Por mucho que Netflix sea una de las principales culpables de eso que llamamos “cine algoritmo”, producciones diseñadas en los despachos que buscan asegurar al público en lugar de darle una experiencia que nunca olvidará. Pero también que lleva años intentando conseguir la admiración de la crítica. Este 2025 no es una excepción, con el Frankenstein de Guillermo del Toro o Jay Kelly, la nueva película de Noah Baumbach con George Clooney de protagonista. Y, claro, Sueños de trenes, película de un ritmo tan opuesto a lo que solemos ver en la reina de las plataformas que no parece producida por ella.
Nuestra crítica del Frankenstein de Guillermo del Toro.
Adaptación de la novela de Denis Johnson, Sueños de trenes narra la vida de Robert Grainier, un jornalero que pasa su vida trabajando en las vías del ferrocarril que conectaban el este y el oeste de Estados Unidos.
Dirige Clint Bentley, conocido por haber dirigido El jockey (que no he visto) y escrito Las vidas de Sing sing, película que se coló en los Oscars de 2024. Un autor clasificado como “independiente” para dar mayor prestigio crítico a la película.
Básicamente, Sueños de trenes es el retrato minimalista de una vida. A medida que avanza la película, vemos una y otra vez las mismas acciones de su personaje protagonista. Únicamente cambian las circunstancias. Es decir, que conforme el personaje va envejeciendo, se suceden las pérdidas, más o menos traumáticas, y el mundo es un lugar muy distinto al que le ha visto crecer. Y, finalmente, termina su vida solo.
Y es minimalista porque el ritmo transcurre sin estridencias, de forma contemplativa. De esta forma, busca sumergirnos poco a poco en lo extraordinario de una vida humilde, trabajadora y común.
No en vano, Robert Grainier es un peón más de todos aquellos que, no sin sacrificio, dieron su sudor para conectar las dos costas de Estados Unidos. Y claro, no ha habido mayor ejemplo de la modernización de la sociedad que el auge del ferrocarril. Las vías que surcan entre bosques infinitos funcionan a la perfección como metáfora de una civilización que abraza la modernidad mientras abandona la naturaleza.
Aunque la película abarca unos años indeterminados entre finales del siglo XIX y los años 70 del siglo XX, Grainier también tiene esa sensación (presente hoy en día) de que, conforme pasan los años, se habla y se conoce menos a las personas. Adaptarse cada vez es más difícil.
Grainier está interpretado por Joel Edgerton, un actor que lleva años seleccionando cuidadosamente sus papeles y manteniéndose en un perfil bajo. Lo mismo te dirige dos películas como El regalo o Identidad borrada que actúa en series como El ferrocarril subterráneo, Materia oscura o la infravalorada película El extraño. O, de repente, recupera su papel como padre adoptivo de Luke Skywalker en la fallida serie Obi Wan Kenobi.
El actor sostiene con contención toda la película, acompañado de un plantel de secundarios liderados por Felicity Jones (Star Wars: Rogue One, The Brutalist), William H. Macy (Shameless) o Kerry Condon (F1). El amor de su vida, un compañero de trabajo y una amiga que aparece en una época más tardía.
Todos ellos marcan al protagonista sin cambiar su vida. Le acompañan y le dan un sentido a su vida. Por muchas desgracias que le ocurran a uno, las vías siguen estando y los trenes llegan a su destino.
Sueños de trenes está dirigida con pocos diálogos. Se le da una importancia capital al paisaje, hasta el punto de parecer una película de Terrence Malick.
Sin embargo, Clint Bentley cae en el pecado de la sobreexplicación con uno de los recursos peor usados del cine moderno. La voz en off, ese narrador que explica continuamente las acciones de los personajes cuando no es necesario porque lo estamos viendo en las imágenes. No hace falta decir que Grainier se siente solo cuando le vemos caminando…pues eso, solo por las calles.
En definitiva, Sueños de trenes es una correcta película que basa su mensaje en la contemplación de la normalidad de una vida para ensalzarla. Es consciente de que su mayor limitación es su escasa ambición y comete el error de sobreexplicar las acciones de su protagonista, pero es una película que ayuda a detenernos en el frenesí de la vida que llevamos.
¡Un saludo y sed felices!
¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!





