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Crítica de Sugar (2024), la suicida serie de detectives con Colin Farrell

Generalmente, intento empezar cualquier producción que veo con alegría. Pero tengo mis debilidades. Es muy difícil, por muy malo que sea, que no me guste un western. Lo mismo me ocurre con el cine negro, con sus detectives huraños y no siempre bondadosos. Sus mujeres con oscuras intenciones. Sus ciudades envueltas en neón y neblina. Mucho de esto hay en Sugar, la reciente serie de Apple TV protagonizada por Colin Farrell.

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John Sugar es un detective privado especializado en encontrar personas desaparecidas que es requerida por un famoso productor de cine para localizar a su sobrina, desaparecida desde hace días, aunque el resto de su familia piensa que está coqueteando con las drogas. Sugar se sumergerá en una trama en la que nada, pero absolutamente nada, es lo que parece.

Sugar es una serie creada por Mark Protosevich, conocido por ser el guionista de Soy Leyenda, Thor o la Oldboy estadounidense de Spike Lee. Los ocho capítulos de entre media hora y cuarenta minutos están dirigidos por el gran Fernando Meirelles, director de la icónica Ciudad de Dios y que también ha participado en ese bodrio llamado El simpatizante; y Adam Arkin, que ha colaborado en distintas series. De Succession a The americans, pasando por Justified.

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A la hora de la verdad, la mano que se nota es la de Meirelles. Un director con infinitos recursos que se notan en la variedad de planos, en los insertos de películas clásicas y en el estilazo que tiene Sugar, probablemente uno de los aspectos en los que estarán de acuerdo todos los que hayan visto la serie.

Porque el guión es otra cosa. Inicialmente, ya desde su trailer, Sugar se entiende como un sentido homenaje al cine negro clásico. Lo es en su trama, plagada de clichés temáticos. La familia rica perteneciente al mundo del cine con muchos secretos que esconder. El secuestro que esconde algo más que un simple secuestro. Múltiples personajes con mucho que ocultar y entre los que se mueve nuestro detective. Un fanático del cine clásico que copia los ademanes de Humphrey Bogart o Glenn Ford. Incluso posee un deportivo descapotable muy poco práctico en una ciudad acosada por la mendicidad con tal de sentirse un detective de pantalla grande.

Solo hay una diferencia. Sugar no es un detective oscuro. Es un personaje que ayuda a los desfavorecidos, que no bebe ni se droga. Puede que tenga secretos que le atormenten, pero John Sugar es lo que menos podríamos esperar de un protagonista de cine negro: un héroe.

Con una trama interesante pero ya mil veces vista en el género, esperábamos que Sugar fuera un neo noir, una nueva actualización de aquella mítica L.A. Confidential. Es más, tenemos a James Cronwell (el productor que contrata a Sugar) como nexo de unión entre las dos producciones.

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Pero llegamos al giro, aquel que no desvelaré pero que supone un auténtico salto al vacío. Sugar es una de las series más impredecibles de la historia de la televisión porque es dicotómica en su contraste entre homenaje clasicista e inesperado vacío que puede conducir al entusiasmo con la serie o a sacarte de la trama sin vuelta atrás.

Es probable que este giro no sea del gusto de todos pero, si no existiera, Sugar no sería la serie que es, una ficción que no solo homenajea al cine negro, sino que afirma lo improbable de dichos personajes en el mundo real, por muy oscuro que fuera.

Corrijo. Si algo hace de Sugar una serie memorable es Colin Farrell. Después de más de veinte años regalándonos papeles únicos, este es, probablemente, el mejor de todos ellos. ¿Cómo no se le había ocurrido a nadie que el gran Colin, con su físico corpulento, su cara de mala leche, su presencia y su historial de chico malo hollywoodiense no iba a ser un gran detective de cine negro? Si alguien podía hacer de típico detective tan poco típico, ese es Colin Farrell, el mayor reclamo de la serie y, ojalá, el inicio de una gran relación entre actor y personaje.

En definitiva, Sugar es una serie casi suicida en su cara a cara entre el homenaje al cine negro más clásico y la decisión narrativa más suicida de la televisión reciente. Habrá quien ame Sugar y quien no quiera volver a saber de ella. De una forma u otra, Sugar es una historia de la que nadie se olvida, y eso es lo mejor que se puede decir de una serie.

¡Un saludo y sed felices!

¡Nos leemos en Las cosas que nos hacen felices!

Fernando Vílchez
Fernando Vílchez
Comecocos. Intento aprender como si viviera para siempre y vivir como si hoy fuera mi último día...con las cosas que me hacen feliz.
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2 COMENTARIOS

  1. la serie me encantó. colin demuestra una vez que es un actor “bestial”. el giro, inesperado sí, pero que a mi modesta consideración, es lo que hace única y más atractiva la serie.
    en fin, espero la segunda temporada lo más tardar en el 2025.

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