A propósito del reciente estreno en Disney+ de la serie que le hace de spin-off, hacemos análisis de La Búsqueda (National Treasure), película de 2004 que, dirigida por Jon Turteltaub, producida por Jerry Bruckheimer y protagonizada por Nicolas Cage, vino en aquel momento a llenar el vacío que habían dejado los grandes filmes de aventuras, solo que con la ciudad como ámbito y la resolución de intrincados enigmas como eje.
Bienvenidos sean a un nuevo retro-análisis. Y así como lo hemos hecho con La Familia Addams y Willow, filmes ambos que hemos traído a esta sección con motivo del estreno de series que les hacen de secuela o spin-off, le toca ahora a La Búsqueda (2004), titulada National Treasure en inglés original y conocida en América Latina como La Leyenda del Tesoro Perdido.
La serie en cuestión, ya que hablamos de ella, se titula La Búsqueda: Más Allá de la Historia y está desde hace algunos días disponible en Disney+, con lo cual den por descontado que en breve tendremos en esta web el correspondiente análisis de los episodios (hasta ahora se han estrenado dos de un tirón).
Pero, bueno, no puede haber ocasión más propicia para rescatar este título que, aun con ciertas inverosimilitudes inherentes a los filmes sobre resolución de misterios ancestrales, hizo en su momento las delicias de muchos y vino a advertir sobre la existencia de un vacío en el cine del nuevo siglo. De hecho, su éxito y el de su secuela abrieron la puerta para revivir la saga de Indiana Jones con lo que sería su cuarta película en 2008. Pasemos entonces a hablar de La Búsqueda…
La historia comienza como tantas otras: con un abuelo (Christopher Plummer) contando un relato a su nieto. Podría ser, por ejemplo, La Princesa Prometida, pero lo que cuenta es en realidad una historia de familia, ya que los Gates han sido por generaciones cazadores de tesoros y el asunto tiene que ver con uno antiquísimo que, robado una y otra vez, ha paseado por Egipto, Roma y oriente medio para ser rescatado por caballeros templarios y acabar llevado a América, donde fue ocultado por francmasones ligados al movimiento de independencia de las colonias. Uno de ellos, Charles Carroll, entregó a un antepasado de los Gates una nota sobre el paradero del tesoro diciendo: “Charlotte lo sabe”.
Barco en el Hielo
Varios años han pasado y estamos en el Ártico. Aquel niño que tan azorado escuchaba a su abuelo es ahora un experimentado cazador de tesoros y se halla conduciendo un grupo de hombres tras la pista de Charlotte, que no es una persona sino un barco que sabe sepultado en el hielo desde hace más de un siglo.
No solo logra dar con el mismo sino que, con maravillosa fortuna y apenas hallado el primer madero, despeja un poco el hielo que le cubre para leer “Charlotte”. Vaya suerte la de dar justo con la parte del barco en que está escrito el nombre pero, bueno, a Benjamin Franklin Gates (Nicolas Cage) le salen todas y eso es apenas el inicio.
En el barco no hay tesoro, sino una nueva pista que conduce nada menos que al texto del Acta de Independencia de los Estados Unidos, la cual se encuentra bajo estrictas medidas de seguridad en Filadelfia. Aflora la traición y no podría ser de otro modo si tienes en tu grupo a un tal Ian Howe interpretado por Sean Bean, quien, antes de Juego de Tronos y sacando la primera película de El Señor de los Anillos, hacía casi siempre papeles de villano, canalla, ruin o traidor. Hay lucha y el grupo se divide, siendo Gates únicamente apoyado por Riley Poole (Justin Bartha), su mejor amigo y experto hacker.
Haz lo Incorrecto
A partir de allí, la historia se traslada al ámbito urbano y toma elementos (demasiados) de El Código Da Vinci. Una pista conduce a la otra y a pesar de lo altamente improbable de que alguien pueda unir tan intrincados cabos, Benjamin, al igual que Robert Langdon, logra hacerlo: lo que en el Batman de los sesenta era ironía y absurdo, aquí es motor de la trama. Y las semejanzas con la novela de Dan Brown son más que sugerentes considerando que la misma había sido publicada un año antes del estreno de la película y no gozaba aún de adaptación en pantalla.
Patrick Gates (Jon Voight), padre de Benjamin, le insiste en que no pierda la vida como él lo ha hecho en busca de un tesoro inexistente: las pistas, dice, son un laberinto irresoluble en el que una lleva a otra y así sucesivamente. Su hijo, en cambio, está convencido de que el tesoro existe y que el camino hacia el mismo se halla en el reverso de la declaración de independencia pero, claro, después de los sucesos del Ártico, es obvio que Howe y los suyos irán tras ella.
Es por ello que intenta convencer al FBI y a la directora de archivos nacionales Abigail Chase (Diane Kruger) de que el documento corre serio peligro de ser robado y, al no obtener respuesta, no le queda más remedio que robarlo por sí mismo para ganarle de mano a Howe.
A partir de allí tiene lugar una intensa cacería urbana que, con tres contendientes principales, tiene lugar entre Filadelfia, Boston y Washington D.C. Por un lado está Peter Sadusky (Harvey Keitel), agente del FBI que intenta por todo recuperar el documento para así salvar a su fuerza de un papelón; por otro, Howe, que busca por cielo y tierra a Gates para apropiarse del mismo y llegar al tesoro; y por último el propio Benjamin, a quien acompañan su leal amigo Riley y la encargada de archivos, que se les ha terminado sumando casi por casualidad.
No deja de ser una paradoja que Benjamin robe la declaración de independencia para protegerla y secuestre a Abigail por idéntico motivo: flota en la historia un discurso de que hacer lo incorrecto puede ser necesario para terminar haciendo lo correcto y la respectiva analogía está claramente trazada con los “padres fundadores” de la nación, quienes debieron violar la ley para alzarse contra la corona británica.
Está descontado desde ya, que habrá romance entre Benjamin y Abigail, pero no esperen más que un beso porque esta es una película medida, correcta y familiar (aunque no sé qué tanto puedan los niños entender esa intrincada red de pistas sobre la que gira la trama): como tal, no contiene sexo ni violencia a niveles altos.
Valoración Final
La Búsqueda es, desde ya, el tipo de filme que hace las delicias de amantes de teorías “conspiranoicas” aunque, a diferencia de El Código Da Vinci, corrosiva de los sistemas religiosos y del poder eclesiástico, no contiene juicio alguno contra las instituciones o el poder: Jerry Bruckheimer, conocido productor de tantos filmes de gran suceso comercial, es sabido adherente del Partido Republicano y nunca se permitiría blasfemar contra los “padres fundadores”. Por el contrario, todos los Gates llevan nombres que les rinden homenaje y el de Abigail Chase parece fusión entre Abigail Adams y Samuel Chase.
A pesar de las delirantes conexiones y la forma disparatada en que se van resolviendo los enigmas, hay que decir que la historia no da respiro hasta el final y es sumamente entretenida. Mezcla suspenso, acción, romance, comedia y aventura, con elementos que hacen acordar a Indiana Jones o Tomb Raider, pero cambiando paisajes exóticos por urbanos. Y no faltan tampoco toques de película de atraco que la emparentan con dos filmes de gran suceso en años anteriores: La Trampa (Jon Amiel, 1999) y Ocean´s Eleven: Hagan Juego (Steven Soderbergh, 2001).
Es interesante que el personaje principal no evidencie interés económico en el hallazgo del tesoro, sino que lo suyo sea únicamente obsesión personal y familiar. Tal rasgo está muy bien recreado por un Nicolas Cage que aun no había devenido exagerada y cruelmente en meme como lo haría más tarde a partir de una serie de filmes de escaso éxito (y de quien pocos han valorado el haber hecho una carrera evitando el facilismo de utilizar su apellido paterno Coppola) . Pero así como están bien tratadas las razones de su personaje, no terminan de quedar claros, eso sí, los reales motivos de quienes escondieron el tesoro.
El resto del elenco está en general bien, con un joven y eficiente Justin Bartha que mostraba dotes para la comedia y aún no había protagonizado la saga de Resacón en Las Vegas (¿Qué pasó Ayer?, para América Latina), una Diane Kruger a la que se le nota demasiado el acento alemán, un Sean Bean al que por esos días solía irle bien el papel de villano y un Harvey Keitel siempre excelente (uno de mis actores favoritos) aun cuando la historia, lamentablemente, deje poco desarrollo a su personaje.
En cuanto a la escenografía, es de destacar que en los archivos nacionales de Estados Unidos no se permite la utilización de cámaras, por lo que hubo que reconstruirlos, por cierto de manera notable.
Párrafo aparte para la música de Trevor Rabin, quien venía de componer las bandas sonoras de Armageddon, Enemigo Público, Deep Blue Sea y 60 Segundos. Antes de eso había sido guitarrista del Yes de los ochenta, tocándole la pesada carga de reemplazar al emblemático Steve Howe hasta mediados de los noventa, cuando este regresó a la banda. Pues bien: el villano interpretado en la película por Sean Bean se apellida justamente Howe y aunque lo más probable es que haga referencia a los hermanos británicos que, general uno y almirante el otro, combatieron contra los colonos americanos en la guerra de independencia, no deja de ser una coincidencia interesante y sugerente.
En definitiva, La Búsqueda es un producto acabado que, aun con fisuras o ingenuidades en lo argumental, resulta incluso al día de hoy un entretenimiento explosivo de punta a punta.
Fue, además, un suceso arrasador en taquilla y tuvo en 2007 una secuela llamada La Búsqueda 2: El Diario Secreto, en la cual se repiten director y mayor parte del elenco para, esta vez, ir tras una cadena de pistas que llevan al asesinato de Abraham Lincoln en el que, por supuesto, hay más cosas de las que creemos saber. Por cierto, éxito de taquilla aun mayor que el filme original.
¿Y qué pasó con la tercera parte? Pues estuvo durante mucho tiempo anunciada hasta que, a principios de este año, Nicolas Cage la dio prácticamente por desechada argumentando que Disney estaba más interesado en la serie y que la razón principal para no hacerla era evitarse el problema de contratarlo a él tras los fracasos comerciales que había protagonizado después de la segunda.
Sin embargo y en contraposición, Jerry Bruckheimer sorprendió hace escasos meses anunciando que el guion ya está listo para ser filmado y que el personaje de Benjamin Gates volverá a ser ofrecido a Cage, de quien espera que acepte. De este modo, entonces, está claro que la intención común de Disney y del productor es mantener en agenda tanto la serie como la secuela sin necesidad de que una anule a la otra.
Veremos qué sale de todo eso. De momento, la serie, que no es exactamente secuela de las películas aunque transcurre en el mismo universo y echa mano de algunos de sus personajes, ya ha llegado a Disney+ y los episodios serán en breve analizados por un servidor en esta web. Estén atentos…
Hasta pronto y sean felices…