El próximo 5 de agosto llegará a Amazon Prime Video Trece Vidas, adaptación del rescate de un equipo de fútbol infantil tailandés que quedó atrapado en una cueva inundada. El rescate fue retransmitido mundialmente y captó la atención de todos los países. Nosotros hemos tenido la oportunidad de verla en exclusiva. ¿Queréis saber qué nos ha parecido?
Como he dicho antes, Trece Vidas narra el rescate real de un equipo de fútbol tailandés atrapado en la cueva de Thuam Lang por una inundación durante la época de lluvias del país. La película se centra en los intentos de voluntarios de todo el mundo por ayudar en el rescate.
La película está dirigida por Ron Howard, un artesano que, a lo largo de su carrera, ha sacado todo tipo de proyectos adelante en los que la mayor o menor calidad de los mismos dependía, fundamentalmente, del guión. Así, en su carrera tenemos obras notables como Apolo XIII, Una mente maravillosa, Cinderella Man, El desafío: Frost contra Nixon o Rush. Pero también bodrios como El código Da Vinci, ¡Qué dilema!, Han Solo: una aventura de Star Wars o Hillbilly, una elegía rural.
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¿Esto qué quiere decir? Que, siendo continuista con su trayectoria, la película de Howard será tan buena como se haya planteado la narración de los hechos.
En este sentido, el rescate de la cueva de Thuam Pang daba para muchos enfoques. Al fin y al cabo, fue un rescate retransmitido por todo el mundo. Intereses políticos, periodísticos… Trece vidas se aleja de todo eso. De hecho, inicialmente podría parecer que se trata de una película coral en la que tratamos desde a los familiares de los atrapados al gobernador de la región, pero el guión de William Nicholson prefiere centrarse en un único aspecto en concreto, el que más le interesa para reforzar el mensaje de la película. El de los buceadores que planearon el rescate de los niños.
Interpretados por Viggo Mortensen, Colin Farrell y, en menor medida, Joel Edgerton; estos buceadores son los verdaderos protagonistas de la película. No son militares ni se encontraban en Tailandia en el momento de la inundación, sino que acuden voluntariamente porque pueden ayudar en lo que mejor saben hacer: espeleología acuática.
Así, la película se divide en dos partes. Por un lado, tenemos la logística y todo lo que rodea al rescate, sobre todo en el personal tailandés. Desde el gobernador hasta los NAVY Seals del país, pasando por un ingeniero que diseñó un plan para sacar agua de la montaña.
El mayor mérito de esta parte reside en no caer en la tentación lacrimógena de otras obras basadas en hechos reales como, por ejemplo, Lo imposible. La emotividad no es subrayada y, es más, está tan contenida que apenas hay música, el principal medio para forzar la emoción en el espectador. El respeto hacia lo que se cuenta es absoluto.
Y esto nos lleva a la segunda parte. La centrada en los buceadores. Auténticos profesionales de los que apenas vemos resquicios de su vida personal. Porque no importa. Lo dejan todo para marcharse a hacer lo que mejor saben hacer en Tailandia.
De hecho, es llamativo lo contenidos que están los actores. Al poco se nos ha olvidado que estamos frente a titanes como Mortensen o Farrell. No hay espacio para nada más allá que la misión, que salvar una vida. Porque para salvar una vida se hace lo que haga falta. Y son trece.
Dentro de esta parte, lo más destacado y lo que hace que Trece vidas destaque del resto de producciones de este tipo son las secuencias acuáticas, tan angustiosas como se podría esperar de una travesía estrecha por el agua rodeado de estalactitas.
En definitiva, Trece vida es una notable recreación del rescate de la cueva de Thuam Pang basada en el respeto sobrio a la historia original y en las angustiosas y estremecedoras escenas acuáticas. Los hechos dominan las dos horas y veinte que dura la película, hasta el punto que las mismísimas historias personales de los protagonistas, cuyas interpretaciones están alejadas de cualquier tipo de histrionismo, ni importan. Porque, cuando hay una vida en juego, todo se para. Las personas se desplazan y dan lo mejor de sí para que aquellos que no deben irse se queden en este mundo. O así debería ser.
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