Por estos días Disney+ acaba de estrenar Willow, serie que, creada por Jonathan Kasdan, retoma al personaje de la película fantástica que, a pesar de una tibia respuesta en su estreno, se terminó convirtiendo en clásico de culto para los amantes de la espada y hechicería. En breve, este mismo redactor estará con los análisis episódicos de la misma pero, mientras tanto y desde nuestra sección de retro-análisis, creemos que es una buena oportunidad para recordar de qué iba la historia.
A finales de los ochenta, George Lucas había fracasado en obtener los derechos para adaptar al cine la trilogía El Señor de los Anillos: los herederos de Tolkien jamás quisieron cedérselos porque temían (quizás con razón) que la transformara en otro Star Wars. Fue así cómo decidió abrirse camino por cuenta propia y embarcarse en producir y escribir Willow, convocando a un director en alza como Ron Howard, que venía de sendos éxitos con Splash (1984) y Cocoon (1985) y que como actor había estado a sus órdenes en American Graffiti (1973).
Por cierto, Lucas venía, con Star Wars, de cerrar (de momento) su propia trilogía con el estreno de El Retorno del Jedi (1983), pero a ello habían seguido dos producciones a las que no les fue tan bien en taquilla. Una de ellas fue, injustamente, Dentro del Laberinto (1986) que, con dirección de Jim Henson (creador de los Muppets) e interpretaciones de David Bowie y una joven y hermosísima Jennifer Connelly, sería revalorizada después como clásico de culto gracias a las ventas para el medio hogareño. Y al igual que en Willow, pero con los géneros cambiados, tenemos también un pérfido hechicero y un bebé al que salvar.
Ups, casi lo olvidaba. La otra película a la que no le había ido bien se basaba en un clásico personaje de Marvel y era Howard: Un Nuevo Héroe, pero… ¿de verdad quieren que hable de ella? Bien, gracias por entender: me llamo a silencio…
La cuestión es que el no obtener los derechos no hizo, sin embargo, desistir a Lucas de contar, como él quería, una historia fantástica de espada y hechicería. De algún modo, ya lo había hecho con cualquiera de las de Star Wars, pero esta vez se trataba del género en su más pura esencia y raíces célticas sin mezclar con ciencia ficción. Las espadas son espadas: de metal y punto, nada de luz…
Pero era inevitable que, en su frustración, cargara a la historia de elementos que remiten mucho a Tolkien. Esquiva, eso sí, cualquier alegoría filosófica como las que pueblan la obra del célebre escritor y se concentra en una historia heroica en la cual hay una comunidad de enanos que vendrían a ser el equivalente de los hobbits y, entre ellos, un granjero con habilidades de magia que, a pesar de su pequeña estatura, está destinado a cumplir un destino de importancia para el mundo todo. Como Frodo, digamos, que no era mago pero disponía de un anillo que lo era…
La realización fue hecha con localizaciones en Gales y Nueva Zelanda (donde justamente sería rodada después la trilogía de Peter Jackson) y una de las particularidades es que se recurrió a enanos reales (en las de Jackson utilizarían el achicamiento digital de los actores). Ello implicaba, desde luego, reunir a todos los que anduviesen dando vueltas por el cine o la televisión durante los años ochenta y esa es la razón de que nos resulten conocidos tantos rostros en la aldea.
De entre ellos, el que va a recorrer el viaje y el camino del héroe es Willow Ufgood, interpretado por el británico Warwick Davis, quien para ese entonces contaba apenas diecisiete años pero ya tenía experiencia junto a Lucas al haber dado vida en El Retorno del Jedi al ewok Wickett Warrick (obvia referencia a su propio nombre), así como también a uno de los goblins en Dentro del Laberinto.
Pero Willow era para él la primera oportunidad de aparecer con el rostro limpio, sin máscaras ni pesados maquillajes y, por lo tanto, poder mostrar más sus dotes. Por cierto, en las décadas siguientes lo veríamos encarnar en varias oportunidades al duende Leprechaun en la saga de películas del mismo nombre o al profesor Flitwick en las de Harry Potter.
La Historia
La malvada reina Bavmorda (Jean Marsh) ha hecho capturar y encerrar a todas las mujeres embarazadas de su reino. El objetivo es dar con una niña que está al nacer y que llegará identificada con una marca en el brazo que la predestina, según la profecía, a acabar con el reinado de terror de Bavmorda. En efecto, una de las mujeres da a luz en las mazmorras a una bebé con la marca indicada, pero una partera se encarga de sacarla de allí antes de que caiga en manos de los guardias.
En una fuga que le costará la vida, la mujer logra, no obstante, lanzar a la niña por el río cual Moisés y así es cómo va a parar a la comunidad de los enanos (o aldwin, como se los llama), donde es hallada por los hijos de Willow, que la llevan con su padre.
Casi de inmediato se produce un ataque de huargos y, al hacerse evidente que buscaban un bebé, todo apunta a la que Willow protege. Si la aldea quiere sobrevivir, la niña no puede estar allí, por lo que se encarga a Willow la tarea de llevarla a la “encrucijada de los daikini” (tal el nombre que dan a la gente alta) y así entregarla a su gente.
En tal misión, será escoltado por una compañía reunida a tal efecto (otro punto en común con El Señor de los Anillos), la cual es reclutada por el mago de la aldea, el mismo que acaba de rechazar a Willow como aprendiz al no convencerle sus trucos.
Habrá complicaciones, desde ya. Una vez en la encrucijada, no encuentran un solo daikini que se quiera hacer cargo, salvo un reo llamado Madmartigan (Val Kilmer) que, encerrado en una jaula, se ofrece para llevar a la niña (de quien luego sabremos que su nombre es Elora Danan) y ponerla a buen cuidado en caso de que lo liberen.
No quiero contar más por si no la han visto y, de hecho, no estaría mal que lo hiciesen si están pensando en comenzar con el visionado de la serie, pero lo que sigue es una aventura cargada de magia, épica, hadas, trolls y todo tipo de criaturas fantásticas. E inclusive romance, lo cual involucra tanto al personaje de Kilmer como a Sorsha (Joanne Whalley), la hija de la bruja malvada, con problemas para escoger bando.
Fábula, Comedia y Magia Digital
La historia es por demás simple y no podía ser de otra forma al estar escrita por Lucas, quien nunca se anda con cosas muy intrincadas o complejas. De hecho, y si bien el mundo del filme remite mucho a la Tierra Media de Tolkien, rehúye por completo su parte más oscura incorporando, en cambio, elementos más propios de la literatura o cuentos infantiles.
Y es lógico porque se trata, básicamente de un producto familiar (aunque hay algunas escenas bastante violentas, que incluyen desmembramientos o cuerpos en llamas). La reina malvada, sin ir más lejos, hace acordar bastante a la de Blancanieves o bien a Maléfica, incluso en su atuendo.
Hay algunos gags que pueden resultar un poco insufribles: llegué a odiar en su momento (y lo sigo haciendo) a los dos personajes de aspecto liliputiense que se suman en la misión (y la palabra que tomé prestada de Jonathan Swift no puede ser más apropiada, ya que en un momento Willow y los suyos son atados con estacas al suelo a la manera de Gulliver).
Algunos efectos visuales pueden no verse muy bien hoy (el monstruo de dos cabezas ya me pareció esperpéntico cuando vi el filme por primera vez), pero cumplen una función acorde a una época para la cual justamente son innovadores, como la utilización del morphing digital.
Por cierto, es la primera vez que tal recurso se utiliza en la historia del cine y ello se aprecia particularmente en la escena en que Willow intenta reconvertir en humana a la hechicera Fin Raziel pero, hasta que lo logra y por su impericia, la hace pasar sucesivamente por cabra, avestruz, pavo real, tortuga y tigre. Unos años después la técnica se volvería habitual en el cine y causaría sensación en un video-clip de Michael Jackson (Black or White).
Y ya que hablamos de música, la banda sonora de James Horner, si bien es cierto que, en algunos pasajes, remite demasiado a la Sinfonía N°3 de Schumann (aquí pueden apreciar la comparación), está cargada de épica y es casi imposible no quedarse tarareando el leitmotiv principal al terminar el visionado.
Pero lo mejor, sin duda, es la interpretación de Warwick Davis, quien construye un personaje entrañable, del cual no puede menos que alegrar que haya sido rescatado nuevamente para la serie de estreno en estos días. Kilmer, que todavía no había sido Jim Morrison ni Batman, hace lo suyo con oficio (nunca gran actor, pero siempre buen actor) y logra que su villano inicial termine también siendo querible. Por cierto, les recomiendo un interesante artículo de mi compañero José sobre el personaje de Madmartigan.
Por último, dos veteranas actrices británicas, como Patricia Hayes y Jean Marsh, aportan su capacidad para dar vida a un enfrentamiento bruja buena-bruja mala con mucho de El Mago de Oz y también, por supuesto, de Gandalf-Saruman. Quien ama este género, siempre quiere un buen duelo de magos…
Valoración Final
Willow fue hecha en años en que el género de fantasía épica era aún sinónimo de fracaso en taquilla; es en vano entonces juzgarla a la luz de la trilogía de Jackson que sería, justamente, la que iba a cambiar eso para siempre. De hecho y con un costo de 35 millones de dólares (alto para esos tiempos, incluso superior a El Retorno del Jedi), recaudó 54 millones en Estados Unidos y aunque no pueda ser llamado fracaso, desalentó cualquier proyecto de Lucas para una trilogía, como quería hacer.
Si se considera ese terreno tan poco favorable, Willow es una película que cumple con lo que se propone: nos entretiene y nos lleva de vuelta a la candidez e ingenuidad de una infancia en que veíamos la magia como posible.
Ron Howard no es un director que se caracterice por dar a sus filmes un sello demasiado personal e identificable, pero ha demostrado muchas veces su sobrado oficio para contar historias atractivas sin que el ritmo decaiga y manteniéndonos prendidos de principio a fin (Llamaradas, Apolo 13, Una Mente Maravillosa, Rescate, El Código Da Vinci). Willow es, por sobre todo, una película de Lucas, pero a la cual Howard sabe guiar eficazmente.
El filme recibió dos nominaciones a los premios Oscar (en sonido y efectos visuales) sin quedarse con ninguno. La gran ironía es que en 2001 sería otro filme de Howard (Una Mente Maravillosa) el que se quedaría con la estatuilla a mejor película relegando justamente a la primera de El Señor de los Anillos, en tanto que Jennifer Connelly (la otrora adolescente de Dentro del Laberinto) acabaría alzándose con el premio como mejor actriz de reparto.
En definitiva y en estos días en que Willow, como secuela en formato de serie, acaba de ser estrenada por Disney+, no hay mejor plan que redescubrirla, lo cual nos permitirá reconectar con la historia después de treinta y cuatro años, pero también entregarnos a la nostalgia de cuando íbamos al cine sin tanto prejuicio y con una mayor candidez.
Junto a Lady Halcón, a Excalibur, a Conan el Bárbaro y a La Princesa Prometida (más cercana en el tono a esta última que a las anteriores), Willow tiene un sitial de honor entre las películas que, en los ochenta, prepararon y allanaron el camino para que llegara la adaptación de la mayor obra de fantasía épica de todos los tiempos.
Les espero para analizar los episodios de la serie. Hasta entonces y sean felices…
Willow, una película ochenteramente encantadora, y miren que me parece bastante imperfecta. De hecho en alguna ocasión escribí una reseña por ahí y apenas le puse 6 de calificación 😅😛 Desde luego, eso no quiere decir que la película no me guste, todo lo contrario, pero definitivamente si tengo que dejar de lado “mí yo crítico” y ponerme en “mí yo nostálgico” para disfrutarla.
Los efectos especiales, las coreografías de peleas y escenas de acción sí que han resentido el paso del tiempo y ya se ven muy chafas, aunque por otro lado destaco la notable banda sonora de James Horner, así como las actuaciones de Warwick Davis y Val Kilmer.
Digamos que a pesar de que las claras debilidades que le encuentro a la cinta, comparto bastante lo que se menciona en este párrafo:
“Willow es una película que cumple con lo que se propone: nos entretiene y nos lleva de vuelta a la candidez e ingenuidad de una infancia en que veíamos la magia como posible.”
Saludos “mágicos” desde México 😀🧙♂
Hola Javier: gracias por comentar. En general coincidimos bastante. Yo creo que para valorar y disfrutar Willow hay que ubicarla en contexto de época. Puede que los efectos se vean cutres hoy, pero fueron tremendamente revolucionarios para la época. Estamos ante la primera película que usó el morphing, que unos años después sería usado, por ejemplo, para hacer las transformaciones del robot de metal líquido en Terminator 2. Y además, una de las películas que abrió camino para que llegaran otras. Gracias por leer y por el aporte! Un saludo!
Saludos Rodolfo, gracias (como siempre lo haces) en contestar el comentario 😀