Dentro del catálogo de Amazon Prime no solo tenemos series originales sino también otras películas y series que la plataforma de Jeff Bezos distribuye a lo largo y ancho de Internet aunque no sean de producción propia. Este mes ha llegado una miniserie de 3 episodios que ejemplifica lo mejor de la BBC, una serie de gran calidad y que nos demuestra una vez más que, en cuanto a series de época (y esta lo es aunque sea de una época más reciente) no hay quien gane a los británicos. Nos referimos a A Very English Scandal, dirigida por Stephen Frears y protagonizada por Hugh Grant y Ben Whishaw, una auténtica joya que no debería perderse nadie.
Escándalo, es un escándalo
A Very English Scandal está basada en un libro escrito por John Preston y que narra el llamado Caso Thorpe (Thorpe affair). Jeremy Thorpe, político inglés que acabaría siendo el líder del Partido Liberal, tuvo durante varios años una relación homosexual con un joven, Norman, a quien conoció en la mansión de un amigo suyo. Esa relación acabaría deteriorándose y tras la ruptura entre Thorpe y Norman Jossiffe (más tarde Norman Scott) regresaría a sus vidas en forma de acoso y chantaje, lo que llevaría a Thorpe a instigar el asesinato de su examante, un hecho por el que fue juzgado y que le costaría su carrera política. La serie narra la relación entre Thorpe y Norman a lo largo de más de una década y lo hace de forma brillante. Son varios los puntos fuertes de la serie, que pasamos a desglosar a partir de este punto.
En primer lugar, el guión y la ambientación. Ya hemos señalado que, en cuanto a ambientación histórica, a la BBC no le gana ni HBO, ni Netflix, ni Amazon ni nadie. En ese punto, son los putos amos. La serie se inicia en 1965, cuando Thorpe conoce a Norman y transcurre hasta 1979, cuando finaliza el proceso contra Thorpe. La recreación histórica es, como siempre en la cadena, impresionante, efectiva y sin aspavientos, como debe ser. Por otra parte, el guión – adaptación de la novela queda en manos de Russell T. Davies, un señor que es considerado por muchos un auténtico genio en esto de escribir guiones. Entre sus obras más destacadas y conocidas, Queer as folk, el relanzamiento en 2005 de Doctor Who y aquella maravilla que fue Torchwood. No conozco el libro en el que se basa la serie por lo que no puedo compararlas pero el guión de Davies no puede ser mejor, planteando los 3 episodios como un típico planteamiento, nudo y desenlace, es decir el ABC de contar historias. El ritmo es endiablado y no hay tiempo para aburrirse pero lo más destacado es sin duda como Davies trata a los personajes, pero de eso hablaremos un poco más adelante. Los diálogos de Davies estás cargados de ironía y flema británica,de ese humor tan ingles que hace que se rían de ellos mismos como nadie, con un toque de gamberrismo y de provocación que provoca incluso una carcajada.
La dirección de un veterano
La dirección de A Very English Scandal queda en manos de Stephen Frears, veterano director que inició su carrera en la BBC y que a mediados de la década de los 80 dio el salto a la gran pantalla con películas como Mi hermosa lavandería (1985) o Ábrete de orejas (1987), dando la gran campanada con Las amistades peligrosas en 1988. Suyas son también La camioneta (1996), Alta Fidelidad (2000) o The Queen (2006), para dejar claro que Stephen Frears es un director que de calidad y oficio anda más que sobrado. El suyo es un cine que bascula entre el compromiso y el costumbrismo, del que tenemos un buen ejemplo en Ábrete de orejas, película que narra la relación gay entre el dramaturgo Joe Orton y su amante, tratada de una forma natural y cotidiana, una película que por ambientación (los años 60) y temática (las relaciones homosexuales en el Reino Unido en una época en la que estaban prohibidas) entronca directamente con A Very English Scandal. Alguno podría comparar a Frears con su paisano Ken Loach por aquello del costumbrismo pero allí donde Loach va de sobrado, sermoneándonos en cada fotograma, Frears resulta didáctico sin tener mayores pretensiones y sobretodo entretenido.
Hugh Grant es Hugh Grant
Pasemos ya a lo mejor de la serie (mejor sin denigrar todo lo anterior). En el papel de Jeremy Thorpe tenemos a Hugh Grant, haciendo lo que mejor se le da, es decir de diferentes versiones de Hugh Grant. Soy incapaz de recordar uno solo de los nombres de los personajes de Hugh Grant a lo largo de su extensa carrera, en la que tenemos al Hugh Grant bobalicón (Cuatro Bodas y un Funeral), al Hugh Grant payaso (Un niño grande), al Hugh Grant romántico (Nothing Hill), incluso tenemos al Hugh Grant héroe de acción (Al cruzar el límite) y al Hugh Grant agente secreto (The Man from U.N.C.L.E.) pero siempre es él, Hugh Grant. Esto en cualquier otro es un demérito pero no en este caso. Y es que no hay nadie que haga de Hugh Grant como Hugh Grant y eso influye mucho en el personaje de Thorpe.
No nos engañemos: Jeremy Thorpe es el villano de la serie. No solo es político sino que encima es un descarado mentiroso, un perverso manipulador y un auténtico depravado. Thorpe no es que sea homosexual. Él mismo dice que sus preferencias están 80 – 20 en cuanto a hombres y mujeres se refiere. Ni mucho menos es militante de la causa gay ya que, a pesar de que apoyó su legalización, afirma sin complejos que si se llegasen a saber sus preferencias en cuanto a sexo, el mismo se pegaría un tiro. Es más, lo de legalizar la homosexualidad solo va a servir, según su parecer, para que los homosexuales den lástima. En ocasiones parece más un degenerado que lo mismo le daría follarse un camello. Para Jeremy Thorpe la cosa va más de meter la polla donde sea y tiene mucho que ver con la clase social. Así como en la antigua Roma y la Grecia clásica, si no se la metías a tu amante varón por el culo no eras nadie, parece que en la Inglaterra de los años 60 la cosa era parecida. Jeremy Thorpe no es el único político o personaje influyente, con poder y de clase social acomodada, que ha mantenido relaciones homosexuales pero si el único, que se sepa, que conspiró e instigó para que asesinaran a su examante. A la postre, lo que acabará con Thorpe no serán sus relaciones homosexuales sino el hecho de mentir descaradamente a la opinión pública. Así que sí, Jeremy Thorpe es una mala persona pero lo interpreta Hugh Grant y es imposible sustraerse a su carisma, a sus tics de Hugh Grant, a su ironía y sentido del humor y el muy ladino hace que le cojamos simpatía al degenerado de Thorpe.
He sido vil, he sido cruel, he sido maricón. He sido yo mismo.
Esa frase la suelta el otro implicado en el caso Thorpe, el personaje de Norman Scott, interpretado por un Ben Whishaw mucho más versátil en cuanto a hacer creíble un personaje que Hugh Grant. Tampoco nos engañemos: Norman Scott es la victima, el joven que es utilizado por el poderoso como juguete sexual y que es abandonado cuando ya no le sirve, el joven que sigue enamorado de su protector y que sufre un intento de asesinato del que escapa por los pelos pero, aun siendo conscientes de eso y paradójicamente, es difícil cogerle cariño y también la interpretación de Whishaw tiene mucho que ver en eso. A ratos tiernos, a ratos vulnerable, Norman Scott tampoco es homosexual sino que el mismo se define como queer, o sea lo que despectivamente llamaríamos un mariconazo o una locaza, un término que apunta más a una pose o a un amaneramiento que a una preferencia sexual. Es más, a lo largo de la serie no se priva de mantener relaciones con unos y con otras. Es cierto que, en un momento del juicio, afirma que lo hace para que jóvenes como él no sean utilizados como juguetes y echados después al arroyo, para que no sufran el acoso de los poderosos, las embestidas en los portales ni que los manoseen en rincones oscuros. Todo muy loable pero, con todas sus buenas intenciones, Norman Scott es otra pieza de cuidado.
Norman Scott es la victima pero también es alguien que, antes de su relación con Preston, estuvo internado en un psiquiátrico y que a lo largo de la serie demuestra tener graves problemas mentales, además de ser un mentiroso, un manipulador, un egoísta, un fantasioso, un ególatra narcisista y un chantajista de tomo y lomo que se pasa tres cuartas partes de la serie exigiendo que Thorpe le proporcione su tarjeta de la seguridad social perdida. Para eso no duda en mandar cartas a la madre de Thorpe describiendo su relación con todo detalle, de aprovecharse de una viuda enamorada de él para acceder a un cargo del partido que se opone a Thorpe y todo un rosario de situaciones y detalles que hacen que tengas ganas de darle un bofetón a ver si se comporta.
Así, en todo este sarao y gracias al buen hacer de actores, director y guionista, quedan todos retratados y se hace muy difícil ver las cosas claras, tomar partido. A Very English Scandal consigue algo muy difícil hoy en día y que es alejarse de los sermones y de lo políticamente correcto (el término maricón o queer en el original es usado cada dos por tres), sin tomar claro partido por unos o por otros, más raro aun dada la orientación sexual de Russell T. Davies y Ben Whishaw, abiertamente gays, o de los antecedentes cinematográficos de Stephen Frears. Si alguien espera encontrar en la serie una apología del movimiento LGBT o un retrato amable y comprensivo de la homosexualidad, que lo vaya olvidando. La orientación sexual de los personajes protagonistas es lo que hace arrancar la trama pero al final todo se reduce a seres humanos, con más o menos escrúpulos, con más o menos decencia, cosas de las que tanto Thorpe como Scott no andaban sobrados. Toda esta conjunción de hechos convierte A Very English Scandal en una de las mejores series del año, una serie divertida y apasionante que os mantendrá pegados a la pantalla. Un saludo y sed felices.