, del mismo modo que el cine o las series.
Isaac Asimov, en su saga juvenil dedicada al detective Lucky Starr (escritas originalmente bajo el seudónimo de Paul French), presentaba el cinturón de asteroides de nuestro Sistema Solar como zona infestada de piratas espaciales, idea que luego retomarían muchos otros como analogía de las Antillas.
También la antes mencionada franquicia Star Trek ha echado mano de los piratas en más de una oportunidad y la experiencia más reciente la tenemos con Strange New Worlds (aquí los análisis de un servidor), cuyo capítulo La Serene Squall (temporada 1, episodio 7) contiene claras referencias que homenajean a la historia escrita por Stevenson. Y si hablamos del cine, cómo olvidar esa divertida pero infravalorada comedia paródica que fue Guerreros del Espacio (1984), insulso título en castellano para The Ice Pirates (Los Piratas del Hielo en su traducción literal).
En vista de todo ello y de mi declarado amor por los géneros que aquí se fusionan, no sé qué tan objetivo pueda llegar a ser y menos aun estando involucrada una novela tan cara a mis sentimientos como La Isla del Tesoro, de la cual bebieron Peter Pan, los Goonies, Piratas del Caribe, One Piece y todos los juegos de búsqueda del tesoro que se puedan imaginar, ya sean de mesa, vídeo o rol.
Al momento de su estreno, El Planeta del Tesoro recogió críticas mayormente positivas pero no tuvo buenas cifras de audiencia, pareciendo así seguir el fatídico pero incomprensible sino de Titán A.E. (2000) y Atlantis: El Imperio Perdido (2001), ambas dignísimas producciones animadas de ciencia ficción de Disney que se estrellaron en taquilla.
A Warner tampoco le había ido bien con El Gigante de Hierro (1999), otra gema animada muy elogiada por la crítica pero que pasó por los cines sin pena ni gloria y tendría que esperar años para ser revalorizada en su justa medida. Mejor suerte tuvo la Fox con Lilo & Stitch (2002) pero, claro, es una historia de amistad más intimista y familiar a la cual la ciencia ficción sirve en todo caso como complemento.
En cuanto a los premios Oscar, el filme estuvo nominado en la categoría de largometraje animado, pero la estatuilla terminó siendo para El Viaje de Chihiro, del los estudios Ghibli.
Lo que está claro es que tanto El Planeta del Tesoro como esas otras películas merecieron mejor suerte y adaptar a Stevenson era en los papeles una apuesta más que interesante que podía quizás reunir a dos o incluso tres generaciones con un filme capaz de ser disfrutado tanto por los más pequeños, para quienes todo era nuevo, como por los adultos que estuvieran a la caza nostálgica de referencias a su infancia o adolescencia. Lamentablemente, el fracaso en taquilla hizo que esa conjunción no llegara a producirse: una pena…
Universo en Todo Sentido
La película es innovadora en cuanto a técnicas de animación al fusionar personajes hechos a mano con gráficos diseñados por ordenadores: de hecho, al verla y reverla, tuve la sensación de que es el tipo de filme animado que me hubiera gustado ver en mi infancia y quizás el que quiero ver hoy, en momentos en que, por lo menos a mi juicio, el abuso del cgi ya hastía un poco y a veces se extraña algo de tinta.
La combinación de personajes bidimensionales con fondos tridimensionales es maravillosa y jamás parecen dos cosas separadas, sino que se complementan a la perfección: una dualidad que incluso puede apreciarse en un mismo personaje, como Silver, que está dibujado de manera manual pero con sus miembros mecánicos realizados digitalmente.
Los “movimientos de cámara” son también grandiosos e implicaron el esfuerzo de tener que diseñar un escenario completo a trescientos sesenta grados de tal modo que los giros de ángulo pudieran abarcarlo todo y dar idea del espacio que rodea a los personajes: nunca mejor aplicado el concepto de universo.
Y ya que hablamos del mismo, no se parece, como hemos dicho, al que nos enseña la ciencia, sino a un etherium más cercano al de Aristóteles, con regiones diferenciadas y en donde incluso es posible respirar. La razón, según los responsables del filme, está en que los trajes espaciales hubieran restado encanto, romanticismo y nostalgia, elementos que sí destilan y a montones los ropajes piratas.
La estética, por supuesto y como cabe a una película que lleva al espacio una historia escrita en el siglo XIX y ambientada en el XVIII, es claramente retro-futurista, con elementos que hacen acordar al steampunk o al dieselpunk, aunque anteriores en época tanto al vapor como a los motores de combustión, lo que hace que quizás haya que hablar de “sailpunk” (por sail: vela).
Las naves, de hecho, lucen como fragatas, goletas o bergantines, pero las velas son solares y en lugar de enfrentar furiosas tormentas a mar abierto, enfrentan justamente tormentas solares y hasta una gran supernova que, en memorable secuencia, acaba en agujero negro.
La traspolación a ciencia ficción está muy bien hecha, no solo porque Silver sea un cíborg o Ben un robot, sino también por el modo de replicar algunas escenas muy icónicas de la novela, como cuando Jim, mientras oye conspirar a los piratas, se oculta en un barril de purps (en lugar de manzanas) o cuando, huyendo de uno de ellos, se trepa a lo alto de un mástil y es acechado, en el caso de la película, por un alienígena arácnido.
Por cierto: al ser una película familiar, que en definitiva lo es, nadie mata a nadie y quienes presuntamente mueren caen hacia ese indefinido vacío no tan vacío que es el etherium en que los barcos navegan. No queda en claro por qué los barcos flotan ingrávidos pero los personajes “caen”, lo cual, desde luego, a nadie importa y no es la cuestión. Y en el audio original en inglés, ni siquiera es necesario cambiar la palabra “barco” por “nave”, ya que “ship” define por igual a ambos.
También se advierten cambios en cuanto al perfil de Jim, que en la novela es un niño en tránsito hacia la adolescencia (si es que tal concepto existía en esa época) mientras que aquí es más bien un adolescente en proceso de hacerse adulto. Y la relación paternal-filial que sostiene con Silver, presente ya en Stevenson, está mucho más acentuada.
La banda sonora de James Newton Howard es muy bella y recrea a la perfección la épica de las clásicas historias de piratas, habiendo además dos canciones a cargo de John Rzeznik, líder y guitarrista de los Goo Goo Dolls.
Valoración y Legado
En los últimos dos años y como parte de la tendencia actual de Disney a llevar a live action sus clásicas películas animadas, se viene hablando de la posibilidad de hacerlo con El Planeta del Tesoro. Desde la compañía no ha habido anuncio oficial al respecto y solo circularon rumores que, en principio, hablan de que la intención sería dejar la realización en manos de Lucasfilm, hoy en día parte de Disney y de sobrada experiencia en space-opera.
También se ha dicho que podrían regresar algunos actores que hicieron las voces originales, pero esta vez en carne y hueso, lo cual sería relativamente fácil con los personajes alienígenas, ya que el maquillaje y el cgi ocultarían la edad.
Distinto es el caso de Joseph Gordon-Levitt que, desde luego, no podría ya interpretar a Jim Hawkins, habiendo especulaciones de que el personaje sería ofrecido a Timothee Chalamet. Ello podría ser mediana garantía de éxito, pero claro, la agenda del joven actor viene cargada últimamente. De momento, entonces, nada confirmado y solo tenemos la película animada de 2002, a la que, por cierto y como hemos visto, no le faltan méritos para ser revalorizada en sí misma y sin necesidad de remake.
¿Y por qué fracasó entonces? Insisto: no lo sé, pero sigo creyendo que en aquel momento tanto los niños como sus padres se perdieron algo bueno y pocas cosas pueden ser tan justas como la reivindicación que El Planeta del Tesoro ha tenido con el tiempo y que la ha convertido en clásico de culto: de hecho, quizás sea la mejor adaptación animada de la clásica historia de Stevenson.
Innovadora en lo técnico y lo suficientemente ingeniosa en lo narrativo como para cambiar la historia sin que se pierda la esencia, El Planeta del Tesoro es hoy una gema que merece ser vista tanto por los amantes de la animación, como por los de la ciencia ficción y las historias de piratería (en mi caso, digo presente en las tres).
Quizás alguien pueda hoy preguntarse (como también ocurrió en aquel momento) sobre la necesidad de llevar a plan futurista una historia tan clásica, pero la respuesta es muy simple: ¿ hay acaso mejor forma de dejar en claro que la maravillosa e inolvidable novela escrita por Stevenson no morirá jamás?
Hasta la próxima y sean felices…