Cine y Series, dos mundos completamente diferentes en varios aspectos, pero, paradojicamente, similares entre sí; unidos por la máxima de narrar ofreciendo imágenes en movimiento, lo que les ha hecho estar unidos para bien o para mal desde el inicio de la Hija Menor, las series, y, concretamente, Twin Peaks, la madre de todas ellas.
Y es que la ficción ideada por Mark Frost y el maestro de Montana, David Lynch, supuso un punto y a parte en la concepción de las series como tal, es decir, le proporcionó un nuevo enfoque en su tratamiento. Antaño, estas eran maltratadas por los realizadores punteros del sector y, de hecho, aquel que realizase ficción para televisión tenía que ver más con su fracaso en el intento de hacerse un nombre dentro del mundo del cine que su deseo por participar en las series como tal. Sin embargo, con el estreno de Twin Peaks todo comenzó a cambiar. ¿Cómo? De dos maneras: 1.- La primera de ellas tiene que ver con la narrativa. Twin Peaks ofreció una manera más profunda (y mucho, mucho) de tratar la narración para televisión, más próxima al devenir de acontecimientos que se acostumbraban en cine y, a su vez, demostró que los límites no eran tan estrechos como los creativos de la época pensaban, ofreciendo una trama que a día de hoy, en su propia síntesis, continúa siendo vanguardia. 2.- La segunda tiene que ver con las audiencias. Twin Peaks fue un auténtico pelotazo de emisión en Estados Unidos y en España, donde la frase de “¿Quién mató a Laura Palmer?” pasó a ser uno de los iconos más representativos que el medio nos ha dejado en toda su historia, levantando incógnitas gracias a su planteamiento de ¿Quién fue? tan usado en el género detectivesco. De hecho, en algunos de los documentales que se han dejado ver, algunos de los interrogados confesaban que dejaban grabados los episodios para poder verlos en los días posteriores, ya que a Internet todavía le quedaban unos años para llegar al consumo doméstico.
Pero de aquello hace ya más de 25 años (cómo pasa el tiempo…) y, evidentemente, muchas cosas han cambiado. De la semilla que plantó Twin Peaks ya se ha formado un árbol robusto del que parten una gran variedad de ramificaciones, ¿y de qué ramificaciones estamos hablando? De las que pueblan el sector día a día, es decir: las plataformas de Vídeo Bajo Demanda, los canales que apuestan por un formato más tradicional o, directamente, los que parten de la idea de hacer series de autor alejadas de los estándares que se imparten hoy en día, como puede ser el propio David Lynch con la Tercera Temporada de Twin Peaks (que, por cierto, corred a verla si no lo habéis hecho ya, insensatos). De este gran batiburrillo de producciones que nos llegan anualmente, cada vez son más, ha empezado a despertar una corriente que aboga por la doble vida y la expansión transmedia -algún día os hablaré de las diferencias crossmedia y transmedia-: la adaptación de películas y sagas literarias al formato episódico.
Pero antes, ¿qué es transmedia? Transmedia hace referencia al contenido que nos llega en torno a una saga o producto (véase Star Wars, por ejemplo) en diferentes soportes, es decir, que para entender la totalidad de la historia no es necesario acercarse a todos los soportes pero que, sin embargo, es necesario hacerlo para tomar mayor profundidad de la misma. En resumidas cuentas: se nos cuenta un “algo”, que no tiene por qué ser imprescindible, en diferentes soportes. Esto es importante no confundirlo con las adaptaciones. No. Me explico: The Witcher en Netflix va a ser una adaptación de las novelas de Andrzej Sapkowski en formato serie, lo que viene siendo algo más próximo a lo visto en Juego de Tronos. El Señor de los Anillos será una ampliación del Universo Tolkien partiendo de la base de lo ya escrito por el novelista, por lo que iría a caballo entre transmedia y adaptación, pero sin embargo yo me refiero a la noticia que ha salido a la palestra sobre el transporte del Universo John Wick a formato serie, lo que me hace alegrarme pero a la vez hacerme una serie de preguntas.
La primera: el Universo John Wick funciona, en parte, porque Keanu Reeves realiza una gran interpretación. Verlo actuar como el asesino es una auténtica delicia para mis ojos y, además, verlo moverse con esa dirección magistral de Chad Stahelski más. La segunda: ¿Realmente funciona John Wick más allá de la figura de él mismo? La historia nos interesa porque está protagonizada por John Wick y porque, debido a su narrativa, se adapta perfectamente al formato de una película. Ver episodios de 50 minutos donde todo sea acción puede hacerse bastante cansado y, además, con una facilidad pasmosa para quedarse sin ideas. Esto no es el Universo de La Fundación, de Isaac Asimov, por ejemplo, donde el límite estaba donde él mismo lo quería poner. No. Esto es un universo con muchas limitaciones donde la facilidad de ir por los cerros de úbeda es bastante pasmosa. Eso sí: ver los nombres que hay detrás ilusiona, claro. Pero con cuidado.
Después de toda esta chapa, el objetivo de este artículo es, entre otras cosas, el preguntaros qué os parece el uso de esta práctica y si estáis a favor de los Universos Transmedia. Soy conocedor de que adaptar una historia/universo a diferentes formatos le da riqueza a la misma, pero las carteras no tienen un fondo infinito como la de Doraemon, sino todo lo contrario. Es por ello que quisiera saber si realmente creéis abusivo el uso de esta praxis o si os resulta interesante. ¡Sed felices!
Demasiada expansión puede llegar a ser abrumadora y el espectador con el tiempo de acabará viendo excedido.