Un mediodía cualquiera, sin previo aviso, todos los hombres del mundo mueren. Con su desaparición la humanidad, ahora compuesta solo por mujeres, se ve condenada a una lenta extinción. La única esperanza de salvación se convierte en el secreto mejor guardado de los Estados Unidos de América: Yorick, un joven normal y corriente, es el único superviviente junto con Ampersand, su mono capuchino. ¿Por qué han sobrevivido? ¿qué papel deberán jugar en un mundo condenado? Un largo viaje les espera, y el misterio apenas acaba de empezar.
Por eso es de agradecer lo que ha hecho Brian K. Vaughan a los guiones y Pia Guerra al dibujo. Donde era fácil despeñarse ellos han hilado muy fino. Es un cómic con evidente denuncia política y sí, hay mucho de mostrar con la ausencia de los hombres que el mundo sigue siendo un sitio machista. Es decir, que a las mujeres se les sigue dejando en una de las parcelas de las que hablábamos arriba y que no se les deja ir donde por costumbre no les corresponde. Así, la desaparición del hombre implicó en el cómic la desaparición de prácticamente casi todos los pilotos de aviones, haciendo los viajes casi inexistentes. También la desaparición de la policía, los ejércitos o gran parte de la clase política en los EEUU. De esos vacíos Vaughan y Guerra crean historias sobre las mujeres que pasan a ocuparlos, sucediendo que al llegar las mujeres a puestos de responsabilidad en la política o el ejército los males endémicos de la Humanidad siguen estando ahí. Sigue existiendo la violencia, las peleas políticas, las conspiraciones, el espionaje, la prostitución, el abuso de autoridad o el fanatismo.
Los autores en ningún momento huyen de los debates sobre el feminismo al respecto de un mundo así y casi siempre los abordan de manera no simplista y creíble. No sabemos qué pasaría en la realidad de suceder algo así, pero la gran virtud de la historia hasta por lo menos la mitad es que el desfile de mujeres que va conociendo el trío protagonista son creíbles. Lo son en su variedad de formas de pensar, de ser, de visiones del mundo. Hay prácticamente de todo, desde mujeres que quieren repetir las formas de funcionar del viejo mundo a las que quieren erradicar dichas formas. Entre estas hay de todo, incluídas las que creen que hay que seguir cualquier método necesario. Muchas quieren sobrevivir y ser felices como puedan. Hay compañías de actrices que se debaten entre hacer obras de teatro romanticonas clásicas (con mujeres con barba para hacer de hombre) para apelar a la nostalgia por los hombres y el ofrecer un teatro social que hable de cómo debe la mujer afrontar un mundo sin hombres. Hay nacionalistas que quieren llevarse al último hombre a su país para engendrar hombres en serie y que su país tenga una ventaja militar decisiva sobre los demás. Hay quienes viven mejor sin los hombres y son al fin felices, hay quien no puede soportarlo. Toda la historia, que es la de un gran viaje prácticamente a lo largo del planeta, no puede ser más variada en formas de afrontar y pensar en la relación de las mujeres de todo el planeta con los hombres que ya no existen.
Pero no es sólo el relato de muchas formas de ver a los hombres, la crítica nada disimulada a la exclusión de las mujeres de tantos sitios o el fanatismo que intenta traer justicia y reparación cayendo en los mismos vicios que el peor machismo. Es también la historia del protagonista, de Yorick, el último hombre, recorriendo el planeta para encontrar a la que era su novia antes de convertirse en el último hombre. El protagonista es un hombre sensible, escasamente viril según lo que todos entendemos como tal: no es la persona más segura, pretende respetar y entender a todo el mundo, no es precisamente violento y le encanta usar mil referencias culturales pop. Se encuentra con demasiadas mujeres en su viaje que son mucho más Rambo que él, la verdad. En muchas ocasiones actúa como la clásica damisela en apuros, dando a la historia un tono muy peculiar que le sienta realmente bien: el último hombre, la esperanza de la Humanidad, es una nenaza.
El final de la historia se hizo también famoso por ser muy atípico. No es el final esperable y cómodo que puede uno querer conforme van pasando y pasando las páginas. Creo honestamente que es un final valiente y que de nuevo los autores han querido dar un giro a la trama central, que era la búsqueda de la princesa por el héroe masculino. Lo que parecía como una excusa para hacer avanzar la trama termina siendo explícitamente una excusa al final. No soy amigo en general de los métodos posmodernos de narrar, pero es una decisión, insisto, valiente y consecuente con el espíritu de toda la historia. Sin ser el final todo lo redondo que pudiera, claro, pero si precisamente todo iba de mostrar por su ausencia los errores del hombre en separar a la mujer de lo que ha considerado históricamente sitios exclusivos suyos o de mostrar que tantas cosas horribles no eran fruto de los hombres sino de las propias estructuras de poder (que convierten a cualquiera que las ocupe en un ser con conductas similares) el final tenía que demoler la idea de la princesa esperando en el torreón a que la rescate el caballero. Es decir, la idea de que los seres humanos tienen su espacio acotado en función de si son hombres o mujeres y que la comunicación o la empatía son imposibles.
No puedo acabar sin resaltar el fantástico trabajo de Pia Guerra retratando a las muchas mujeres diferentes en un cómic en el que ellas, claro, son las protagonistas reales, destacando en cómo distingue de manera muy clara los muchos estados emocionales o gestos faciales diferentes de las diferentes mujeres. Puede parecer bobo, pero hay demasiados dibujantes que son incapaces de moverse de un registro (o todos serios o todos caricaturas humorísticas). Pia Guerra hace un trabajo estupendo en este apartado, además de narrar aceptablemente bien tirando, quizás, de mucha narración más del lenguaje de las series de televisión que el de los cómics, pero digamos que es el único defecto que podría encontrarle, por más que puede considerarse como que realmente no lo es.
Sed felices.